El estudio "Fossil CO2 emissions in the post-COVID era", pionero en analizar a escala global los avances en la reducción de las emisiones de CO2 desde que se adoptó el Acuerdo de París en 2015, ha sido realizado por investigadores de la Universidad de East Anglia (UEA) y el Global Carbon Project. Se publica una semana después de la última evaluación de la Comisión Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (MNUCC), en la que este organismo mundial nos advierte de que al ritmo que vamos solo lograremos reducir el 1% de las emisiones para 2030, cuando necesitaremos reducirlas al menos un 45% para que la temperatura no asciende más de 1,5°C.
El nuevo trabajo ahora publicado señala que los recortes anuales actuales, 0,16 mil millones de toneladas de CO2, suponen solo el 10% de lo que habría que reducir a nivel mundial cada año para hacer frente al cambio climático. Es cierto que las emisiones han descendido, en mayor o menor grado, en 64 países, pero en otros 150 han aumentado. A nivel mundial, las emisiones crecieron en 0,21 mil millones de toneladas de CO2 por año en el periodo 2016-2019 en comparación con 2011-2015.
2020, "botón de pausa"
En 2020, las medidas de confinamiento para hacer frente a la Covid-19 redujeron las emisiones globales en 2.600 millones de toneladas de CO2, aproximadamente un 7% por debajo de los niveles de 2019. Pero los investigadores afirman que solo se trata de un "botón de pausa" que no se mantendrá mientras el mundo siga dependiendo abrumadoramente de los combustibles fósiles; además, las políticas de confinamiento no son una solución sostenible ni deseable para la crisis climática, añaden.
La autora principal, Corinne Le Quéré, catedrática de la Royal Society en la Facultad de Ciencias Medioambientales de la UEA, afirma: "Los esfuerzos de los países para reducir emisiones de CO2 desde el Acuerdo de París están comenzando a dar sus frutos, pero las acciones aún no están a una escala lo suficientemente grande". Respecto a la pandemia, señala que "el descenso de las emisiones de CO2 a partir de las respuestas a COVID-19 pone de manifiesto la escala de las acciones y la adhesión internacional necesarias para hacer frente al cambio climático. Ahora necesitamos acciones a gran escala que sean buenas para la salud humana y buenas para el planeta".
La conclusión de los investigadores es que se necesitan recortes anuales por encima de los mil millones de toneladas de CO2 a lo largo de la década de 2020 para evitar que se supere el calentamiento global dentro del rango de 1,5 °C - 2 °C. El mundo se ha calentado ya más de 1 °C desde la Revolución Industrial.
Datos por países
De los 36 países de ingresos altos, en 25 de ellos las emisiones se redujeron durante 2016-2019 en comparación con 2011-2015, incluidos los Estados Unidos (disminución media anual del -0,7%), la Unión Europea (-0,9%) y el Reino Unido (-3,6%). Las emisiones disminuyeron incluso si se tiene en cuenta la huella de carbono de los bienes importados producidos en otros países.
De los 99 países de renta media-alta, en 30 de ellos también se redujeron las emisiones durante 2016-2019 en comparación con 2011-2015, lo que indica que las acciones para reducir las emisiones están ahora en marcha en muchos países del mundo. Como ejemplo de ello citan el caso de México, donde las emisiones cayeron un 1,3%, mientras que en China aumentaron un 0,4%, mucho menos que el crecimiento anual del 6,2% registrado entre 2011 y 2015.
Los autores del trabajo sostienen que el creciente número de leyes y políticas sobre el cambio climático parece haber desempeñado un papel fundamental para frenar el crecimiento de las emisiones durante 2016-2019. Ahora hay más de 2,000 leyes y políticas climáticas en todo el mundo. En cuanto a 2021, señalan que parece poco probable que en 2021 se recupere por completo el nivel anterior de emisiones de CO2.
Sin embargo, advierten que a menos que la recuperación de la pandemia dirija las inversiones hacia las energías limpias y la economía verde, es probable que las emisiones vuelvan a aumentar en pocos años. Señalan que las limitaciones impuestas en 2020 a consecuencia de la pandemia han afectado especialmente al transporte y han puesto de relieve que los incentivos para acelerar el despliegue a gran escala de los vehículos eléctricos y fomentar los desplazamientos a pie y en bicicleta en las ciudades son oportunos y también mejoraran la salud pública.
La resistencia de las energías renovables a lo largo de la crisis, el descenso de sus costes y los beneficios para la calidad del aire son incentivos adicionales para apoyar su despliegue a gran escala.
Pese a ello, en la mayoría de los países, las inversiones posteriores a la crisis siguen estando abrumadoramente dominadas por los combustibles fósiles, en contradicción con los compromisos climáticos, incluso en Estados Unidos y China. La Unión Europea, Dinamarca, Francia, Reino Unido, Alemania y Suiza son algunos de los pocos países que han aplicado hasta ahora importantes paquetes de estímulo ecológico con inversiones limitadas en actividades basadas en los combustibles fósiles.