"Esto puede considerarse como un primer hito hacia una economía nacional de energía renovable del 100%, que debe lograrse a corto plazo", se agrega. Desde la SolarSuperState Association se explica que Uruguay ha alcanzado esta situación partiendo desde una economía basada en el petróleo importado durante la primera mitad del siglo XX, financiado a partir de la exportación de productos agrícolas.
En ese relato, se especifica que una marca importante fue la puesta en operaciones en 1944 por empresas alemanas de la central hidroeléctrica en el río Negro. Desde 1979 cuatro centrales hidroeléctricas funcionan en el país, que, dependiendo de las precipitaciones fluviales, han provisto varias veces más de 100% de electricidad en comparación con el consumo de electricidad bruta, por ejemplo en 1998, y con el superávit exportado a países vecinos como Brasil y Argentina.
El año 2004, con una importante sequía, la insegura importación de electricidad desde Argentina y Brasil, más el aumento esperado del consumo de electricidad nacional, derivó en una intensificación de la planificación del estado para las energías nucleares, fósiles y renovables al mismo tiempo, contemporáneamente algo asimilable por muchos países en todo el mundo.
Lo relevante fueron las medidas adoptadas en consecuencia, en especial cuando entre 2005 y 2008 fue necesario triplicar la producción electricidad con base en petróleo, lo que llevo a la adopción de una política de estado que en principio propuso una capacidad de producción eléctrica con fuentes renovables de 200 MW con biomasa y 300 MW con eólica. Esto abrió las puertas para que los inversores nacionales e internacionales construyeran plantas de esas tecnologías en el país. El resultado fue superar en más del 100% esas previsiones.
Al recibir el premio, Ricardo Baluga, jefe adjunto de misión de la embajada de Uruguay en Washington D.C., en donde se entregó el premio, aseguró que en lo que respecta al almacenamiento de energía, hay planes para utilizar las presas en ríos.