Mucho calor de verano, mucho sol desaprovechado. Las trabas que el Ejecutivo Rajoy ha ideado para ralentizar la penetración del autoconsumo (regulación y burocracia alambicadas), el incremento de la presión fiscal (la creación de nuevos impuestos energéticos) y la política retroactiva (de recortes del precio del kilovatio renovable) han espantado de aquí a los inversores y han marchitado -durante este último quinquenio- el milagro de las energías renovables en España. El resultado del parón renovable es el previsible: en cuanto ha llegado la sequía (merma la generación hidroeléctrica) y ha holgazaneado algo más de lo habitual el viento (la producción eólica siempre baja en verano), el sistema ha echado mano como siempre de la generación con carbón y gas. ¿Resultado? La misma electricidad en la red (la demanda enero-julio del 17 es casi idéntica a la del 16), pero más humo en el aire (el año pasado las renovables -agua, viento y Sol- generaron más, pero este año el agua y el viento han bajado demasiados enteros). Lo que no ha bajado es la chicharrera, verano con ola de calor hasta en junio que sin embargo no hemos aprovechado porque el Ejecutivo conservador lleva cinco años retrasando lo inevitable: la revolución solar, la revolución de las renovables.
Las últimas subastas -promesa de futuro- ya no podrán paliar el encarecimiento de la electricidad en este estío (más carbón y más gas en el sistema son precios más elevados) y tampoco podrán evitar lo que ya es un hecho: el incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero. Y es que, si entre enero y julio del 16 generamos con carbón menos del 10% de los kilovatios que demandó el país, entre enero y julio del 17 ese porcentaje ha crecido hasta alcanzar casi el 17, es decir, que la quema de carbón para generar electricidad ha crecido en la España de 2017 más de un 70% con respecto al registro del año pasado. Es algo así como el canto del cisne. Es como si el Ejecutivo Rajoy hubiera querido congelar el despliegue de potencia renovable hasta el último minuto para permitirle al viejo carbón apurar sus últimas caladas (Bruselas ha fijado 2018 como el año del cierre de las térmicas carboneras). En fin, congelamos la eólica y la solar desde el 12 (Rajoy fue investido en diciembre de 2011) y hasta el 17; le damos así salida a todo el carbón posible; y, cuando Bruselas comience a asomar por la puerta del 18, organizamos unas subastas que reactiven el sector. Eso sí: subastas a medida de las grandes compañías, que van a ser las únicas capaces de adjudicarse la potencia en liza habida cuenta de las reglas de la puja.
En fin, España, en el verano del 17. Abajo: tabla comparativa de la producción de eletricidad en 2016 y 2017.