Dicen que cuando se tiene buena salud lo que hay que hacer no es solo mantenerla, sino también disfrutarla. Y este año 2023, en términos energéticos, podemos asegurar que a España la apuesta renovable le ha ido bien. En las elecciones del 23 de julio pudimos comprobar cómo, en la mayoría de los programas electorales, la apuesta energética generalizada, salvo con la excepción de siempre, ha sido a favor de que las energías renovables sean la base del mix energético futuro. Hemos conocido el borrador de la actualización del PNIEC, según los plazos establecidos por la Comisión Europea para su remisión. En esta actualización, para sorpresa de todos, vemos cómo los objetivos de potencia a instalar se incrementan de forma considerable, tanto en eólica como en fotovoltaica, con más de 47.000 MW adicionales. Una sorpresa porque nadie esperaba este incremento y porque el desarrollo del documento no ha contado con la participación externa, abierta y transparente, sectorial, empresarial o del tercer sector.
Ahora bien, la salud proyectada de las renovables a 2030 presenta algunos elementos de duda si atendemos al presente y a la problemática que va surgiendo conforme avanzamos en su despliegue. La realidad es que la inversión renovable está viendo cómo los precios del mercado mayorista no solo presentan una gran volatilidad, fruto de seguir apostando por un mercado marginalista, sino que el apuntamiento medio, con respecto al precio del pool, sigue distanciándose, y que los vertidos se han ido incrementando de forma paulatina. Además, la previsibilidad de avance administrativo de las nuevas iniciativas carece de trazabilidad y, según los avances analizados por las distintas asociaciones sectoriales, no llevamos el ritmo suficiente para alcanzar los objetivos previstos. Por otro lado, la contestación social en algunas zonas está aumentando, tanto por la relajación de las exigencias administrativas como por la escasa redistribución de valor añadido en los territorios donde se ubican las centrales.
Podemos pensar que la fijación de otros objetivos como los de almacenamiento, matriculación de vehículos eléctricos, producción de hidrógeno procedente de renovables, rehabilitación de edificios, aerotermia…, también ha sido ambiciosa y marca un panorama atractivo para el cambio de modelo energético que vamos buscando. Pero, desgraciadamente, el PNIEC ha quedado configurado como un documento voluntarista, si nos ceñimos a la escasa operatividad de sus 107 medidas, que no incluye la fijación de compromisos intermedios y de medidas de carácter operativo. El PNIEC, tanto en su versión de 2021 como en la actual de 2023, sigue abogando por la generación de electricidad con fuentes renovables, pero sin apostar por la electricidad. Después de incrementar 47.000 MW de potencia solo llegamos a un 34% de cobertura de la demanda con electricidad, lo que impide que las renovables eléctricas crezcan de forma integrada con una demanda que no solo no crece, sino que no es capaz de adaptarse y ser gestionable para que su acoplamiento con la oferta requiera menores infraestructuras y provoque menos vertidos.
Vemos con extrañeza, sin explicación explícita alguna, que la eólica tendrá en 2030 una producción media de 1.787 HEN (horas equivalentes netas), la fotovoltaica de 1.372 HEN o la termosolar de 1.991 HEN. Estos valores no se corresponden con la capacidad del parque generador que estará instalado en 2030. Así, marcan un horizonte en el que parece que solo instalamos potencia para cubrir las ineficiencias de un sistema eléctrico incapaz de gestionar el mayor factor de capacidad de instalaciones híbridas y con almacenamiento. España ha dado un gran paso en cuanto a la ambición en la fijación de nuevas metas de crecimiento, pero necesitamos realidades que acompañen de forma integral esa ambición para que las incertidumbres se disipen y para que los consumidores podamos beneficiarnos de las ventajas que tiene la apuesta renovable.
Tenemos todo a nuestro favor: voluntad política, recursos energéticos, tecnología disponible y un sector empresarial con experiencia y decidido a asumir los retos planteados. Aun así, seguimos necesitando medidas de acompañamiento para la gestionabilidad del sistema, para crecer en almacenamiento, para repotenciar el papel del Estado y que no solo otorgue permisos, sino que pueda llevar a cabo inversiones, para apostar por la electricidad y erradicar el uso de los combustibles fósiles, para que el medio rural vea que las renovables generan valor y que se cuenta con la ciudadanía y para que las renovables se integren como una oferta de energía ligada al desarrollo de la demanda, entre otras cuestiones. Si no trabajamos de forma integral en el desarrollo tanto de la oferta como de la demanda de energía y solo nos centramos en incrementar los objetivos, podemos pasar de disfrutar de la buena salud que hoy tienen las renovables a ser los más ricos del cementerio.