Greenpeace ha difundido hoy un extenso comunicado con el que quiere "salir al paso de la campaña de desinformación que trata de ocultar las maniobras de las eléctricas para seguir obteniendo ingresos excesivos a costa de los consumidores", una campaña que coincide con el primer fin de semana en que entran en vigor las tarifas valle. La organización ecologista considera que tanto las nuevas tarifas horarias en vigor desde el 1 de junio como el anteproyecto de ley para retirar a las eléctricas algunos ingresos excesivos (1) "son medidas necesarias para la transición hacia un sistema eléctrico eficiente, inteligente y 100% renovable, en el que la ciudadanía debe tener un papel protagonista".
Según Greenpeace, el nuevo sistema de tarificación para la factura eléctrica que acaba de entrar en vigor va a permitir que se pueda gestionar mejor el consumo: "esto tiene impactos sobre el qué, el cuánto y el cuándo se consume la electricidad, que a su vez influyen en sentido positivo en el sistema eléctrico", dicen los ecologistas. Así, la nueva tarifa de la luz distribuye los costes regulados (los de los peajes y cargos), pero no varía la cuantía total de los mismos.
Raquel Montón, responsable de la campaña de Energía de Greenpeace: “no es cierto que haya que planchar a las tres de la mañana y poner la lavadora antes de que amanezca. Para la mayoría de los consumidores, si se aprovecha la posibilidad de programación de muchos aparatos y se cambian algunos hábitos, el precio total anual no tendría por qué tener una gran variación; de hecho, si se utilizan los incentivos de la tarifa posiblemente se pueda lograr un ahorro. Pero lo más importante es que estamos aprendiendo a gestionar nuestra demanda”
Greenpeace explica cómo funciona el mercado
La organización ecologista explica que la electricidad se produce de distintas maneras. A saber: quemando carbón en centrales térmicas, quemando gas en centrales de ciclo combinado o plantas de cogeneración, operando con uranio en centrales nucleares, aprovechando saltos de agua en grandes embalses o con el viento, el Sol o la biomasa. Según la hora del día -continúa Greenpeace-, la electricidad es producida con una mezcla u otra de todas esas fuentes y, por lo tanto, con distintos costes e impactos.
El precio que se paga en esa hora no es el resultado de aplicar sus costes, sino el resultado que se obtiene en un mercado diseñado para que todos los ofertantes cobren por igual el precio más alto posible. Se trata de un mercado marginalista que paga el mayor precio siempre a todos y en la actualidad el mayor precio lo marca el gas.
Cuando desplazamos el consumo de esa hora punta, compramos a precio más bajo, bajamos la demanda de esa hora cara y consecuentemente disminuye el precio marginal de la hora cara y puede que se eviten ciertas emisiones de CO2 del gas.
“Al desplazar el consumo de las horas punta -añade Montón- disminuye el precio marginal y las eléctricas cobran menos y el medio ambiente se ahorra unas emisiones. Todavía sería mejor si tuviéramos un tramo horario bajo en las horas en las que la energía solar está produciendo”.
La nueva factura -añaden desde Greenpeace- disminuye el peso de la potencia contratada en la factura y permite que se tengan dos potencias contratadas; además, incorpora un maxímetro que informará sobre la potencia que se necesita realmente cada mes. Todo esto ayudará a disminuir la factura y a que los esfuerzos e inversiones en eficiencia y en autoconsumo se vean premiados.
Raquel Montón, responsable de la campaña de Energía de Greenpeace: “Estamos aprendiendo a gestionar nuestra demanda y esto nos va a servir para mantener la seguridad de suministro, para aprovechar mejor las renovables y para consumir con el precio más bajo del mercado. La demanda agregada puede y debe jugar un papel para aportar flexibilidad al sistema y quitar poder a las eléctricas”, ha continuado Montón.
Los beneficios caídos del cielo
Además de la nueva factura de la luz, el Gobierno está elaborando otra normativa para recortar a las eléctricas una parte de los conocidos “beneficios caídos del cielo” y que puede suponer una reducción de 1.000 millones de euros para las eléctricas, un recorte que -alerta Greenpeace- coincide con la elevada subida del precio de la luz.
En ese sentido, la organización ecologista pide a la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia que investigue a las eléctricas por esta subida tan sospechosa coincidente con el anuncio del Gobierno.
Propuestas verdes
También solicita al Gobierno que incluya tramos bajos de tarifa para dirigir la demanda a los momentos de mayor producción solar, que regule la gestión de la demanda, que regule e impulse el autoconsumo y las comunidades energéticas locales y que tramite por vía rápida el recorte de los 1000 millones de euros.
“El organismo regulador -explica Raquel Montón- tiene que descartar que las eléctricas no están creando la tormenta perfecta para perjudicar a los consumidores y que estos actúen de forma vicaria culpando al Gobierno y debilitándolo para evitar que este les recorte sus beneficios extraordinarios”.
“No olvidemos que los elevados precios de la luz sí nos perjudican, en especial a las personas más vulnerables porque no tienen aparatos programables ni recursos suficientes para mejorar la eficiencia de sus hogares y porque la factura eléctrica (con una tarifa u otra) va a llevarse una parte enorme de sus escasos o nulos ingresos. El problema no es la tarifa sino la precariedad y todo esto es lo que tenemos que corregir con ayudas públicas”, ha concluido la responsable de la campaña de Energía de Greenpeace.
Por otra parte, Greenpeace ha pedido a los grupos parlamentarios que tramiten por la vía de urgencia el “Anteproyecto de Ley por la que se actúa sobre la retribución del CO2 no emitido del mercado eléctrico”, para que entre en vigor lo antes posible. En su tramitación, se deben eliminar del anteproyecto detalles como el “parámetro alfa”, que reduce de manera arbitraria e injustificada en un 10% la cantidad que las eléctricas van a dejar de cobrar.
Nueva tarifa de la luz: lo que tú puedes ganar y las eléctricas pueden perder, por Raquel Montón