No a la guerra

Pudimos llegar hasta el centro de Madrid pese a la sospechosa falta de medios que impidieron a la gente desplazarse. Es curioso que en un día en el que era previsible que cientos de miles de personas fueran a utilizar el transporte público, nadie previó aumentar la oferta de trenes, metros o autobuses. Y muchísima gente tuvo que conformarse con mirar desde los andenes cómo los escasos transportes públicos propios del fin de semana, pasaban de largo abarrotados de pasajeros. Cuando cualquier futbolería o beatificación trae consigo un despliegue inusitado de medios, es llamativo que el sábado 15 de febrero no se hubiera tenido en cuenta. Por cierto, no sabemos qué pensarán de la guerra los santos y los beatos en los que dicen creer fervientemente muchos miembros del Gobierno.

No es nuestra intención, sin embargo, redundar en las críticas sobre las trabas puestas por el Gobierno al derecho ciudadano a expresarse. Las compartimos. Pero lo realmente inquietante es esa monopolización de la razón de que hace gala el sr. Bush y sus adeptos. ¿Cómo se puede despreciar tan olímpicamente el coste de vidas que tendría esta guerra? ¿Qué sentido tiene semejante masacre?

Pensadores y analistas políticos de todo el mundo han reiterado que, de producirse, la guerra es inmoral e ilegal. Que Estados Unidos quiere hacer a su antojo y desprecia hasta la náusea la voluntad del resto de los países y de la comunidad internacional representada en Naciones Unidas. Que el control de las reservas de petróleo de Irak es, y no otro, el factor determinante que ciega la mente de la Administración Bush. Y que al hacerse con el petróleo iraquí, busca, al tiempo, redibujar el mapa de Oriente Medio.

De nuevo, pues, el petróleo. Antepuesto a cualquier otra consideración. El pasado jueves Naciones Unidas hacía públicas las cifras que esa codicia tendrá en un escenario de una guerra de media intensidad: al margen de los muertos, más de 10 millones de personas necesitadas de ayuda alimentaria, la mitad de la población sin acceso al agua, 2 millones de desplazados internos y 1 millón de refugiados en los países vecinos…

Si el Gobierno español se muestra sordo al clamor del pueblo al que representa contra esa masacre, habrá que exigir al PP toda la responsabilidad. No pueden seguir creyendo que tienen un cheque en blanco para hacer en España lo que Bush pretende hacer con el mundo entero: "lo hago porque me da la gana". Todos deberíamos tenerlo en cuenta. También los ciudadanos estadounidenses deberían ser conscientes de lo que su Gobierno está dispuesto a hacer en su nombre. Y olvidando el estilo de Bush, deberían comenzar a pensar que el mundo no se reduce a la tierra que se extiende entre Nueva York y los Ángeles.

Los que hacemos Energías Renovables salimos el sábado 15 a la calle para gritar "No a la guerra". No a la guerra por las viejas energías. Porque en Irak viven millones de personas inocentes que, muy probablemente, sólo esperan que Sadam Husein desaparezca cuanto antes para dejarles vivir en paz y en libertad. Pero la paz no se prepara con la guerra. Si el tirano que gobernó en España durante 40 años se hubiera enfrascado en una carrera de amenazas contra el resto del mundo, también a nosotros nos hubiera gustado que millones de personas, desde Oceanía hasta América, hubieran salido a la calle para pedir que no nos bombardearan. No a la guerra.

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