Por Pedro Luis Marín Uribe
Secretario de Estado de Energía del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio
2009 ha sido un año crucial para el sistema energético español. Cerramos un ejercicio de intenso trabajo en el que se han realizado algunos de los grandes cambios que necesitaba el sector para ser más competitivo y transparente, y se han apuntado las líneas para asegurar el futuro de España entre los países tecnológicamente más avanzados desde el punto de vista energético. Unas reformas que han estado inspiradas, por un lado, en el acercamiento a las directrices energéticas de la Unión Europea y, por otro, en resolver problemas internos que estaban poniendo en riesgo la propia fortaleza del sistema energético español.
Es en ese marco donde se inscriben las tres iniciativas más importantes, en mi opinión, que se han adoptado a lo largo de 2009 y que, cada una por su parte, o globalmente, conforman una nueva estructura del sistema energético español. Hablo de la liberalización del sistema eléctrico español; de la decisión gubernamental de acabar con el déficit tarifario, y del encauzamiento de la regulación de las energías renovables hacia un nuevo escenario que consolida su desarrollo y garantiza su evolución.
En primer lugar, se ha culminado el largo proceso de liberalización del sistema eléctrico español, exigido por la UE y que permite a los todos los consumidores, a partir del pasado mes de julio, elegir las ofertas más ventajosas de suministro, en calidad y en precio, entre las que le ofrezcan las compañías comercializadoras creadas con esta finalidad. Las características del sistema liberalizado, y muy concretamente la incorporación de la competencia en este sector, deberán traer ineludiblemente beneficios para los usuarios, que se irán poniendo de manifiesto con mayor claridad cuando mayor sea el conocimiento del funcionamiento y las ventajas del nuevo mercado, y no existan dudas o reservas a la hora de incorporarse al mercado liberalizado.
La segunda reforma de calado es la decisión de acabar con una figura de difícil comprensión desde el punto de vista económico: el déficit tarifario del sector eléctrico, originado a partir del año 2000 al promover el Gobierno de entonces una normativa de tinte populista que se tradujo en que, durante unos años, los recibos de la luz no pagaron la totalidad de la factura real de la electricidad, cuyos mayores importes sí se reconocían, sin embargo, como deuda. El déficit tarifario ha venido comportándose como una hipoteca indeseadamente contraída por los consumidores, que absorberá en los próximos años elevadas cantidades de dinero que nunca debieron pagarse a plazo. Se ha acabado con una figura, la del déficit tarifario, que ha desvirtuado el normal funcionamiento del mercado eléctrico, ha fomentado el despilfarro energético y ha endeudado a todos los consumidores. Para ello, se ha hecho copartícipes del problema a las empresas generadoras y a la administración, y se ha organizado el pago de las deudas restantes arrastradas de manera escalonada.
La tercera iniciativa destacada ha sido la consolidación del desarrollo de las energías renovables a través de una nueva regulación, elaborada por el Gobierno y refrendada por el Parlamento, que evita los riesgos económicos y técnicos a los que parecía abocarnos el sistema anterior y aporta estabilidad, predictibilidad y, en definitiva, sostenibilidad al sistema energético español.
España es hoy una potencia en el campo de las energías renovables, se encuentra en una posición de liderazgo en el ámbito mundial, tanto por potencia instalada como por la competitividad de las empresas españolas en tecnologías que ya son una realidad, como la eólica, la solar fotovoltaica o la solar termoeléctrica. Y esta afirmación cobra mayor importancia cuando constatamos que hasta ahora España nunca había liderado una revolución tecnológica; y ahora, por primera vez, conduce la locomotora del progreso.
En este ámbito, algunas tecnologías han superado ya de manera espectacular el objetivo establecido para 2010: es el caso de la fotovoltaica, en la que se han alcanzado los 3.300MW instalados (casi 10 veces el objetivo). Similar éxito ha obtenido la otra tecnología solar de producción eléctrica, la solar térmica de alta temperatura, que casi duplica el objetivo previsto para 2010. Por su parte, la eólica supone el 85% del objetivo, previéndose que supere sin dificultad los 20.000 MW antes del final del próximo año .
Además de las realizaciones concretas comentadas, se han emprendido otras iniciativas esenciales para el mejor desarrollo de nuestro sistema energético. Quisiera hacer una breve referencia a dos en concreto. Primero, la promoción del vehículo eléctrico, cuyo parque futuro está llamado a recargar sus baterías con electricidad procedente de energías renovables, y que es un proyecto de largo alcance con importantes ventajas energéticas, industriales y medioambientales. Segundo, el impulso del mercado de servicios energéticos, un modelo de negocio con un impacto inmediato en la creación de nuevas empresas, en la transformación de algunas de las existentes para adaptarse a una demanda nueva de servicios de mayor valor añadido y, como consecuencia de lo anterior, en la creación de un elevado número de empleos directos e indirectos asociados a los servicios energéticos en la edificación.