“No quiero seguir mintiéndome. No quiero dar la ilusión de que mi presencia en el Gobierno significa que estamos a la altura”. Es la expresión del drama del exministro al comprobar cómo la política y los políticos no afrontan la gravedad del cambio climático o cómo la defensa del medio ambiente y la reducción de los gases de efecto invernadero es un buen lema electoral, pero deja de ser una prioridad a la hora de gobernar.
La denuncia más grave que ha hecho Hulot es la connivencia de los grupos de presión con el poder en la toma de decisiones. A partir de ahí se produce la contradicción entre lo que se prometió en las campañas electorales y lo que se acaba publicando en los boletines oficiales o lo que nunca se publica. La experiencia no ha podido concluir de peor manera: no se puede cambiar el modelo de economía ni el modelo energético desde dentro.
¿Tan difícil es supeditar la economía y la energía al medio ambiente? La propia estructura de los gobiernos en todo el mundo lo demuestra, son compartimentos estancos que ni siquiera hablan entre sí. No hay precedentes de éxito y la honestidad intelectual, como la de Hulot, se intentará convertir en aislamiento y desprestigio personal. Habrá una remodelación ministerial y la indiferencia climática habrá ganado una vez más.
La cercanía de los grupos de presión al poder y su influencia en las decisiones de los gobiernos confirma la relación directa entre la reducción de las emisiones y el cambio de modelo energético. Lo que la política y los políticos no acaban de asumir es que el nuevo modelo energético consiste en abrir la competencia a millones y millones de consumidores a través de la generación distribuida y limpia.
Los monopolios energéticos son la mayor barrera para cumplir los objetivos de reducción de emisiones. Abrir la competencia, por el contrario, es la clave de la lucha contra el cambio climático y de una electricidad barata; pero es un tabú en los gobiernos europeos. El sociólogo Richard Sennett decía hace poco que “con monopolios, el capitalismo pasa de ser el sistema de la competencia a ser el de la dominación”. El problema medioambiental y energético pasa por cambiar las reglas de la competencia.
La dimisión de Hulot provoca otra cuestión: ¿quién dirigirá el cambio de modelo energético? A las grandes compañías energéticas van a sucederles las grandes compañías tecnológicas y se pasará de la dominación a mayores estándares de abuso de posición de mercado y de desigualdad. Es la razón de la urgencia de grandes cambios y no de pequeños pasos.
La política energética europea aún vive la contradicción entre más gas y más renovables a gran escala que solo puede resolverse con más microgeneración renovable distribuida, inteligente y gestionada por los propios consumidores. Pero viendo cómo han transcurrido los consejos de ministros de energía de la UE sobre el paquete de invierno, solamente un milagro puede evitar la insignificancia de Europa en las transformaciones energéticas que se están produciendo por todo el mundo.
El drama de Hulot es el drama de todos nosotros por cómo dejaremos el planeta a las futuras generaciones. Contra la indiferencia climática valen las palabras que escribió el gran pensador europeo Tony Judt en su libro “Algo va mal”, en el que reclamaba la necesidad de “personas que hagan una virtud de oponerse a la opinión mayoritaria” y que “si hasta los intelectuales han doblado la rodilla, habrá que volver a aprender cómo criticar a quienes nos gobiernan. Pero para hacerlo con credibilidad hemos de librarnos del círculo de conformidad en el que tanto ellos como nosotros estamos atrapados”.