Los resultados del estudio se publican en la última edición de la revista científica
Nature y muestran que las concentraciones actuales de óxido nitroso, un gas que además de tener un alto potencial de calentamiento permanece decenas de años en la atmósfera, están empezando a superar los niveles previstos en la mayoría de los escenarios de emisión del IPCC.
En concreto, han aumentado un 20% con respecto a los niveles preindustriales y su crecimiento se ha acelerado en los últimos decenios debido a las emisiones de diversas actividades humanas. La principal responsable es la agricultura. Según el estudio, cada año se esparcen más de 100 millones de toneladas de nitrógeno en las tierras de cultivo de todo el mundo como fertilizante sintético, y otros 100 millones caen en los pastizales en forma de estiércol de ganado. Como consecuencia de ello, entre 2007 y 2016 la agricultura fue responsable de casi el 70% de las emisiones de óxido nitroso.
Las mayores tasas de crecimiento de las emisiones se dan en las economías emergentes, en particular en Brasil, China e India, donde la producción agrícola y el número de cabezas de ganado han aumentado. Las ligadas a los fertilizantes sintéticos se están produciendo, especialmente, en China, India y Estados Unidos, mientras que las derivadas de la aplicación de estiércol de ganado como fertilizante se producen, sobre todo, en África y América del Sur.
Cinco años de investigación
Los inventarios nacionales existentes sobre emisiones de N2O no ofrecen un panorama completo de la situación al no incluir las fuentes naturales de emisión y también por limitaciones en la metodología para atribuir las fuentes antropógenas. El trabajo realizado por Global Carbon Project y la Iniciativa Internacional de Nitrógeno, en el que han participado científicos de 48 instituciones de investigación de 14 países durante cinco años, buscaba colmar estas lagunas.
Los investigadores advierten, además, de que, de no ponerse remedio, en los próximos decenios las emisiones de N2O seguirán aumentando como resultado de la creciente demanda de alimentos, piensos, fibras y energía, y del aumento de las fuentes de generación de desechos y de los procesos industriales. Reconocen que no hay una alternativa sencilla a los fertilizantes de nitrógeno sin emisiones de gases de efecto invernadero, a diferencia de lo que ocurre con los combustibles fósiles, que pueden ser sustituidos por energías renovables. La producción de alimentos siempre filtrará algo de nitrógeno, pero se puede reducir la cantidad.
Como referencia señalan que Europa ha sido capaz de reducir las emisiones de N2O durante las dos últimas décadas, al tiempo que ha aumentado la productividad agrícola.
"La mayoría de las políticas agrícolas (europeas) se centraron en la reducción de la contaminación en las vías fluviales y el agua potable, lo que ilustra las oportunidades beneficiosas para la eficiencia en el uso del nitrógeno como un caso económico y ambiental convincente para la adopción de medidas más allá del cambio climático solamente". En Estados Unidos "las emisiones han permanecido en gran medida inalteradas a pesar de un aumento significativo de la producción agrícola, lo que sugiere un uso más eficiente de los fertilizantes de nitrógeno en ese país.
"Este nuevo análisis exige un replanteamiento a gran escala de las formas en que utilizamos y abusamos de los fertilizantes de nitrógeno a nivel mundial y nos insta a adoptar prácticas más sostenibles en la forma en que producimos alimentos, incluida la reducción de los desechos de alimentos", concluye el codirector del estudio, Josep Canadell, científico jefe del Centro de Ciencias del Clima de la Organización de Investigación Científica e Industrial del Commonwealth (
CSIRO), con sede en Australia, y director ejecutivo del Proyecto Mundial del Carbono.