Las acciones para evitar el primer problema son de dos tipos. Unas específicas del sector eléctrico, como son acondicionar la red a la nueva topología con generación distribuida renovable; acelerar las interconexiones con otros mercados; añadir almacenamientos. Las otras acciones son más complejas de gestionar, pues incumben a todo el cuerpo social, como es incrementar la demanda eléctrica mediante reconversiones térmicas y adiciones eléctricas; o gestionar la demanda para acercarla a la oferta renovable.
Pues bien, un Sistema de Desalación (SD) convenientemente planificado y estructurado, podría ser un medio eficaz de contribuir a estas últimas. Se haría así carambola en la respuesta a las necesidades apuntadas. El SD beneficiaría a las cuatro comunidades autónomas más afectadas por las sequías, como son: Cataluña, Andalucía, Comunidad Valenciana y la Región de Murcia.
Las desaladoras se instalarían en el litoral, empezando por en el Mediterráneo, para seguir, bordeando la península, hasta cubrir la parte sur ya en el Atlántico. Trataría de dar suministro seguro a la suma de las demandas actuales de agua para usos domésticos, industriales, de servicios y municipales de estas comunidades; cifrados en algo más de 2.000 Hm3/año. Esto permitiría dejar toda el agua de lluvia para la agricultura y caudales ecológicos; evitando las actuales extracciones abusivas.
El coste para las desaladoras estaría en el entorno de los 9.000 millones de euros. De esta cantidad habría que restar como nueva inversión el de las plantas actualmente en operación, que se integrarían en el SD. Sin embargo, habría que sumar los importantes costes de conexión tanto a la red eléctrica como a la de agua de las distintas cuencas.
Sí, digo cuencas, porque se trata de interconectar el abastecimiento de ciudades, industrias y riego para que la seguridad de suministro de agua a los usos citados en primer lugar no venga de la lluvia sino del mar.
La crítica al impacto ambiental de las desaladoras debe de ser contrarrestada haciendo las cosas muy bien y, si hay que diluir la salmuera en agua de mar antes de devolverla a este en una proporción de 30 en vez de 4, habrá que hacerlo desde ya. Pues no perjudicar a la fauna y flora, en particular a la posidonia, debe de ser una prioridad.
Para abaratar costes, se negociará un contrato único. Se hará un diseño modular, buscando el máximo de prefabricación.
Lo anterior, unido al efecto escala y a la secuenciación de la entrega de las plantas desaladoras, podría suponer un hito internacional en cuanto a reducción de los costes de adquisición. La mejora de la productividad, conseguida con la curva de experiencia en la fabricación y construcción de las plantas, también produciría un ahorro considerable.
La ejecución de la inversión deberá ser planificada acorde con la implantación de renovables y los almacenamientos. De esta forma, su demanda servirá como un auténtico amortiguador complementario a estos.
Y, por supuesto, sin renunciar a una utilización anual en el entorno de las 6.000 horas, para obtener un óptimo equilibrio entre el CAPEX y el OPEX del agua producida. Alcanzar la utilización apuntada, requerirá un diseño adecuado de las plantas en orden a facilitar su mantenimiento durante la operación. Tanto el diseño de las plantas como los protocolos de arranque, parada y cambios de carga de estas, deberán ser debidamente adaptados al funcionamiento cíclico para reducir los costes de O&M. En especial para no comprometer la vida de las células, dándosele además capital importancia a la reutilización de estas.
El SD deberá funcionar como una carga única, en base a un despacho centralizado de operación que funcione en coordinación con el de REE. Esto proporcionará más de un GW de regulación. Conseguiremos así que el caro, complejo y poco eficiente almacenamiento de electricidad, sea sustituido por el fácil y económico almacenamiento de agua en depósitos y en los embalses de las respectivas cuencas.
Las desaladoras, a cambio, obtendrán bajos precio del componente que afecta más a su OPEX, que es la electricidad. Ya que funcionarían durante las horas y en las fechas donde el mercado fije los mejores precios; bien por excesiva producción de las renovables o bien por baja demanda.
Se ahorrarían así las importantes pérdidas (del 20-30%) inherentes a cualquier tipo de almacenamiento eléctrico y también las costosas inversiones en estos; todo ello en pro de abaratar el precio de la electricidad, que debiera ser un objetivo nacional.
Pero, sobre todo:
• De manera directa, se evitaría la auténtica catástrofe que supone que personas, industria y turismo no dispongan de un recurso esencial.
• De manera indirecta, permitiría que el agua de lluvia fuera dedicada íntegramente a la agricultura y al sostenimiento ecológico del terreno.
En esto sí que debemos hacer de la necesidad virtud, especialmente la clase política a la que entregamos gran parte de nuestra libertad y recursos para que los usen empleando su tiempo y esfuerzo para el bien de todos. Si esto fuera así, el consenso en estos temas sería obvio. Pues, así como la obra de la transición energética la estamos haciendo gracias a que hubo consenso entre los 27 líderes europeos, en el tema del agua y la electricidad el consenso lo tienen que guiar los nuestros.
¡¡Hagamos, todos, de la necesidad virtud!!
• Evitar la canibalización de las renovables
• Asegurar el suministro de agua