La energía 3.0 o democracia energÉTICA se puede describir como un sistema energético que da poder a las personas y a las comunidades que disponen de los recursos energéticos renovables locales para que saquen provecho de su captación, transformación y uso. Comparte los principios de la electricidad 2.0 –eficiente, sin emisiones de carbono fósil, sistema eléctrico flexible– pero añade dos principios básicos más: control local y acceso equitativo.
¿Qué significa control local? Quiere decir que las comunidades deben tener la autoridad para tomar decisiones sobre su economía energÉTICA, sopesando no sólo los costes energéticos, sino también los beneficios económicos. Como han demostrado diferentes estudios, la propiedad local de los sistemas energéticos renovables tiene un impacto económico local sustancialmente más elevado, suficiente para contrapesar los costes de producción marginalmente más altos.
¿Que significa equitativo? Significa que todas las personas deben tener acceso a la propiedad de las tecnologías para la captación, transformación y uso de las energías renovables locales y a la autoridad sobre la red, incluso en el caso de que no sean propietarias, ni sean ricas. Como los recursos de un sistema eléctrico del siglo 21 (el viento y el Sol) pertenecen a todos, todas las personas residentes en una comunidad deben compartir la riqueza que genera el aprovechamiento de las fuentes de energía renovables locales.
El centro estructural de un sistema eléctrico democrático es una gestión de la red que no discrimine a los usuarios, al igual que la gestión de las carreteras no discrimina a quien las utiliza. El gestor de la red no debe tener ningún interés financiero en hacer nuevas redes o en construir nuevas centrales de generación, a expensas de sus competidores. Las reglas de la red deben permitir también las transacciones de igual a igual mediante un acceso equitativo y unos precios transparentes (por la energía, el control del voltaje y de la frecuencia, 'ramping', etc). La democracia energÉTICA también se basa en un acceso equitativo al capital y a la financiación.
Aunque no es una medida política, la democracia energÉTICA requiere que la comunidad se organice y también precisa de una buena gestión. Esto quiere decir, educar y empoderar a todas las personas usuarias de las redes para que conozcan sus oportunidades, no solo de ser activas en la energía sino de interaccionar entre ellas, y entre ellas y las redes.
Sólo la democracia energÉTICA creará una economía de la energía justa y equitativa, que encauce las oportunidades tecnológicas de la red ampliamente distribuida y de las fuentes renovables locales con la oportunidad económica de las comunidades para recuperar el control social del mercado de la electricidad, hoy todavía en manos de los oligopolios que hacen y deshacen a su aire, con la abierta complicidad de los reguladores.