"Nadie está expuesto a estas aguas, ni las bebe, de manera que la salud pública no es lo más preocupante aquí", afirman los científicos en un estudio publicado el 2 de octubre en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias. Pero "esta vía nueva e imprevista para el almacenamiento y la liberación de radionucleidos al océano debe tenerse en cuenta en la gestión de las zonas costeras donde se encuentran las centrales nucleares", advierten.
El equipo investigador cree que el cesio 137 encontrado en estas playas fue transportado a lo largo de la costa por las corrientes oceánicas. Días y semanas después del accidente, ocurrido en 2011, las olas y las mareas lo trajeron y el cesio se "pegó" a los granos de arena. Este material radiactivo también pasó a las aguas salobres, pero como el cesio no se "pega" al agua salada, cuando olas y mareas posteriores siguieron trayendo agua del océano hasta las playas, el agua contenida bajo ellas se fue progresivamente salinizando, lo que hizo que se empezara a liberar de nuevo el cesio.
"Nadie esperaba que, hoy, los niveles más altos de cesio no se encontraran en el puerto de la central nuclear de Fukushima Dai-ichi, sino en las aguas subterráneas a muchos kilómetros de distancia", ha declarado Virginie Sanial, del equipo investigador.
Los científicos estiman que la cantidad de agua contaminada que fluye al océano desde esta nueve fuente de contaminación es tan grande como la procedente de otras dos fuentes conocidas: las liberaciones en curso y de escorrentía desde la propia planta nuclear y la procedente de las aguas de los ríos, que continúan transportando el cesio acumulado en sus aguas.
No obstante, el equipo investigador puntualiza que las tres fuentes actuales "son miles de veces más pequeñas en comparación con los días inmediatamente posteriores al desastre de 2011".
Ocho playas analizadas
Para su estudio, los científicos tomaron entre 2013 y 2016 muestras en ocho playas situadas hasta cien kilómetros de distancia de la planta nuclear, introduciendo tubos de 1 a 3 metros de longitud en la arena, a través de los cuales bombearon el agua subterránea y analizaron su contenido de cesio 137.
Así, comprobaron que los niveles de cesio en el agua subterránea eran hasta 10 veces más altos que los encontrados en el agua marina del puerto de la propia planta nuclear. Además, la cantidad total de cesio retenida a un metro de profundidad en las arenas es mayor que la que se encuentra en fondos marinos alejados de las playas.
En sus análisis, los científicos detectaron no sólo cesio 137, que además de Fukushima puede proceder de las armas nucleares probadas en los años cincuenta y sesenta, según puntualizan, sino también cesio134, otra forma radiactiva de cesio que en su caso sólo puede proceder de la planta nuclear.
"Es como si las arenas actuaran como una esponja que fue contaminada en 2011 y que poco a poco va disminuyendo", explica Ken Buesseler, otro de los miembros del equipo. "Sólo el tiempo podrá eliminar, lentamente, el cesio de las arenas, a medida que se descomponga de manera natural y se lo lleve el agua de mar", añade Virginie Sanial.
Actualmente hay 440 reactores nucleares operativos en el mundo, y la mitad de ellos están situados a lo largo de la costa, recuerdan los autores del estudio. Por lo tanto, advierten, esta fuente de contaminación en las aguas costeras, desconocida hasta ahora y persistente, "debe ser considerada en el monitoreo de las centrales nucleares y en escenarios que analicen futuros accidentes".
Unexpected source of Fukushima-derived radiocesium to the coastal ocean of Japan
Five years after the Fukushima Dai-ichi Nuclear Power Plant accident, the highest radiocesium (137Cs) activities outside of the power plant site were observed in brackish groundwater underneath sand beaches. We hypothesize that the radiocesium was deposited on mineral surfaces in the days and weeks after the accident through wave- and tide-driven exchange of seawater through the beach face. As seawater radiocesium concentrations decreased, this radiocesium reentered the ocean via submarine groundwater discharge, at a rate on par with direct discharge from the power plant and river runoff. This new unanticipated pathway for the storage and release of radionuclides to ocean should be taken into account in the management of coastal areas where nuclear power plants are situated.