Afortunadamente las cosas cambian y las opciones de financiación también. Hoy existen alternativas a los modos tradicionales de conseguir capital. Las energías renovables asisten a un momento de madurez en el que ya se perfilan como alternativas solventes y muy reales, más alineadas con la transformación digital que viene, y mucho más coherentes con la nueva economía. La transición energética está avanzando por derecho propio, a base de probar que puede competir con cualquiera sin subvenciones ni ayudas, como ha quedado claro en las subastas de potencia recientemente celebradas en España. El marco actual ya es el oportuno para que los inversores se sientan cada vez más atraídos. Los costes de generación cada vez más bajos, los altos niveles de eficiencia y la buena curva de aprendizaje de esta industria están atrayendo cada vez más miradas, entre ellas la de la economía colaborativa.
Las fórmulas de crowdfunding y crowlending están prosperando entre la pequeña y mediana empresa como nueva vía de financiación más allá de los bancos o las entidades financieras al uso. En ellas los proyectos pequeños y medianos pueden pedir dinero a un colectivo grande y diverso de personas a cambio de un retorno económico acordado en un contrato de préstamo. Este varía, cómo no, en función de la solvencia del proyecto, calculado por el departamento de riesgo de la empresa de crowdlending. Las ventajas para una y otra parte del acuerdo son notorias.
La rentabilidad para el inversor es muy superior a los productos financieros de la banca tradicional, llegando fácilmente a rendimientos de entre el 6 y 14%. Se supone que además existe una cierta seguridad en cuanto al reembolso, con garantías reales y avales que ha de prestar el promotor y que minimizan la posibilidad de impago. Según las propias empresas dedicadas al crowdlending, un alto porcentaje de los proyectos que se presentan son descartados total o parcialmente porque no pasan el filtro de sus departamentos de riesgo. La transparencia alrededor del uso que se da al dinero y la posibilidad de elegir un proyecto de impacto positivo redondean una ecuación muy coherente con la economía colaborativa.
En el lado de las empresas que solicitan el préstamo también existen ventajas a tener muy en cuenta. Empezando por la diversificación de las fuentes de crédito, o la agilidad con la que se puede obtener crédito. Por no mencionar que el préstamo no se hace constar en el CIRBE (Central de Información de Riesgos del Banco de España), lo que permite elevar el nivel de endeudamiento de la empresa sin hacer saltar las alarmas de terceros. Las condiciones del préstamo además, suelen ser flexibles, tanto en cuanto al plazo de amortización como en los importes demandados por el promotor solicitante.
Hasta aquí todo ventajas del crowdlending en el complejo mundo de la financiación de las energías renovables. Pero este modelo tiene serias limitaciones en cuanto al alcance de los proyectos financiados. Estamos hablando de pequeños inversores que depositan su confianza en pequeños proyectos. Y esto en un contexto de grandes proyectos y volúmenes gigantescos es una gota en el océano. Confiar la transición energética al crowdlending es como encomendar el avance contra la violencia de género a las inercias sociales. Puede pasar mucho tiempo, demasiado, antes de que la lluvia de recursos empape el suelo y permita que la transición germine.
Necesitamos que los grandes inversores suelten el freno que ahora les inhibe de apostar por los proyectos de energías renovables en España. Y el primer paso para ello es un marco regulatorio confiable y coherente con el de otros países desarrollados. Los bandazos jurídicos en materia energética sitúan a España como tercer país del mundo con mayor número de causas arbitrales abiertas, solo por detrás de Argentina y Venezuela. Y ya se sabe que la inseguridad jurídica ahuyenta al dinero.