En un contexto de cambio de Gobierno inesperado se produce un fuerte incremento de los precios de las materias primas energéticas en los mercados internacionales acompañado de una escalada sin precedentes en la cotización de los derechos de emisión de CO2, efectos combinados que las centrales de gas y carbón inmediatamente trasladan a sus ofertas de venta de electricidad.
El vetusto mecanismo de fijación de precios, por su parte, extiende el incremento de precios a todas las tecnologías, incluso a aquéllas cuyos costes no tienen nada que ver ni con las materias primas energéticas cuyo precio se ha incrementado, ni con los derechos de emisión, pues no emiten gases de efecto invernadero. Me refiero a las renovables, singularmente a la gran hidráulica, y a las nucleares.
El endiablado mecanismo retributivo que el anterior Gobierno del Partido Popular legó a las renovables, bajo el cual postuló a futuro un precio del mercado eléctrico muy superior al esperado facilita ahora que el súbito incremento de precios permita a éstas recuperar una pequeña parte de los recortes que han sufrido en los últimos años. En el peor momento.
La gran hidráulica y la nuclear, en paralelo, siguen acumulando impunemente beneficios caídos del cielo sin que pueda existir competencia que dispute sus rentas.
Así las cosas, la decisión de suspender (temporalmente) el impuesto del 7% a la generación de electricidad que el anterior Gobierno, cual trilero, creó para paliar el déficit de tarifa sin que los consumidores percibiéramos que por su causa se nos había incrementado la factura en 1.700 millones de euos anuales, es sólo un tímido paso para paliar la subida de la luz.
La ministra lo sabe y ha prometido presentar antes de fin de año una propuesta de reforma del mercado eléctrico que, unida a una reforma de la fiscalidad ambiental, permita que los precios se asemejen a los costes, rompiendo con el desacoplamiento de tendencias que vivimos desde hace ya más de 15 años.
Se trata, al fin y al cabo, de arar el campo para permitir que crezca con fuerza la nueva cosecha, la de las renovables, con especial protagonismo del autoconsumo, que cubrirán antes de lo que la mayoría prevé la totalidad de nuestra demanda energética.
Para que las renovables trasladen sus bajos costes a las facturas de los consumidores es esencial que cuenten con unas reglas de juego adecuadas para su desarrollo masivo. Las claves son la seguridad jurídica y la estabilidad a largo plazo, esas que las fósiles no pueden ni soñar en alcanzar.
Somos muchos los que esperamos ansiosos la propuesta de reforma del mercado eléctrico. Sin abordar las condiciones de ventaja competitiva inalcanzable de algunas empresas no habrá tal reforma sino, en el mejor de los casos, un nuevo juego de trileros. Es, por tanto, hora de reclamar valentía y firmeza a la ministra. Los principios que deben regir la reforma, por suerte y por primera vez en la reciente historia de la energía en España, ya los conoce.
Este artículo de opinión se puede leer también en el nº de octubre (175) de Energías Renovables
Miguel, me temo que decir que el déficit de tarifa lo engordaron los mismos que ahora están en el Gobierno, o sea, el PSOE, es una manera de verlo. No sé si se habrá engordado más con el PP o con el PSOE. En cambio, sobre lo que no hay debate posible es sobre quién se sacó de la chistera ese invento de que no subiera la luz para los ciudadanos mientras se reconocía con las eléctricas una deuda que iríamos pagando a futuro, costara lo que costara. Es decir, quién se inventó esto del déficit de tarifa. Un ministro de Aznar que va camino de la cárcel: Rodrigo Rato