Los datos los aporta la Organización Latinoamericana de la Energía (OLADE) en su informe de 2022.
Paraguay, un país pequeño en comparación con las naciones que lo rodean (406.752 Km², 100.000 menos que España y solo 6,7 millones de habitantes), pero muy rico en recursos hídricos, ha logrado, gracias a esa abundancia de agua, convertirse en pionero en el mundo en conseguir una generación eléctrica cien por cien renovable. La producen, principalmente, la central eléctrica de Itaipú, que cuenta con 20 generadores, con una capacidad nominal de 700 MW cada uno y, en menor medida las centrales de Yaciretá, de 1.600 MW de potencia, y Acaray, que añade otros 200 MW. Gracias a ello, y a las mejoras realizadas en el sistema eléctrico nacional, el país ha podido desconectarse totalmente de la generación de electricidad con energía térmica.
El Plan Maestro de Generación 2021-2040 indica que la capacidad instalada actualmente en gran hidráulica permite a Paraguay cubrir con esta fuente sus necesidades eléctricas hasta el año 2030. Los grandes emprendimientos en marcha, como el proyecto Corpus, (3.200 MW), Itá Cora-Itati (1.700 MW), Aña Cuá (270 MW), todos binacionales con Argentina sobre el río Paraná, añadirían otros 9.000 MW, a los que podrían sumarse algo más de 872 MW en minihidráulica.
Si hablamos de generación bruta de energía, la oferta es, también, en principio, predominantemente renovable ya que Paraguay atiende con hidroenergía un 40% de ella y un 36% con biomasa, mientras que el 24% restante la aportan derivados de petróleo, en este caso totalmente importados. Sin embargo, su consumo final de energía está lejos de ser sostenible, no solo por la participación de fuentes fósiles sino por el origen y la forma en que se consume la biomasa; fundamentalmetne, leña y carbón vegetal en las zonas rurales y periurbanas,, tanto en los hogares como en las pequeñas industrias, pese al elevado nivel de deforestación que afecta al país.
Con la finalidad de revertir esta situación, el gobierno presentó recientemente su ruta de hidrógeno verde (H2V), teniendo como foco principal el sector transporte. El documento contempla proyectos pilotos para la producción de H2V en tres ciudades del país, la mayor con capacidad de 200 kg de H2V por día, y otras dos con capacidad de 60 kg por día.
En Costa Rica, la electricidad viene también del agua, junto con la obtenida del viento, el sol y los volcanes. Todos estos recursos se encuentran en su propio territorio y han permitido al país centroamericano tener una matriz limpia y sortear el actual incremento en los precios internacionales del petróleo. En 2021, Costa Rica generó nada menos que el 99,91% de su electricidad mediante fuentes renovables, mientras que en el primer semestre del 2022 esa participación fue del 98,58%, según datos del Centro Nacional de Control de Electricidad (CENCE).
La apuesta de Costa Rica por la hidroelectricidad viene de lejos, en concreto de finales del siglo XIX, cuando se utilizó este recurso para iluminar San José, la capital del país, en sustitución de las lámparas de queroseno del alumbrado público. Ahora, en un año promedio, el 67% de la matriz energética costarricense corresponde a hidroelectricidad, mientras que el restante 33% se logra mediante geotermia, biomasa (principalmente bagazo de caña), eólica y solar. Si nos atenemos a los datos de 2021, el agua fue la principal fuente energética, con el 73,39%, seguida de la geotermia con el 13,84%, el viento con el 12,12%, y la biomasa y el sol con el 0,63%.
El país cuenta, además, con hoja de ruta para desarrollar la eólica marina, lo que podría convertir al país en pionero en Centroamérica el uso de este recuero. El potencial técnico se ha establecido en de 14 GW, cerca de 1 GW de en fondo fijo y 13 GW en marina flotante.
En Costa Rica (y en otros países latinoamericanos), las energía renovables están jugando, además, un importante papel en el desarrollo rural, a través de la creación de cooperativas y empresas municipales que, en un principio, buscaban autoabastecerse pero terminaron llevando electricidad a las zonas rurales, permitiendo, así, mejorar la operatividad de centros de salud, colegios o el acceso a internet en lugares aislados de la red. La Cámara de Empresas de Distribución de Energía y Telecomunicaciones (CEDET), fundada en el año 2014, es un buen ejemplo de ello. En la actualidad, la conforman dos empresas municipales y cinco cooperativas que brindan electricidad a más de un millón de costarricenses gracias a la operación de 21 centrales hidroeléctricas, dos centrales solares y tres parques eólicos.
El agua es, igualmente, un elemento clave en Ecuador. En 2021, el 93,2% de la electricidad generada en este país fue renovable gracias, principalmente, a la operación continua de centrales hidroeléctricas como Coca Codo Sinclair (1.500 MW de potencia instalada), Paute (1.100 MW, Sopladora (487 MW), Minas San Francisco (270 MW) y Delsitanisagua (180 MW), entre otras.
Le eólica y la energía solar, junto con la geotérmica y la biomasa, son otros recursos presentes en Ecuador, aunque su participación es aún minoritario (en torno al 1% del mix). Para multiplicar su pariticpación, la Administración está implementación un marco legal que asentado en la seguridad jurídica y en procesos públicos transparentes, según afirma. Estos procesos incluyen mecanismos de alianzas público-privadas, regulaciones previsibles y simplificadas, esquemas tarifarios favorables e incentivos al sector privado.
Un ejemplo de ello es la implementación de un Bloque de Energías Renovables No Convencionales de 500 megavatios, al que en noviembre pasado habían presentado ofertas una decena de empresas de diferentes partes del mundo (españolas, entre ellas), que ayudarán a elevar la participación de las energías limpias en el mix ecuatoriano del 3% actual al 15% en los próximos años.
Como en el caso de Paraguay, en Ecuador la generación de energía primaria es, de momento, muy poco sostenible. De hecho, el petróleo supone el 88% frente al 4% que representa la hidráulica. Para más inri, la Amazonia ecuatoriana alberga el mayor volumen de reservas de estos recursos, ya que en ella se localizan el 99% del petróleo del país y el 100% de las arenas saturadas de petróleo pesado y asfalto. Su extracción en uno de los ecosistemas más importantes de la Tierra es un problema ambiental de primer orden, que podría evitarse con la colaboración económica internacional para ayudar al país a preservar sin tocar estas reservas de petróleo. Hasta ahora, los intentos hechos en esta dirección han resultado fallidos.
En Uruguay, lo que en un momento supuso un contratiempo ha pasado a ser una ventaja. Casi sin combustibles fósiles en su territorio, Uruguay logró hace ya una década transformar completamente su generación de electricidad y en la actualidad, cerca del 98% de ella proviene de fuentes renovables, principalmente hidroeléctrica, solar y eólica. El aporte de la energía del viento, con 49 parques eólicos y una capacidad de 1.600 MW a finales de 2021, ubica al país sudamericano como uno de los líderes de la región en esta tecnología. En solar fotovoltaica tenia instalados en esa misma fecha 260 MW.
La primera etapa de la transformación de la matriz energética uruguaya se sustentó en un modelo de colaboración público-privada, en la que el sector público jugó un rol de coordinador del sistema y administrador del esquema de subastas, generando certezas a los inversores nacionales e internacionales. La Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA) ha destacado este modelo de promoción y estímulo de Uruguay, e incluye los llamamientos realizados por la Administración Nacional de Usinas y Trasmisiones Eléctricas (UTE) como ejemplos a seguir en su guía para el diseño de subastas.
Todo ello ha conducido a que Uruguay sea actualmente el segundo país del mundo con mayor participación de energías renovables variables según el informe REN21 del año 2021. Ahora, con el compromiso de alcanzar la neutralidad en carbono en 2050, está inmerso en la “segunda transición energética” mediante la total descarbonización de su consumo de energía, todavía dependiente del petróleo en el sector del transporte.
Aquí aparece la movilidad eléctrica y el hidrógeno verde como grandes aliados. De momento, más de 1.500 vehículos eléctricos recorren las carreteras de los casi 175 000 kilómetros cuadrados del país, entre autobuses, taxis y coches particulares. UTE ha desarrollado una red de 150 cargadores eléctricos que abarca todo el territorio nacional, la cual se complementa con redes de carga privadas.
El Salvador es otro país que recurre cada vez más a las fuentes de energía verde, como la hidroeléctrica, la biomasa, la solar fotovoltaica y la geotérmica. La nueva política energética 2020 - 2050 de la Administración central tiene como principal objetivo reducir las tarifas eléctricas, dando prioridad a las energías limpias frente a la importación de combustibles fósiles (En 2019, más de dos tercios del suministro total de energía del país procedía todavía de fuentes fósiles) y facilitando la eliminación paulatina de los subsidios a la electricidad.
La promoción y producción con energía geotérmica es una de las áreas en las que está trabajando especialmente. A pesar de contar con una larga tradición en el uso del calor de la tierra, su desarrollo ha sido bastante lento en los últimos años, con un número limitado de nuevos proyectos puestos en marcha. En la actualidad, esta fuente representa el 25% del consumo energético en El Salvador, cuando podría soportar el 35% del mix a medio plazo, según datos oficiales.
En la cesta de energías renovables del país, la solar fotovoltaica supone entre el 6% y el 7% y la energía hidroeléctrica hasta el 62% durante la temporada de lluvias. La Superintendencia General de Electricidad y Telecomunicaciones (SIGET) salvadoreña prevé impulsar nuevos proyectos de energía solar por 300 MW en distintos puntos del país para que estén operativos en 2025. En geotermia planifica dos proyectos que totalizan 45 MW (Chinameca, de 25 MW)y San Vicente, de 20 MW) que podrían estar listos para 2027.
La energía generada por estas instalaciones se va a destinar, fundamentalmente, a alimentar las minería de criptomonedas en El Salvador, una actividad que cuenta con el total respaldo del presidente del país, Nayib Bukele.
Su vecino Panamá ha llegado a cubrir con fuentes renovables el 97% de la electricidad en algunos periodos de 2022, según datos de la Autoridad Nacional de los Servicios Públicos (ASEP). En concreto, un 91,09% con hidráulica y otro 5,82% con solar fotovoltaica y eólica. A lo largo de 2021, el porcentaje de generación con renovables fue del 84%, de acuerdo con la Organización Latinoamericana de Energía (Olade).
Estos ratios evidencian que la matriz energética de Panamá camina en la buena dirección, lo que resulta muy elogiable en un país que tiene un mercado eléctrico relativamente joven, carente de regulación estatal hasta la entrada en vigor en 1999 de la Ley de Prestación del Servicio Público de Electricidad. Un par de décadas después, en 2020, el gobierno daba otro paso importante al aprobar las líneas estratégicas de la Agenda de Transición Energética.
Actualmente, la oferta de electricidad en Panamá proviene del agua, el sol y el viento y, en menor proporción, de plantas térmicas y energía importada. Según cifras de la Contraloría General, las renovables lideran la matriz energética con una oferta acumulada hasta septiembre pasado de 6.740.923 kWh (kilovatio hora), en comparación con los 1.616.905 kWh que generan las plantas térmicas. Del total generado con renovables, la hidráulica aportó 5.728.023 kWh, la solar 540,675 kWh y la eólica 472.225 kWh. Otros 220.466 kWh se importaron y 148.097 kWh corresponden a autogeneración.
“Panamá tiene importantes oportunidades en el ámbito de las energías renovables”, decía el pasado 8 de septiembre el director ejecutivo de la Agencia Internacional de Energías Renovables, Francesco La Camera, al visitar el parque eólico y la planta fotovoltaica Penonomé. Expertos del mercado energético panameño advierten, no obstante, que el país tiene que realizar un avance mucho mayor en eficiencia energética y en conexiones eléctricas, sus asignaturas pendientes.
Colombia se sitúa entre los 20 mayores productores de energía hidroeléctrica del mundo, con 12,6 GW de potencia instalada. Dada la abundancia de ríos en la mayor parte de su territorio, el país podría generar bastante más electricidad con el agua (su potencial se ha estimando en 93 GW, con unos 25 GW adicionales de centrales minihidráulicas), si bien los mejores lugares para aprovechar este recurso ya están en uso y el impacto ambiental que supone la construcción de grandes presas resulta difícilmente asumible. Pero Colombia tiene otros recursos renovables importantes.
Uno de los mas destacados es el viento, sobre todo en el departamento de la Guajira, donde alcanzan la clase 7 (cerca de los 10 metros por segundo), lo mismo que en la Patagonia chilena y argentina. Se ha estimado que el aprovechamiento de estos vientos permitiría satisfacer casi dos veces la demanda nacional de energía. De momento, Colombia apenas tiene instalados en torno a 510 MW en energía eólica, equivalente al 2,5% de su potencial teórico.El país cuenta, asimismo, con un elevado potencial eólico costa afuera, estimado en 110 gigavatios, que se podría aprovechar tanto mediante parques de fondo fijo como flotantes, según la Hoja de Ruta para la Energía Eólica Costa Afuera de Colombia, presentada hace un año.
Al estar ubicada en la zona ecuatorial, su recurso solar es igualmente significativo (también infrautilizado hasta ahora), y otro tanto ocurre con la biomasa, que cuenta con un potencial estimado en cerca de los 16 GWh anuales, mucho más, por tanto, que el 0,1 % que aporta este recurso a la producción eléctrica del país a fecha de hoy. Pero esta escasa participación de las renovables no convencionales está cambiando y en diciembre de 2021 Colombia superó en 25 veces la capacidad instalada de energías renovables que tenía en 2018. Y los proyectos actuales en ejecución, que entrarán en funcionamiento este mismo año o en 2024, permitirán que el país multiplique 100 veces su producción energética a partir de las energías renovables.
Además de petróleo y gas, Venezuela también es rica en agua, viento y sol. En el caso de la hidroelectricidad, alberga la cuarta mayor central del mundo, la central de Guri (Estado Bolivar), de 10.200 MW, con la que produce el 72% de la energía eléctrica del país y de la que surten las líneas de transmisión que dan electricidad a cuatro de cada cinco venezolanos.
Poco impulsado hasta ahora por el Gobierno, el potencial a desarrollar en eólica y solar es enorme. De momento, son las empresas y los ciudadanos los que recurren cada vez más a fuentes de energía sostenible para asegurarse disponer de electricidad eficiente y duradera y así enfrentar las interrupciones del servicio del sistema eléctrico nacional, que se producen con frecuencia. Un ejemplo de ello lo ofrece la filial venezolana de Movistar, que va a recurrir a la energía solar para abastecer seis estaciones de telecomunicaciones.
En cuanto a la acción gubernamental, su estrategia es que el mercado de energía renovable crezca un 3,5% durante el período 2022-2027. En fotovoltaica se instalarán al menos 500 MW hasta 2026 en una primera fase, según recoge el Plan de Energías Alternativas. En eólica el objetivo es construir parques eólicos con una capacidad de generación de 10.000 MW durante los próximos 15 años. Con una capacidad ya instalada de 16.521 MW hidroeléctricos, está fuente seguirá dominando, no obstante, el mix eléctrico venezolano durante mucho tiempo.
El quinto país más grande del mundo y el sexto más poblado, Brasil, lleva años liderando la capacidad instalada de energía renovable en Latinoamérica, con 158 GW en 2021. La hidroeléctrica por sí sola representa el 58% de toda la electricidad generada en el país. Pero como depender tanto de la hidroelectricidad le hace muy vulnerable a las sequías, como sucedió hace un par de años, Brasil está inmerso en el despliegue de otras opciones de energía verde.
En este escenario, tienen especial protagonismo la eólica y la solar fotovoltaica. Con casi 22 GW instalados y otros 15,4 GW en desarrollo, la primera representa actualmente más del 11% de la capacidad total del país, y la segunda un porcentaje similar, con una capacidad instalada de 23,1 gigavatios (GW). Destaca, en especial, el espectacular avance que está teniendo el autoconsumo en el país, que ya acumula 16 GW, según datos de la Asociación Brasileña de Energía Solar Fotovoltaica (Absolar).
Absolar señala que esta fuente, repartida entre grandes y pequeñas instalaciones, creció nada menos que un 62,6 % en 2022, desde los 14,2 GW que había en enero hasta los 23,1 GW en diciembre, lo que hace que se haya convertido, de momento al menos, en la segunda mayor fuente en la matriz eléctrica del país, tras la hídrica (103 GW). La capacidad instalada en solar fotovoltaica también supera en Brasil a la de las plantas de generación de electricidad alimentadas con gas natural (16,4 GW) y a la de las producidas con biomasa (16,2 GW).
La biomasa es otro recurso muy a tener en cuenta: representa en torno al 9% de la matriz eléctrica brasileña, con 15.320 MW instalados. Pero la mayor contribución viene de los biocombustibles, en especial del biodiésel, que alcanzó los 6.760 millones de litros de producción en 2021 según la asociación Abiove.
Enclavado en Centroamérica (aunque no es propiamente un país latino), el diminuto Belice (apenas tiene 22.800 km², casi la mitad que Extremadura) está haciendo importantes esfuerzos en el camino hacia la independencia energética y la reducción de su huella de carbono. De momento, su generación eléctrica es un 60% renovable, con la energía hidroeléctrica en primer lugar (alrededor del 38%) y la biomasa en segundo (19%).
La energía solar está limitada, de momento, a instalaciones fuera de red, para proporcionar electricidad a viviendas, hoteles y complejos turísticos localizados en zonas remotas de este país, que tiene en el turismo su principal fuente de ingresos. El Gobierno de Belice también ha instalado microrredes y farolas solares para iluminación en comunidades rurales que aún no están concentradas a la red nacional y tiene la intención de fomentar la inversión en nuevas instalaciones solares para servicios públicos, pero aún no ha anunciado públicamente una solicitud de propuestas. Otro de sus objetivos, que lleva a cabo junto con Belize Electricity Limited (BEL), es la introducción de vehículos y autobuses eléctricos para reducir la actual dependencia de los combustibles fósiles. La energía del viento todavía no está desarrollada en Belice, que tiene en sus aguas territoriales el mayor potencial, con un recurso eólico calificado de excelente en algunas áreas.
Los datos aportados por el Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional (GRUN) y recogidos por CEPAL indican que la capacidad de generar energía renovable en Nicaragua suponía en 2020 el 75,94% del total, 50 puntos más que en 2007, cuando la capacidad de generación era predominantemente térmica (más del 70%), a base de fueloil y diésel. La generación verde procede, fundamentalmente, de la bioenergía (en torno al 18%) la eólica (15%), la geotérmica (13%) y la hidráulica (7%).
En 2021, Nicaragua reportó la instalación de cinco mil paneles solares, fundamentalmente, en las zonas más remotas de la la costa de el Caribe y en Río San Juan. Para 2022, el objetivo se centró en el establecimiento de 6.000 sistemas fotovoltaicos, que beneficiarán a 1.700 hogares y el impulso a la construcción de pequeñas centrales hidroeléctricas, como La Camaleona, en el departamento de Jinotega, con una capacidad instalada de 820 kilovatios.
Guatemala pone fin a este repaso. Se trata de otro de los países centroamericanos que ha superado la cifra de los 1.000 MW renovables conectados a red. En concreto, tiene instalados 2.872 MW. Pero sobre todo destaca en redes aisladas alimentadas con energía solar, con 8.308 MW operativos.
El Plan de Expansión del Sistema de Generación 2022-2052, recientemente lanzado por el gobierno, persigue duplicar el parque de generación actual del país, llevándolo hasta los 5.981 MW en 2052. De este total, en energías renovables, 905 MW se añadiría en grandes hidroeléctricas, unos 35 MW en minihidáulica (menores a 5 MW), 356 MW en geotérmica, 310 MW solares, 330 MW eólicos y 15 MW de biogás, para que más del 60% de la energía del país provenga de fuentes renovables no convencionales.
La Comisión Nacional de Energía Eléctrica (CNEE) de Guatemala tiene abiertas ya varias licitaciones para acceder a contratos de potencia y energía para el suministro desde 2026 a 2041 y prepara otra licitación de hasta 1.200 MW.
Hacia un 70% renovable en 2030
Renewables in Latin America and the Caribbean (RELAC), es una iniciativa suscrita hasta el momento por 15 países del área, comprometidos a que para 2030 el 70% de su consumo de energía eléctrica venga de energías renovables. Una meta que algunos ya han alcanzado gracias a la gran hidráulica.
En otras tecnologías se puede avanzar mucho más. La mayoría de los países de esta zona del mundo tienen una alta riqueza en radiación solar, (por ejemplo, Chile, Perú, México y Argentina tienen prometidos diarios que superan los 4,5 kilovatio hora), y el recurso eólico no le anda a la zaga. El potencial en geotérmica y en bioenergía es, igualmente, notable.
La inversión en estas tecnologías y su aprovechamiento han conducido a que a finales de 2021 la capacidad instalada de energía renovable en América Latina y el Caribe sumara 291.770 megavatios (MW), lo que representa una subida del 6% con respecto a 2020. A destacar, en especial, la rápida evolución de la solar fotovoltaica. En la subregión centroamericana, por ejemplo, sumaba 3.276 MW en 2021, teniendo como máximos exponentes a Honduras (514 MW), Puerto Rico (491 MW), República Dominicana (490 MW) El Salvador (478 MW) y Panamá (465 MW).
América Latina destaca, asimismo, por su elevado potencial para la generación de hidrógeno verde. Chile, Uruguay, Paraguay, y Colombia cuentan con hojas de ruta en hidrógeno verde, y otros, como Ecuador, se preparan para lanzarlas en breve. Pero también queda mucho por hacer: en la región, todavía hay 17 millones de personas que carecen de acceso a la electricidad, principalmente en los países centroamericanos, donde se espera que la demanda de energía siga creciendo en las próximas décadas.