Fue el ICLEI quien dio datos a los periodistas británicos sobre una pequeña ciudad sueca, de unos 30 km cuadrados y en la que viven poco más de 86 mil habitantes, llamada Växjö (pronúnciese veck-shur).
Ese reportaje de la BBC, titulado “Växjö, la ciudad más verde de Europa”, hizo correr la voz, tanto, que las autoridades comunales decidieron en 2008 adoptar ese título como lema citadino.
La anécdota es contada con orgullo en esta localidad ubicada a unos 400 km de Estocolmo, en el sur del país, y cuyos habitantes reparten sus viviendas en una relación de 80% para el casco urbano y 20% en los alrededores de los frondosos bosques y varios lagos -cerca de 200- que rodean la ciudad.
Según explica a Energías Renovables Johan Thorsell, hoy uno de los hombres fuertes en el desarrollo de las políticas energéticas de la ciudad y durante varios años coordinador de los grupos que llegaban a la ciudad a buscar información sobre el proceso vivido por Växjö, el número de visitas tanto informativas como técnicas además de crecer considerablemente año a año, atrae el interés tanto de funcionarios procedentes de Estados Unidos como de Corea del Norte, aunque mayormente visitantes de Japón y China.
Todo programado
Realmente extensas son las iniciativas que se vienen gestando desde hace más de cuatro décadas en esta parte de Suecia, en la provincia de Smaland, y que provocan tamaña atención internacional. En concreto, hacia 1996 se creó un programa cuyo objetivo es que la ciudad sea libre de fósiles en 2030, y que además consta de diferentes metas y acciones. Por ejemplo, fija que, con base a valores de 1993, la propuesta es alcanzar el 70% de la reducción de las emisiones de carbono en 2025 (ya era de 55% en 2015), además de marcar líneas en la optimización en el tratamiento de aguas residuales, estimular la construcción de viviendas sociales cien por ciento amigables con el medioambiente y desarrollar una planta local de biogás.
El marco de estas decisiones puede verse en la reseña demográfica de la ciudad, con una fuerte urbanización en los años sesenta del siglo pasado, tarea acometida con una gran planificación. Eso no impidió que para la década siguiente el gran sistema lacustre que rodea a Växjö sufriese una importante degradación ecológica.
Fue entonces cuando los representantes municipales, en una acción conjunta de los partidos políticos que se extiende hasta hoy, comenzaron a poner manos a la obra y a decidir que lo que la región fuese en cuestiones medioambientales dependía de ellos mismos.
Así, unificaron la limpieza del lago Helga, el principal y más cercano a la ciudad, con el tratamiento de las aguas de tormenta y residuales que derivaban hacia allí.
Ese fue el primer paso, el siguiente sería fundamental, y de algún modo marcó todo el resto del proceso.
Calor vegetal
Como se sabe, en estos territorios cercanos al Círculo Polar Ártico los inviernos son cualquier cosa menos apacibles, las temperaturas medias anuales en Växjö tienen un rango de 10º a 3º C, y en febrero, el mes de más frío, la media mínima es de 4º bajo cero.
Por eso, no sorprende que el sistema de calefacción urbana (más conocido por su nombre en inglés, district heating) sea en esta ciudad una cuestión prácticamente vital, de hecho es un sistema con una penetración del 50% en todo Suecia.
Llegados a este punto, una era de cambios arrolladores comenzó cuando en los años 80, con la crisis del petróleo de la década anterior aún fresca, se tomó la decisión de sustituir el combustible fósil que alimentaba esa central calorífera con la abundante biomasa generada por la industria maderera local –la construcción de muebles es una de las patas fuertes de la economía regional- que procesa los aún más vastos bosques cercanos. Más tarde se sumaría el biodiésel.
Para que pueda ponderarse el peso que esta acción ha generado, basta saber que más del 90% de la energía que calefacciona Växjö es renovable. Además, y si de cerrar el círculo se trata, las cenizas resultantes de quemar esa biomasa se devuelven a la foresta para que actúen de nutrientes. Incluso está contemplado que en aquellas zonas donde el sistema de calefacción urbana no puede llegar, la solución esté basada en energías renovables.
Varias son las plantas que proveen ese poder calórico, al que también aportan las de electricidad Sandvik, que utilizan mayormente biomasa, aunque se valen también de turba y gas.
Gran parte del éxito de estas y otras políticas se ha basado sobre todo en los esfuerzos por expandir la conciencia sobre el núcleo medioambiental. En ese sentido, merece la pena mencionar que en 1993 se acometió un amplio programa de educación en desarrollo sostenible destinado a los 6000 empleados municipales.
También biogás
Otras medidas que no sólo apelan al buen hacer sino también busca premiar a partir de cuestiones económicas fueron puestas en circulación. Por ejemplo, la que busca atacar uno de los focos más complicados de tratar en el tema de la emisión de carbono, como lo es el transporte. Así, se pasó no sólo a subvencionar a particulares y a empresas en la compra de los llamados “coches verdes”, sino con la posibilidad de que quienes tengan uno de estos vehículos puedan aparcarlo gratis en cualquier sitio de la ciudad.
La municipalidad misma ya tiene su flota del transporte urbano funcionando a biogás, producido en la planta local de tratamiento de aguas residuales.
Hay muchos otros ejemplos de cómo desde lo mínimo se puede aportar al objetivo mayor.
Es el caso de la cercana Universidad de Växjö, con más de catorce mil estudiantes, que también utiliza biomasa para su propia central de calefacción, o la piscina municipal, con paneles solares en el tejado para aclimatar el agua. Tampoco es menor la importancia de los senderos para bicicletas, cada vez más extensos y anchos, y, por supuesto, las bombillas de las luces callejeras son de bajo consumo.
Un edificio de madera
En este contexto, en el que hay acuerdos unánimes entre los distintos partidos políticos y al que se suman ámbitos universitarios, incluso empresariales, es fácil entender que proyectos aún más lanzados se hagan realidad. Por ejemplo, el del distrito de Portvakten, donde se alza la construcción en madera más alta de Europa, sin absoluta participación de cemento ni acero.
Se trata, nada menos, de dos edificios de ocho plantas cada uno. Entre ambos, con una utilización eficiente de la energía, en donde es puesto en juego un concepto como el de la casa pasiva, se distribuyen 96 apartamentos, más varias prestaciones que lo ubican como pionero en su tipo.
Un apunte más, que permite dar una imagen más amplia aún si cabe del compromiso medioambiental de los ciudadanos de Växjö: el municipio también está invirtiendo fuertemente en la producción ecológica de alimentos, que han recibido varios certificados por su calidad desde la administración central del país, y que en 2011 representaron el 30% de los allí consumidos.
Ejemplo de gestión, la ciudad sueca no pierde oportunidad de mostrar -justificadamente- su blasón de "ciudad más verde de Europa". Se hace difícil imaginar si el apelativo no le queda corto.