Enmanuel Macron anunció su propuesta nuclear el pasado 10 de febrero, con el argumento de que esta es la mejor vía para alcanzar la neutralidad climática en 2050 y reducir la dependencia del país de los combustibles fósiles importados. Un discurso bien visto, en general, por la derecha, que insiste en que la energía de los átomos es el futuro, pero también por parte de la izquierda del país, y que ha suscitado la crítica unánime del ecologismo galo. Tanto por el altísimo coste de las centrales nucleares como por los residuos radiactivos que generan, cuya gestión y almacenamiento representa una gravísima amenaza durante decenas de miles de años.
“El presidente Emmanuel Macron demuestra una vez más que es un incompetente en términos de ecología”, resumía Greenpeace Francia en su cuenta de Twitter nada más conocer el proyecto del jefe del Estado galo, pero que encaja, sin embargo, con la controvertida nueva taxonomía de la Comisión Europea, que ha dado luz verde a que el gas natural y la energía nuclear sean catalogadas como “verdes” y “sostenibles”.
Otros países, como Alemania, España, Luxemburgo, Dinamarca y Austria, son totalmente contrarios a ello. “La energía nuclear es cualquier cosa menos sostenible, es arriesgada, demasiado cara y los procesos de construcción y planificación son demasiado largos para contribuir a la neutralidad climática en 2050”, declaraba Steffi Lemke, ministra alemana de Medio Ambiente, tras conocer la decisión de la CE. La vicepresidenta tercera española ha sido igualmente taxativa: “El gobierno español no financiará nuevas centrales nucleares ni infraestructuras de gas”, dijo Teresa Ribera, y anuncio que el Ejecutivo español estudia la posibilidad de presentar un recurso ante el Tribunal de Justicia de la UE en contra de la decisión de la Comisión.
El experto en mercados energéticos Javier García Breva abunda en el tema y afirma que “el anuncio de más centrales nucleares en Francia no hubiera sido posible sin la oportunidad que le ha puesto en bandeja el gran lobby gasista en que se ha convertido la Comisión Europea de la mano de su presidenta, Ursula von der leyen, y la comisaria de energía, Kadri Simson, al convertir la energía nuclear y el gas fósil en energías limpias contra toda lógica de un mercado que no va a invertir en nucleares y cada vez menos en combustibles fósiles porque ya hay alternativas más viables y más competitivas”.
¿Huída hacia adelante?
Estas críticas no parecen haber hecho mella alguna en el presidente galo, que mantiene su propuesta de construir al menos seis nuevos reactores (que podrían llegar hasta 14) en los próximos años. Los trabajos de construcción comenzarían en el año 2028, con el objetivo de tener el primer reactor operando en 2035. Entretanto, la autoridad de seguridad nuclear de Francia ha acordado prolongar hasta los 50 años la vida útil de los 32 reactores nucleares más antiguos del país, que fueron construidos en la década de 1980, lo que significa que podrían mantenerse activos hasta bien entrada la década de 2030.
Em ciuanto a los nuevos reactores, serán construidos y operados por Éectricitè de France (EDF), compañía de la que el Estado controla el 84% del capital. En estros momentos, EDF tiene que hacer frente a la costosa reparación de algunas de sus centrales atómicas debido a defectos de fabricación, y se ha visto obligada a desconectar varias durante largos períodos. Así que Macron –lo ha dicho él mismo–, ve en su propuesta atómica la oportunidad para movilizar “decenas de miles de millones de euros de financiación pública” con los que patrocinar los proyectos y asegurar la salud económica de la eléctrica estatal.
García Breva asegura, sin embargo, que la industria nuclear francesa está arruinada: "Después de la quiebra de AREVA y su absorción por EDF tendrá que hacer frente a la reparación de los defectos de fabricación encontrados en los reactores franceses, cuyo coste puede ser equivalente a los miles de millones que ha anunciado el presidente francés para invertir en nuevas centrales”.
Además, como les suele pasar a los defensores de la energía nuclear, Breva cree que "Macron se ha olvidado del coste incalculable e ilimitado en el tiempo de la gestión de los residuos nucleares y de que aún no existe la tecnología para su almacenamiento definitivo y seguro. Todos estos costes los asume el Estado francés, porque solo con dinero público, o con dictaduras, se puede sostener la industria nuclear y ahora que la Comisión Europea la ha etiquetado como verde, con dinero de los fondos europeos. Está fuera de la lógica económica”, concluye.
Un buen referente del disparado precido de construir una planta nuclear lo encontramos en la central de Flammanville (en la península de Cotentin, en la Manche), donde, en 2007, se empezó a construir un tercer reactor nuclear con una inversión anunciada de 3.000 millones. Quince años más tarde, el reactor sigue sin haber entrado en operación y ya se lleva nvertido en el 19.000 millones de euros, más de seis veces lo previsto inicialmente.
El segundo país del mundo con más nucleares
Francia es el segundo país del mundo con más centrales, 56, y también el segundo productor de energía nuclear, después de Estados Unidos. A día de hoy, obtiene alrededor del 70% de su electricidad a partir de esta tecnología. Sin embargo, fiar a la nuclear la soberanía energética del país supone un gran riesgo, tanto por el ya señalado elevadísimo coste de construcción de las centrales y el largo periodo que conlleva, como por las cada vez más exigentes medidas de seguridad y la gestión de los residuos.
Por eso hay quien se pregunta si no habrá también una estrategia geopolítica en la postura de Enmanuel Macron, ya que, tras la salida de Reino Unido de la Unión Europea, Francia es el único país de la UE con la bomba atómica.
Para García Breva, recurrir a esta estrategia es, cuando menos, trasnochado: “La iniciativa pronuclear de Macron más parece un intento de que Francia saque la cabeza en la actual tensión geopolítica entre EEUU, Europa y Rusia exhibiendo un músculo nuclear que en realidad está en los huesos. No es creíble; a no ser que el presidente francés esté pensando en otra lógica militar más propia de la guerra fría, sin pensar que supondría un coste inasumible para la sociedad francesa y europea”.
La conclusión del experto es que "la Comisión Europea ha cometido la irresponsabilidad de abrir el debate nuclear cuando nunca lo había hecho, dejando que cada gobierno decidiera libremente. Ahora el debate se abre desde Bruselas y obliga a todos los gobiernos a pronunciarse cuando el mercado ya lo hizo hace tiempo. Al eje franco-alemán parece que la lucha contra el cambio climático solo le interesa para las grandes cumbres. ¿A partir de ahora quién les va a creer".
Más argumentos para los euroescépticos y la extrema derecha, concluye.