La organización ecologista difundió ayer un comunicado en el que, por una parte, "lamenta" que la industria nuclear y algunos gobiernos sigan defendiendo "obstinadamente que la energía nuclear es segura", mientras que, por otra, "denuncia que es una irresponsabilidad subestimar los accidentes nucleares y sus consecuencias, y recuerda que estas se traducen en tragedias humanas para miles de personas". Según los datos de Greenpeace, tras la catástrofe nuclear que sacudió Fukushima y sus alrededores, "unas 160.000 personas huyeron de los territorios contaminados y unas 100.000 aún continúan desplazadas".
La organización ecologista explica que las ayudas que ha establecido el gobierno japonés para los afectados "han sido totalmente insuficientes" y alerta sobre la radioactividad todavía presente en la zona siniestrada: el límite máximo de exposición a la radiación "es 20 veces superior a lo recomendado para situaciones no accidentales y también 20 veces superior al límite establecido en Chernóbil para vivir en zonas contaminadas". En la imagen, la ciudad de Namie, en la prefectura de Fukushima, que se reestructuró en tres zonas de evacuación dependiendo de la dosis de radiación anual estimada. Según Greenpeace, está previsto que algunas áreas se reabran en 2016. "Sin embargo -añade la organización ecologista-, una encuesta que realizó la oficina municipal de Namie en 2013 reveló que el 37,5% de los residentes ha renunciado a recuperar su vida antigua y el mismo porcentaje 'no sabe, no contesta'. Sólo el 19% de los residentes originales de Namie confía en regresar".
Crisis sanitaria y psicosocial
"Los efectos más visibles de la exposición a la radiactividad -explica Greenpeace en sucomunicado- se traducen con el tiempo en un aumento de las tasas de mortalidad o en un incremento de los casos de cáncer de tiroides". Pero eso no es todo -matiza la organización ecologista-, "las personas que sufren un accidente nuclear como Fukushima también conviven cada día con trastornos psicológicos como la ansiedad, la depresión o el estrés postraumático, en respuesta al miedo diario a contraer cáncer o pensar en que la vuelta a casa no es posible". Así -informa Greenpeace-, un 28% de las madres que tuvieron bebés en la región más cercana a la central de Fukushima sufre depresión, un porcentaje tres veces superior a la media.
Convivencia con una contaminación incontrolada
Greenpeace asegura que ha comprobado en el terreno que los niveles de radioactividad existentes son superiores a los publicados por el Gobierno y la gestión de las tierras radiactivas basada en almacenar estas en sacos no es segura (1). Según la organización ecologista, "el Gobierno japonés pretende tranquilizar a las personas que vuelven a sus casas proporcionando a las familias dosímetros para medir las dosis de radiación externa". En ese sentido, Greenpeace sostiene "que el Gobierno japonés debe terminar con su intento de mostrar al mundo que la situación es completamente normal, y asumir su responsabilidad con las víctimas que merecen compensaciones justas y reconocimiento social".
España
Según la portavoz de la campaña de Energía Nuclear de Greenpeace, Marta González, "es inaceptable seguir escuchando de los gobiernos y la industria que la energía nuclear es segura. Los desastres nucleares son tragedias humanas, con miles de personas desplazadas, y familias rotas. Greenpeace ha podido ver la dimensión de la tragedia humana en Japón y ningún gobierno en el mundo debería exponer a su población al riesgo de tener que vivir una tragedia como la Fukushima". En España hay siete reactores nucleares en funcionamiento y se debate si se lleva a Garoña hasta los 60 años de vida útil, la central maś vieja de la Unión Europea y cuyo rector es gemelo al de Fukushima. En los próximos meses, Greenpeace publicará los resultados de una investigación en la costa de Fukushima para medir los impactos de la radiación en el océano.
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