Así lo recoge una investigación realizada por las universidades estadounidenses de Pennsylvania y Colorado Boulder, cuyos resultados han sido publicadnos en la revista GeoHealth y de los que se hace eco madrimasd.org. Los investigadores explican que cuando respiramos aire con altos niveles de CO2, se eleva el contenido de este gas en la sangre, reduciendo la cantidad de oxígeno que llega al cerebro. Como resultado de ello, aumenta la somnolencia y la ansiedad y la función cognitiva se ve afectada, especialmente la capacidad de tomar decisiones y de razonamiento complejo. Esta situación afecta a todos, desde niños pequeños a adultos.
Shelly Miller, profesora de la escuela de ingeniería de CU Boulder, explica que "la ventilación de los edificios generalmente modula los niveles de CO2 en los espacios interiores, pero hay situaciones en las que hay demasiada gente y no hay suficiente aire fresco para diluir el CO2". El CO2 también puede acumularse en espacios mal ventilados durante períodos de tiempo más largos, como mientras dormimos por la noche con las ventanas cerradas.
El problema es que, para finales de siglo, abrir las ventanas quizá no sirva de nada para librarnos del aire viciado. Como alerta el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, si no se adoptan medidas para reducir las emisiones, los niveles de CO2 al aire libre podrían subir a 930 ppm en el año 2100. Y aún sería peor en las áreas urbanas, ya que en ellas la concentración de CO2 es, de media, alrededor de 100 ppm de CO2 más alta. Esto provocaría concentraciones de 1.440 ppm del gas en los edificios.
Ni siquiera a finales del periodo Pérmico (hace 250 millones de años) la concentración de CO2 en la atmósfera era tan alta: entonces superó las 500 ppm, y debido los cambios derivados de esas concentraciones, se perdieron para siempre más del 96% de las especies que existían entonces en el planeta.
Efecto directo
"En este nivel, algunos estudios han demostrado evidencia convincente de un deterioro cognitivo significativo", dice Anna Schapiro, coautora del estudio. "Aunque la literatura contiene algunos resultados contradictorios y se necesita mucha más investigación, parece que los dominios cognitivos de alto nivel, como la toma de decisiones y la planificación, son especialmente susceptibles al aumento de las concentraciones de CO2".
De hecho, a 1.400 ppm, las concentraciones de CO2 pueden disminuir la capacidad básica de toma de decisiones en un 25%, y el pensamiento estratégico complejo en aproximadamente un 50%, según los investigadores. Esas facultades cognitivas son las que nos permitan buscar y encontrar la felicidad en nuestra vida cotidiana, y son las que están amenazadas por las emisiones de CO2.
El impacto cognitivo del aumento de los niveles de CO2 representa lo que los científicos llaman un efecto "directo" de la concentración del gas, al igual que la acidificación del océano. En ambos casos, lo peor de todo no es el elevado nivel de CO2 en sí mismo, ni el calentamiento posterior que también causa, sino el daño que desencadena, tanto en los océanos como en las personas.
Los investigadores concluyen que puede haber técnicas para adaptarse a niveles más altos de CO2 en interiores, pero la mejor manera de evitar que los niveles lleguen a ser más perjudiciales es reducir las emisiones de combustibles fósiles, en concordancia con las estrategias de mitigación establecidas por el Acuerdo de París. Esperan, asimismo, que estos hallazgos generen más investigaciones sobre los impactos "ocultos" del cambio climático y que su trabajo sea solo un primer paso en esa dirección.