El Observatorio de la Deuda en la Globalización es un observatorio de investigación impulsado por un heterogéneo colectivo de personas (especializadas en la investigación, la formación, la difusión y la presión política) que produce "análisis críticos y desarrolla campañas para la movilización y para la transformación social frente a las desigualdades sociales, económicas, ambientales y de género". Pues bien, el Observatorio de la Deuda en la Globalización (ODG) acaba de publicar "La mina, la fábrica y la tienda. Dinámicas globales de la transición verde y sus consecuencias en el triángulo del litio”, un documento (de más de cien páginas) que analiza de manera muy crítica las dinámicas globales que las naciones están desarrollando actualmente "para asegurar la mina, ganar la fábrica y conseguir la tienda de la llamada transición verde". El trabajo del ODG examina la disputa que existe entre China, Europa y Estados Unidos por el control de las "cadenas globales de suministro y valor de las tecnologías consideradas limpias".
Examina esa liza a tres bandas en un contexto en el que las respuestas a la pandemia y la crisis energética han acelerado una transición -la transición verde, que debe ayudarnos a combatir el cambio climático- a la que ahora, además, parece habérsele añadido otro objetivo: debe servirnos también para independizarnos de naciones no amigas, ergo, reforzar la seguridad global.
La investigación centra su foco en la extracción de minerales críticos, la industrialización y reindustrialización (la fabricación de las tecnologías "limpias”) y los mercados que demandan dichas tecnologías (el norte), y está motivada por los resultados de un trabajo de campo que ha realizado el equipo del Observatori del Deute en la Globalització en el “triángulo del litio”, el territorio de los salares altoandinos de donde se extrae uno de los materiales críticos de la “transición verde”: el litio.
El documento se divide en tres partes
La primera repasa la situación a nivel global de la extracción de recursos, la industrialización y los mercados que demandan las “tecnologías limpias”, y observa con mirada crítica cómo la "transición verde" (antaño abanderada casi exclusivamente como solución de cambio climático) está siendo ahora investida por una función "securitaria" (seguridad de suministro, pero también seguridad global) que algunos actores quieren convertir en "un imperativo para ampliar la frontera minera".
Pues bien, es en ese marco donde ahora están luchando los tres grandes actores antes señalados, que están disputándose la hegemonía global en "la mina, la fábrica y la tienda" (de la transición verde). O sea, la hegemonía en el extraer, procesar, fabricar y vender las tecnologías limpias.
El Partido Comunista de China lleva más de veinte años metido en esa carrera (planes quinquenales del 11º al 14º), y ahora Occidente, a la luz de la pandemia (problemas en la cadena de suministro que revelan carencias propias) y a la luz también de la guerra (problemas de dependencia), parece que al fin empieza a entender la entidad del desafío.
Occidente habría alumbrado así en los últimos dos años -señalan desde el ODG- los fondos de recuperación Next Generation, el plan REPowerEU, la Ley de Reducción de la Inflación (Inflation Reduction Act) de Estados Unidos, la Ley de Materias Primas Fundamentales (Critical Raw Material Act), el Plan Industrial del Pacto Verde (Green Deal Industrial Plan), la Ley sobre la Industria de Cero Emisiones Netas (Net Zero Industry Act) y la Puerta de Enlace Global (Global Gateway), entre otros.
Segunda parte
La segunda parte del documento del ODG traslada al lector a una situación territorial concreta: los salares altoandinos entre Chile, Argentina y Bolivia, de donde se extrae, o se pretende extraer, el litio, un preciado mineral necesario para las baterías de los dispositivos electrónicos móviles y los vehículos eléctricos. Aquí el texto incorpora voces del territorio.
Página 56 del informe
"No es mineria del litio, es mineria del agua”, apunta Francisco Mondaca, miembro de la Asociación de regantes y agricultores de Toconao, cerca de San Pedro de Atacama (Chile). Pero el impacto sobre el agua no es el único en los territorios extractivos, la contaminación, la dependencia económica e incluso la violencia machista están a la orden del día. Julieta Carrizo, vecina de Fiambaá (Argentina) afirma que “el bar del pueblo, los sábados se llena de trabajadores mineros que agreden, se imponen a través de su poder económico y acosan a las mujeres, muchas de ellas menores de edad”.
Testimonios como estos se recogen en el libro y son fruto del trabajo de campo realizado por el ODG en territorios de extracción de Chile y Argentina en noviembre de 2022.
Tercera parte
Y, por fin, la tercera parte de La mina, la fábrica y la tienda intenta responder a los retos de la emergencia climática, la pérdida de biodiversidad y el agotamiento de los recursos. Lo hace de manera "propositiva y reivindicativa". El ODG explicita aquí que no pretende poner en duda "la urgencia de actuar, pero aboga por alternativas que superen el tecnooptimismo y su imperativo tecnológico. Observamos con preocupación -explican las autoras del informe- que la dimensión de justicia global no está presente en la 'transición verde' y que la demanda masiva de tecnología puede tener efectos devastadores en territorios del Sur Global" (abajo repasamos las conclusiones).
El diagnóstico ODG es claro
Ha habido dos aceleradores de la "transición verde" en la que ya estábamos metidos: (1) la pandemia y (2) la guerra. La Unión Europea reaccionó pronto a la primera (la pandemia), con los fondos NextGenerationEU: "806.000 millones de euros en subvenciones y préstamos para los Estados miembros que deben servir para la recuperación y transformación de la economía europea poniéndola en la senda del Pacto Verde Europeo".
Y la guerra funcionó como el segundo acelerador de la “transición verde”, pero reformulando prioridades.
Así, el plan REPowerEU dirige su mirada a terminar con las dependencias energéticas de la Federación Rusa, pero advierte: “la rápida eliminación progresiva de las importaciones de combustibles fósiles procedentes de Rusia afectará a la trayectoria de transición” y ello podría implicar "inversiones específicas en infraestructuras de gas y petróleo, y el uso de capacidades de carbón y nucleares más allá de lo previsto".
Página 5
«Un suministro seguro de energía será esencial para garantizar un crecimiento económico sostenible y, en última instancia, el orden público y la seguridad»
Propuesta de Ley sobre la industria de cero emisiones netas en la Unión Europea. Marzo, 2023
Página 34 de La mina, la fábrica y la tienda
«La retórica securitaria y belicista cada vez está más presente y explícita en las instituciones europeas después de la pandemia y, sobre todo, a raíz de la guerra en Ucrania. El cuarto listado de materias primas críticas de la UE de septiembre de 2020 menciona que los sectores estratégicos son las energías renovables y la digitalización, pero por primera vez incluye la defensa y el sector aeroespacial»
Al otro lado del Atlántico Norte, Estados Unidos también reacciona en este marco postpandemia-intraguerra.
Lo hace con el Build Back Better que trae Biden, y con la susodicha Inflation Reduction Act (IRA). Y con leyes sobre las materias primas (la UE también aprueba varias). "De manera más o menos explícita -apuntan desde el ODG-, las leyes de los EEUU y de la UE apuntan a controlar y reducir la hegemonía china".
Pero en esa carrera por alcanzar la liebre china, la UE ha interpretado el IRA como un perjuicio para las empresas europeas, especialmente en el sector del automóvil. Considera que viola normas del comercio internacional y aduce que más de 200.000 millones de dólares están vinculados a disposiciones sobre contenidos producidos localmente que infringen las normas de la Organización Mundial del Comercio.
Página 26 del informe del ODG
«Un ejemplo de lo que puede ocurrir lo encontramos en el reciente anuncio de Ford: se plantea recortar más de 3.000 puestos de trabajo en Europa para llevarse una parte de la producción a los Estados Unidos. También ha anunciado la construcción de un complejo para coches eléctricos y baterías por un valor de 5.600 millones de dólares en Tennessee. BMW ha comunicado una inversión de casi 2.000 millones de dólares en Carolina del Sur para una planta de baterías. Freyr Battery Norway también ha hecho pública una inversión de 1.700 millones en Georgia, y Enel construirá una planta de fabricación de paneles y celdas de paneles solares fotovoltaicos en los EEUU. Sin embargo, según la UE, no es solo un problema de deslocalizaciones. Los subsidios a empresas que operan en EEUU. y se han beneficiado del IRA, como Tesla, Toyota, ABB, Panasonic, Hyundai, Kia, entre otras, les ofrecen ventajas comparativas en los mercados internacionales»
Sea como fuere, ahora mismo no hay color
"El despliegue de China en relación con los minerales necesarios para la transición -apuntan desde el Observatorio- lleva más de una década de ventaja respecto al bloque del Norte Global. Desde 2001 -concreta el informe-, todos sus planes quinquenales –10º, 11º, 12º, 13º y 14º– han promovido el avance en la cadena global de suministro y valor de las tecnologías limpias”. Y más aún: "la parte de desarrollo de la industria de las materias primas del 14º plan quinquenal chino, publicado a finales de 2021, impulsa -explica el informe- la ampliación y el fortalecimiento de las empresas de tierras raras y las alienta a fusionarse, reorganizarse y extender sus cadenas industriales".
Los actores
Según La mina, la fábrica y la tienda, China contaba en 2021 con el 34% de la capacidad mundial de procesamiento de cobre, 50% de litio, 56% de níquel y 69% de cobalto. Además, controlaba el 48% de la producción de aluminio mundial, el 55% de hierro y el 53% de acero. China es el mayor proveedor del planeta de “tecnologías limpias” y en 2021 detentaba la capacidad de fabricar el 75% de la producción global de baterías, el 58% de los aerogeneradores, el 75% de los paneles fotovoltaicos, el 39% de las bombas de calor y el 41% de los electrolizadores.
El Partido Comunista Chino, al frente del Gobierno de la nación, ha ofrecido numerosas ayudas estatales a estos sectores estratégicos en forma de subsidios y reembolsos al consumo, exenciones fiscales y apoyo a la investigación y desarrollo a través de los llamados “fondos de orientación del gobierno” que combinan inversiones públicas y privadas y préstamos de bancos públicos. Con todos estos incentivos, China ha conseguido movilizar una media de alrededor del 80% de la inversión mundial en “tecnologías limpias” desde 2018 a 2021.
Así, el gigante asiático tiene hoy una posición dominante, con una presencia lo suficientemente hegemónica en las diferentes etapas de la cadena de suministro como para ejercer un alto grado de control e influencia. Las empresas chinas han realizado importantes inversiones en zonas con recursos minerales como Australia, Chile, República Democrática del Congo e Indonesia.
Se calcula que los costes de producción en la Unión Europea en relación con la fabricación de paneles fotovoltaicos chinos son entre 25-30% más elevados y los electrolizadores chinos son vendidos un 25% más baratos que los de los Estados Unidos o de la Unión Europea.
De la misma manera que para la mina y la fábrica, China tiene una posición dominante en la tienda. Atesora el 25% de las exportaciones entre regiones de los vehículos eléctricos y el 80% de las baterías de ion de litio, la mayoría dirigidas a Europa y otros países de Asia. Pero también ostenta una fuerte demanda interna. China pasó de tener un parque de vehículos eléctricos de 15.000 unidades en 2013 a 220.000 en 2015 gracias a la introducción de fuertes incentivos fiscales. El dinamismo de su mercado interno, la mano de obra barata y una mayor laxitud en la regulación ambiental han atraído a muchas marcas de fabricantes. En 2021, el 20% de vehículos eléctricos vendidos en China eran fabricados por empresas extranjeras. En 2022, las ventas totales alcanzaron los 6,4 millones de vehículos.
En la dimensión internacional, China es el mayor socio comercial de Europa: casi el 25% de las baterías usadas en la fabricación de los vehículos eléctricos europeos viene de China y el 40% de las importaciones europeas de coches eléctricos también, pero el 60% de estos son fabricados allí por marcas internacionales como Tesla.
Estados Unidos se encuentra en una posición "aventajada", según el ODG, porque tiene la capacidad instalada para realizar la mayoría de actividades de la cadena de suministro en sus propias fronteras, posee recursos energéticos, minerales, industria y demanda interna. En 2020 fue el segundo extractor de tierras raras y sexto en reservas, y tiene un buen desarrollo de la cadena de suministro de la movilidad eléctrica (balanza comercial positiva del 3% en 2021), pero no tanto para la eólica (-38%) y fotovoltaica (-65%), donde depende de las importaciones.
Europa sin embargo no se encuentra ni mucho menos en esa tesitura. Lo que más caracteriza a la Unión Europea es -según este informe- su rol de importadora por su alta dependencia energética, mineral e industrial del exterior, lo que no deja de ser, en parte, resultado de la propia política expansiva y de deslocalización de las corporaciones europeas. En 2021, la UE tenía una dependencia energética del 55% y del 54% para minerales metálicos. La UE es importadora neta de “tecnologías limpias” con la excepción de los componentes de turbinas eólicas. Alrededor de una cuarta parte de los automóviles y baterías eléctricas, y casi todos los módulos fotovoltaicos solares y celdas de combustible, son importados, en su mayoría de China, aunque los vehículos eléctricos son producidos también por empresas europeas y de los Estados Unidos en territorio chino.
Sur Global
Por último estaría el cuarto actor: el Sur Global. Numerosos países del Sur Global -explican las autoras del informe- se insertan en las cadenas globales de suministro de manera subordinada a través de la extracción y exportación de bienes naturales. Países como República Democrática del Congo, Mozambique, Perú, Ghana o Indonesia tienen una matriz primario-exportadora y se dedican, principalmente, a extraer minerales y venderlos con un refinamiento/procesamiento básico o, en términos económicos, de bajo valor añadido.
Otros países como Chile, Bolivia, Argentina o Brasil tienen distintos proyectos para avanzar hacia la industrialización, pero han topado con barreras internas que van desde la propia constitución, en el caso de Chile, a las crisis internas o gobiernos progresistas sin una clara voluntad de abandonar la profundización extractiva, o simplemente con gobiernos reaccionarios negacionistas.
En todo caso -señalan desde el ODG-, la mayoría de estos países tienen un denominador común: se ven sometidos a la deuda externa o a los tratados de comercio e inversión, "que funcionan como instrumentos para apuntalar su subordinación".
Conclusión
Estados Unidos y la Unión Europea están compitiendo por controlar la industria de las tecnologías limpias y han volcado grandes cantidades de dinero público, a través de fondos europeos de recuperación, NextGenerationEU, o la Ley para la Reducción de la Inflación, en los Estados Unidos. "Ambos instrumentos -concluye el informe- generan incentivos para que la industria se sienta atraída por lo nacional y lo verde, para relocalizarse y contribuir a la transición; en definitiva, para el Made in US y el Made in EU".
Así es la planificación industrial de estos dos actores para enfrentar a China, un país que emprendió la carrera de las tecnologías limpias (mina, fábrica y tienda) dos décadas atrás.
Desde 2001, el gigante asiático ha impulsado una estrategia en sus planes quinquenales para liderar la industria de la “transición verde”. Y le ha funcionado: tiene abundantes reservas de minerales críticos, controla gran parte de su refinamiento y es el mayor fabricante de “tecnologías limpias”. Ahora mismo el Made in China sigue llevando mucha distancia a sus perseguidores.
El informe también destaca que "algunos países del Sur Global intentan abandonar su situación de subordinación con procesos de industrialización para avanzar en la cadena de valor de las tecnologías". El país más adelantado seguramente es Bolivia, con la industrialización del litio, pero los resultados de momento han sido infructuosos, según ODG. Chile y Argentina tienen planes parecidos, incluso la República Democrática del Congo y Zambia, pero chocan con limitaciones macroeconómicas, "como la deuda externa o los tratados de comercio e inversión", además de las crisis internas o de gobiernos progresistas sin una clara voluntad de abandonar la profundización extractiva, o simplemente con gobiernos reaccionarios negacionistas.
Por fin, en la etapa de la tienda, de los mercados, de la venta de tecnología, "constatamos -señalan las autoras del informe- el dinamismo del mercado interno chino, con una demanda que cubre parte de su producción y con numerosas compañías europeas y de los Estados Unidos operando desde Pekín". Ahora mismo, así, el 60% de los coches importados por Europa desde China son fabricados por marcas internacionales como Tesla. En una escala muy diferente, Chile surge como mercado emergente por su apuesta renovable, de electrificación de la movilidad y del hidrógeno verde para la descarbonización de la minería y la exportación, "siendo el alumno aventajado en América Latina y del Sur Global".
Alternativa
Para paliar el impacto ambiental y social derivado de la transición verde, el Observatorio de la Deuda en la Globalización plantea la reducción de la demanda en el Norte Global, algo que pasa por la asunción de límites, la reconsideración de sectores industriales como el de la automoción, y por lo que el ODG denomina la “extracción indispensable”. En el caso de la automoción, por ejemplo, el Observatorio considera que "la acción más transformadora en este caso no es su electrificación, sino un cambio del régimen de propiedad de privada a pública, colectiva o comunitaria". Además, plantea impulsar la minería urbana o extracción secundaria, es decir, recuperar y reciclar los minerales de las tecnologías al final de su vida útil.
"Pero esta propuesta de reducción sectorial -apuntan desde el Observatorio- debe formar parte de una planificación industrial pública que supere las políticas de estímulos financieros y garantías a empresas privadas, como son los fondos NextGeneration EU, el Plan Industrial del Pacto Verde o el IRA, y se vincule a unos presupuestos de carbono que determinen qué sectores deben decrecer y redimensionarse, y cuáles liderar la transición".
Por fin, concluye el informe, "también es necesario ampliar el alcance de los fondos de transición justa para que las personas trabajadoras no sean afectadas negativamente. Ahí juega un papel fundamental una financiación alimentada desde una fiscalidad justa que traslade a las rentas más altas y a los beneficios de las grandes corporaciones, las cargas de la transición".
La mina, la fábrica y la tienda. Dinámicas globales de la “transición verde” y sus consecuencias en el “triángulo del litio” (autoras: Alfons Pérez, Bruna Cañada, Marta Pérez y Josep Nualart. ODG).