Los humanos, al igual que todos los seres con los que compartimos este hermoso planeta llamado Tierra, somos transformadores de energía. Pero desde que se impuso la visión del mundo y la cultura industrialistas los humanos han sido convertidos en 'consumidores' de energía.
Desde sus orígenes, la humanidad ha vivido del aprovechamiento de las fuentes de energía renovable. La mayor parte del tiempo en que ha habitado el planeta Tierra ha transformado la radiación del Sol en alimentos (cultivando), calor (quemando leña) y cobijo (construyendo). Así, durante milenios, los humanos aprendieron a aprovechar el sol, el agua, la biomasa, el viento, la fuerza muscular, etc, para cubrir todas sus necesidades de energía. Eran fuentes de energía que, por más que los humanos hicieran uso, se regeneraban y volvían a estar disponibles para su utilización. Y si se transgredían determinados umbrales, como es el caso de la biomasa, la sociedad incluso podía colapsar. Esto hizo que la humanidad tuviera que aprender a vivir al ritmo del sol.
Vivir al ritmo del Sol significa reconocer que la vida en el planeta Tierra tiene unas limitaciones, pues la cantidad de energía disponible para su aprovechamiento y transformación viene limitada por la constante solar (la cantidad de energía solar por unidad de superficie que el sistema Atmósfera-Tierra capta en su viaje alrededor del Sol).
Ha sido sólo muy recientemente, a partir de la industrialización, cuando la humanidad fue abandonando el aprovechamiento de las fuentes de energía renovable y fue volviéndose adicta a los combustibles fósiles, que no son otra cosa que energía solar almacenada en forma química, procedente de la fosilización de material biológico en épocas geológicas muy alejadas en el tiempo. Y es tan grande esta adicción que incluso hoy se pone en peligro la estabilidad climática, por el hecho de verter a la atmósfera el carbono fosilizado que se ha extraído, y continúa extrayéndose del subsuelo de la Tierra para quemarlo y poder disponer de energía.
Y lo más asombroso de todo es que durante más de un siglo hemos quemado estos combustibles fósiles no renovables en ingenios termo-mecánicos que tienen unas muy pobres eficiencias (por ejemplo, las centrales térmicas de ciclo de vapor transforman en electricidad menos del 35% de la energía liberada al quemar el combustible en la caldera y las modernas centrales de ciclo combinado aún derrochan más de un 40% de la energía liberada al quemar el gas. Incluso los automóviles equipados con motores de combustión tienen eficiencias bien bajas, del orden del 20%, pues sólo transforman en movimiento un 20% de la energía contenida en el combustible que queman).
Paralelamente, otro hecho aconteció. Un hecho que significó la alteración de las relaciones entre los humanos y las fuentes de energía renovable que estaban a disposición de cualquiera, por el simple hecho de fluir por la biosfera, relaciones que se habían mantenido más o menos estables durante milenios. El hecho de que las fuentes de energía libres y renovables fueran sustituidas por las fuentes de energía no renovables (primero fósiles y posteriormente nucleares) supuso una pérdida de acceso a la energía. Los humanos dejaron de ser captadores y aprovechadores directos de las energías libres y renovables para convertirse (o convirtiéndolos) en consumidores de energía que era suministrada de diferentes formas, por instituciones que se habían apropiado (o tenían el control ) de las fuentes no renovables.
El hecho de basar la sociedad en las fuentes de energía no renovable hace que la humanidad (al menos la que tiene un acceso relativamente fácil a la energía) tenga la posibilidad de practicar estilos de vida muy por encima de los umbrales de lo que la sostenibilidad del planeta permite. Así, hoy se puede hacer casi cualquier cosa en cualquier lugar, siempre que se disponga de combustibles fósiles, baratos y accesibles con facilidad. El uso de combustibles fósiles en todos los escalones de la sociedad nos hace vivir en una ficción (una especie de cuento de hadas) que no tardará mucho en mostrar la cruda realidad, dado que estamos ya en los albores del llamado 'pico del petróleo'.
Y cuando hoy se propone el aprovechamiento de los flujos biosféricos con contenido energético (las fuentes de energía renovable) rara vez se tiene en cuenta el cambio de paradigma que supone su aprovechamiento y su uso. El hecho de dejar de basar nuestra sociedad en energía obtenida mediante la quema de combustibles fósiles (materias que una vez quemadas dejan de estar disponibles para los humanos) y empezar a basarla en la captación y el aprovechamiento de flujos biosféricos, hace que los humanos se puedan liberar del yugo del 'consumo' de energía dejando de ser 'consumidores' de materias energéticas y se conviertan en 'aprovechadores' de flujos de energía, lo que implica que la humanidad deje de ser dependiente de una economía extractiva y pase a ser miembro de la comunidad biosférica, integrándose en sus ciclos naturales, viviendo al ritmo del Sol.