Cuando la elevación de precios se hace escandalosa rápidamente se nos explica que ello se debe a la escasez de lluvia, viento o sol, con lo que las plantas renovables - que son, nos dicen, las que bajan el precio de la electricidad - producen menos energía eléctrica, lo que exige utilizar otras centrales más caras, como son las de carbón o gas, las cuales, al ser las últimas en entrar en el sistema, fijan el precio final para todas ellas. Las explicaciones anteriores se acompañan también de razones tales como que en Francia están consumiendo más electricidad de la que pueden generar y tiran de la red española, con lo que al tener que producir más electricidad lo tenemos que hacer con las centrales más caras, con los negativos efectos expuestos anteriormente.
Finalmente siempre queda, a los voceros de turno, el recurso de explicar el aumento del precio de la electricidad a la elevación del precio del gas, con lo que en las centrales que queman dicho combustible se encarece enormemente el precio del kWh en ellas producido, lo que repercute, por las razones ya indicadas, sobre el resto de centrales.
Ante tales planteamientos surge una pregunta: ¿pero no decían que las renovables eran la causa del elevado precio de la electricidad en España? Sin embargo, ahora se nos dice que cuando las renovables producen poca electricidad el precio de ésta aumenta mientras que si generan más electricidad su precio baja. ¿En que quedamos, son las renovables interesantes o no para el consumidor? Indudablemente, para quienes parece que no resultan muy convenientes son para las grandes empresas del sector eléctrico, ya que si la generación en las plantas renovables baja el precio de la electricidad producida en el resto de sus centrales parece razonable que aquellas quieran minimizar la participación de tales tecnologías en tan reducido club.
Planteadas así las cosas siempre les quedará el recurso de decir que las plantas de renovables, fundamentalmente las fotovoltaicas, realizadas al inicio de la puesta en funcionamiento de estas tecnologías resultaron muy caras y ahora tenemos que pagar los españoles unos costes que de haber esperado a que tales tecnologías madurasen nos hubiéramos ahorrado, pues no podemos olvidar que una planta fotovoltaica cuesta hoy un ochenta por ciento menos que hace nueve años y que dichos costes siguen bajando a la vez que la eficiencia de las mismas aumenta. Naturalmente quienes así hablan no nos dicen que si hoy cuestan lo que cuestan es porque en su día se apostó por aquellas nuevas tecnologías, lo que dio lugar a que se crearan nuevas empresas, que generaron gran número de puestos de trabajo. Además, gracias a la investigación e innovación realizada han bajado espectacularmente sus costes, lo que les ha permitido salir al exterior a competir con tecnologías punteras, con lo que ello significa de efecto tractor para otras muchas empresas y para el prestigio de la marca España.
Ahora bien, esto fue posible también mediante inversiones realizadas por muchos miles de españoles en respuesta a la oferta del Gobierno hecha a través del Boletín Oficial del Estado, muchos de los cuales, a la vista de lo sucedido, piensan que fueron engañados.
Dado que ahora todos admiten que las energías renovables son el futuro inmediato, cabe deducir que algunos, quizás, hubieran preferido aquello de "que inventen ellos" y haber esperado a que fuesen empresas del exterior quienes hubieran desarrollado esas nuevas tecnologías y luego hubieran venido a nuestro país a instalarse y vendernos la energía por ellas producida.
Ante el hecho incuestionable de que España precisa un mix energético que permita generar nuestra electricidad a precios previsibles y baratos, es claro que, de momento, no podemos despreciar tecnologías en uso, como la nuclear, (en tanto sea totalmente segura), mientras desarrollamos todas nuestras posibilidades hidroeléctricas, incluidos los sistemas de bombeo, solares, en sus variantes fotovoltaica o termosolar, eólica, mareomotriz, geotérmica, biomasa, etc, al objeto de que en un horizonte no muy lejano podamos prescindir totalmente del carbón y del gas, para que aunque éste, en un momento dado, alcance un precio desorbitado dicha subida no afecte al precio de nuestra electricidad. Mientras tanto, sería imprescindible realizar una auditoría rigurosa e independiente que fije el precio real de generación de la energía eléctrica según la tecnología utilizada y las condiciones en que fue aprobada, corrigiendo la sobre retribución que actualmente, como ha dicho la Comisión Europea, percibe la energía producida en centrales nucleares e hidroeléctricas.