Hoy ya no se cuestiona la necesidad de abandonar la quema de materiales fósiles para disponer de energía y abrir la puerta, de par en par, a las fuentes de energía renovable, que la naturaleza nos ofrece generosamente.
Pero, hay un aspecto de la naciente sociedad renovable desapercibido para amplios sectores de la sociedad. Aprovechar la energía contenida en los flujos biosféricos no es un simple cambio de fuente de energía. Es un profundo cambio de paradigma, pues significa abandonar la visión del mundo lineal expoliadora de los sistemas naturales (extracción, quema, vertido) y abrazar la visión del mundo circular de cooperación con los sistemas naturales (captación, uso, regeneración).
Para disponer de energía siempre se necesita algún ingenio técnico que haga la captación y la transformación en energía útil. Y cualquier ingenio requiere materiales para su fabricación. Ello hace que algún aspecto de la vieja sociedad extractivista pueda mantenerse (conflictos en torno a materiales).
Por eso es importante que los ingenios que la sociedad va creando para captar y transformar la energía que nos rodea, sean pensados y diseñados con criterios de circularidad (eficiencia en uso de materiales, larga vida, reparabilidad y reciclado de materiales al acabar su vida útil).
Hay otro aspecto que se presta a interpretaciones erróneas. ¿Qué significado tiene la expresión “energía distribuida”? Toda captación de la energía contenida en el flujo solar y en la fuerza de los vientos es distribuida por su propia naturaleza, pues por unidad de superficie de captación la cantidad de energía captada es estrictamente limitada (la constante solar es 1.368 W/m2 o Juls/seg.m2: la cantidad de energía recibida en forma de radiación solar por unidad de tiempo y unidad de superficie, medida en la parte externa de la atmósfera terrestre, en un plano perpendicular a los rayos de Sol). Luego, es tan distribuida la captación solar en un tejado familiar como en un huerto solar en el suelo. Tan distribuida es la captación eólica de un solo aerogenerador como la de cualquier parque eólico.
Otra cosa, muy distinta, es quién pone el dinero para materializar la captación solar o eólica. Hay dos formas de hacerlo: 1) un grupo reducido de personas hace la inversión, 2) un grupo amplio de personas es quien hace la inversión (agrupados en empresa, fondo de inversión, cooperativa, asociación, etc). En el primer caso es una inversión concentrada en manos de pocas personas, y en el segundo, es una inversión distribuida entre muchas personas, o participada, en el caso de que un proyecto comercial se abra a la participación ciudadana.
Calificar un proyecto solar o eólico como “concentrado” por el hecho de tener decenas o cientos de MW de potencia, es ignorar la realidad física que hace que la captación deba realizarse en una gran superficie (tanto si es una captación solar como eólica). Hoy existen en el mundo instalaciones solares y eólicas de cientos e, incluso, miles de MW de potencia, que son distribuidas por vastas extensiones de espacio.
¿Cómo actuar cuando un proyecto de instalación solar o eólica, de decenas o cientos de MW de potencia, es propiedad de un muy reducido número de personas que no tienen ningún vínculo, ni arraigo, con la gente que habita la zona donde se quiere realizar la actuación? Lo sensato es dialogar directamente con los promotores del proyecto y acordar un procedimiento de negociación que determine en qué condiciones el proyecto podría ser aceptable por las personas que hacen vida en el territorio afectado.
Negarse a dialogar y negociar, bien sea por parte de quien propone el proyecto como por parte de las personas que viven en el territorio, es una actitud claramente retrógrada y del todo obstruccionista de la tan necesaria y urgente transición energética que hay que hacer para abandonar las pesadillas fósiles y nucleares, en las que nos encadenaron personas que solo seguían el evangelio del máximo beneficio a expensas de la sociedad y de los sistemas naturales.