Durante los últimos decenios se impuso una visión sobre la energía muy alejada de la realidad. En ella se generalizó la idea de que la energía no debía ni importar, ni preocupar a las personas, pues ya existían las empresas energéticas (petroleras, gasistas y eléctricas) que velaban por los intereses de la población y le proporcionaban la energía que, en cada momento, necesitaba para sus actividades cotidianas (en la casa, en el trabajo, en los desplazamientos, etc).
De esta forma se fue instalando un sistema energético centralizado (pocas, y cada vez mas grandes, instalaciones de generación para abastecer a muchísimos puntos de suministro) y basado en fuentes de energía no renovable (carbón, petróleo, gas fósil, uranio). Además es ineficiente (desperdicia una gran parte de la energía contenida en los combustibles usados), sucio (emisiones contaminantes de todo tipo, causantes de la lluvia ácida, el calentamiento de la atmósfera, el envenenamiento radiactivo de la biosfera) e injusto (incapaz de proporcionar un adecuado nivel de servicios energéticos a toda la población del planeta). Todo ello controlado por una minoría de grandes corporaciones, cuyos intereses nunca han coincidido, ni coincidirán, con los intereses de la sociedad en su conjunto.
El sistema energético heredado del siglo XX, basado en una verdadera dictadura de los combustibles fósiles, modificó profundamente el papel de la humanidad, pues convirtió a las personas en “consumidoras” pasivas de energía, al identificar ‘energía’ con ‘combustible fósil’ (ya sea carbón, petróleo y/o gas fósil). De ese modo se ha usurpado el papel que, desde siempre, la humanidad ha tenido en la Tierra: el de activa transformadora de energía.
Con las crisis de combustibles fósiles de los años 70, renació el interés por las fuentes de energía renovables, que fluyen libremente por la biosfera, de forma que aquellos pioneros grupos de entusiastas posibilitaron el surgimiento y desarrollo de tecnologías que hoy permiten abastecer todas la necesidades de energía de la población mundial mediante la captación de los flujos de energía renovable que se manifiestan en la biosfera.
Mientras el sistema energético centralizado basado en fuentes de energía no renovable se ha mostrado totalmente incapaz de garantizar los derechos energéticos de toda la población del planeta, las fuentes de energía renovables, por el simple hecho que se manifiestan de forma descentralizada, nos ofrecen la oportunidad de hacerlos efectivos, tal como dejó bien sentado la declaración final de la Asamblea Mundial de las Energías Renovables, reunida en Bonn (2005).
Pero, ¿cuales son los derechos energéticos básicos necesarios para democratizar los sistemas energéticos y consolidar un sistema energético descentralizado o distribuido, seguro, limpio y renovable?
– El derecho a saber el origen de la energía que cada persona utiliza en su vida cotidiana.
– El derecho a saber los efectos ecológicos y sociales de los sistemas energéticos que hacen posible el suministro de energía a cada usuario final de servicios energéticos.
– El derecho a captar las fuentes de energía que se manifiestan en el lugar donde se vive.
– El derecho a generar su propia energía, regulando las condiciones necesarias para que esta actividad no sea considerada como actividad lucrativa, sino un servicio básico.
– El derecho a un acceso justo a las redes.
– El derecho a introducir en las redes la energía generada in-situ.
– El derecho a una remuneración justa por la energía vertida en las redes.
¿Y cuáles son las responsabilidades?
– La responsabilidad de informarse.
– La responsabilidad de exigir información.
– La responsabilidad de generar energía con las tecnologías de generación más eficientes y más limpias disponibles.
– La responsabilidad de utilizar las tecnologías de uso final de la energía más eficientes.
– La responsabilidad de utilizar la energía generada con sentido común y evitando despilfarros de cualquier tipo.
– La responsabilidad de autolimitarse en el uso de cualquier forma de energía.
– La responsabilidad de ser solidario con aquellas sociedades más desfavorecidas por lo que respecta tanto a la generación como al uso final de la energía.
Garantizar estos derechos tendría que ser una de las tareas a las cuales los gobiernos deberían dar la más absoluta prioridad. Ejercer estas responsabilidades tendría que ser considerado como el principal deber de las personas responsables que vivimos en un planeta donde el Sol es la fuente de energía de la cual dependemos.
Adecuar los estilos de vida a los flujos de energía solar es un aprendizaje. Cuando antes se vaya realizando, menores serán los costes de todo tipo que deberemos soportar los humanos para poder ir viviendo en las sociedades que hemos creado en el marco de este bonito planeta que nos acoge, pues la sociedades humanas siempre han necesitado, necesitan y necesitarán utilizar energía para vivir dignamente en el planeta Tierra.