En los últimos tiempos se ha puesto de moda entre las personas preocupadas por el sucio e injusto modelo energético que hemos heredado del siglo XX –causante del calentamiento de la atmósfera e incapaz de cubrir las necesidades básicas de toda humanidad–, proponer como objetivo a alcanzar la descarbonización de la economía. Pero, ¿qué se escode detrás de tanta palabrería?
¿Se puede descarbonizar la economía de las sociedades humanas cuando éstas son absolutamente dependientes de los sistemas naturales, que son su sustento y también dependientes de las relaciones ecológicas que regulan su funcionamiento?
La vida en el planeta Tierra está basada en diversos ciclos, entre ellos el ciclo del carbono, además de los del nitrógeno, oxígeno, hidrógeno, azufre, fósforo, calcio, magnesio, potasio. Estos elementos constituyen el 97% de la masa del cuerpo humano y el 95% de la masa de todos los organismos vivos.
El ciclo del carbono es un ciclo biogeoquímico por el cual el carbono se intercambia entre la biosfera, la litosfera, la hidrosfera y la atmósfera de la Tierra. El carbono es el cuarto elemento más abundante en el Universo, detrás del hidrógeno, helio y oxígeno. Es el elemento básico de la vida en la Tierra y existe en dos formas: carbono orgánico (organismos vivos, muertos y en descomposición) y carbono inorgánico (rocas).
Los que postulan la descarbonización de la economía deberían explicar con todo detalle qué es lo que pretenden decir con el uso de esta palabra. Las personas con una mínima formación ecológica entienden que la descarbonización es disminuir el intercambio de carbono entre la biosfera, la litosfera, la hidrosfera y la atmósfera de la Tierra. ¿Es eso lo que postulan los descarbonizadores?
Alterar el ciclo del carbono tiene consecuencias y éstas pueden ser nefastas para las sociedades humanas. Pero resulta que la sociedad industrialista se ha basado en crear adicción a la quema de materiales fósiles carbonatados, los denominados combustibles fósiles, alterando radicalmente el ciclo del carbono.
Y el problema es que la incultura energética dominante confunde combustibles fósiles con la energía, cuando los materiales fósiles al ser quemados para disponer de energía térmica, dan como resultado las emisiones de CO2 que están alterando gravemente el ciclo del carbono.
Dejemos de lado, de una vez, los eufemismos, y afrontemos abiertamente la realidad actual: para evitar la alteración del clima, la sociedad industrialista debe abandonar radicalmente su adicción a la quema de los combustible fósiles para poder disponer de energía.
Así pues, dejemos de hablar de descarbonización y empecemos a decir las cosas por su nombre: liberar a la sociedad de la adicción fósil, crear sociedades libres de fuego fósil y también de ‘fuego’ nuclear, pues detrás de la palabra ‘descarbonizar’ se esconden, por un lado, los señores del átomo, que una vez pretendieron nuclearizar el planeta (con su discurso ‘Átomos para la Paz’ crearon la perfecta coartada para el desarrollo de armamento nuclear) y, aún hoy, la nucleocracia no ha asimilado su continuado y estrepitoso fracaso tecnológico, a lo largo de mas de 50 años, escondiéndola hoy tras la rimbombante palabrería descarbonizadora, como si todo el ciclo del combustible nuclear estuviera libre de su dependencia fósil, extravagante afirmación que la tozuda realidad se encarga de desmentir.
Por otro lado, tras la palabra ‘descarbonizar’ se esconden los señores del fuego fósil con su quimera del CCS–Carbon Capture and Storage, para continuar, in-aeternum, su negocio de enriquecerse a costa de alterar el ciclo del carbono.
Ya es hora de dejar de utilizar la palabra ‘descarbonizar’ y llamar a las cosas por su nombre. El lenguaje es un arma y debe ser utilizada para avanzar hacia una sociedad libre de fuego, sea el fuego fósil, sea el ‘fuego’ nuclear.
Y hoy, nuestra sociedad puede caminar por una senda libre de fuego, gracias a las personas, grupos, empresas y países que, a pesar de todos los impedimentos políticos, económicos, administrativos, etc, que los jerarcas de la sociedad fósil-nuclear interpusieron, actuaron, de forma pionera, para contribuir al desarrollo del gran abanico de tecnologías que hoy nos permiten disponer de energía sin necesidad de fuego.