No habrá sido por una cuestión de hacer las cosas con prisa, después de los dos años que han tardado en publicar la normativa, pero, en todo caso, viendo el resultado final del Real Decreto de acceso y conexión, a uno le entran dudas acerca de si lo han publicado así porque es realmente el modelo energético de país que quiere construir el gobierno, o si han cometido un gazapo que todavía están a tiempo de arreglar.
En concreto, me refiero al tratamiento que el RD 1183/2020 otorga a los grandes productores frente a los pequeños y a los autoconsumidores, que es, por cierto, exactamente el mismo. Con la norma en la mano, un pequeño parque de 2 MW tiene que solicitar los permisos de acceso y conexión en igualdad de condiciones que una gran instalación de 400 MW. Hasta ahí todo correcto. Ahora bien, mientras que se necesitarían muchos pequeños parques para ocupar toda la capacidad de un nudo, bastan unas pocas instalaciones muy grandes para obtener idéntico resultado. Es decir, ateniéndonos a la realidad de los últimos tiempos donde la inmensa mayoría de la potencia agregada solicitada se concentra en instalaciones de más de 50 MW (visto lo visto, ya ni me parecen grandes), no parece descabellado pensar que en un corto periodo de tiempo se saque de la ecuación a los pequeños y medianos productores.
Llevado al extremo, y tampoco creo que se trate de un futuro distópico, en el medio plazo nos podremos encontrar con un pequeño autoconsumidor ubicado en un polígono industrial que, inocentemente, quiera poner 70 kWp y se encuentre con que no puede compensar excedentes porque la capacidad de evacuación la ha saturado un número limitado de macro parques.
Me pregunto: ¿es este el modelo energético que queremos y que más nos conviene? ¿queremos un modelo donde prime la cantidad sobre la calidad? ¿el objetivo consiste en ser el campeón de la transición energética sin atender a otros principios clave como son la demanda zonal, la calidad del suministro, el reparto de la riqueza o la generación distribuida? En mi opinión personal, creo que este no es el camino y que, aún peor, esto nos puede conducir a un “2008 V.2.0”.
Quienes defienden el modelo centralizado de grandes parques frente a pequeñas y medianas instalaciones, siempre terminan utilizando el mismo argumentario: las indudables economías de escala y su menor coste de generación (el famoso “LCOE”). Sin embargo, esta afirmación, a los efectos del sistema eléctrico, es una falacia. A día de hoy, con el sistema marginalista, el precio que ambas trasladan al mercado mayorista por cada MWh generado es exactamente el mismo: el que marca la casación horaria (excepto los MWh de subasta). Otra cosa, totalmente diferente, es que a los inversores les resulte mucho más rentable en términos económicos promover una única planta de 200 MW que cien plantas de 2 MW. Pero, hasta que entre en liza el almacenamiento y todas las renovables puedan ser gestionables, el impacto en el pool será el mismo en ambos casos. Con la particularidad, eso sí, que esas 100 instalaciones permiten vertebrar y cohesionar el territorio de forma más óptima que la macro instalación.
¿Cómo se podría solucionar esto? Reconozco que no es sencillo, porque en el mercado debe primar la libre competencia y el principio de no discriminación. Ahora bien, siempre se podrán simplificar trámites administrativos de ciertas instalaciones frente a otras y, en lo que al autoconsumo se refiere, la solución es más sencilla y creo que no es complicado de instrumentar: impedir que se denieguen permisos de acceso y conexión cuando la potencia solicitada sea inferior o igual a la potencia contratada en el punto de suministro.
No me considero enemigo de las grandes plantas ni pretendo demonizarlas. Todo lo contrario, creo que son necesarias, pero siempre de forma que permita la participación homogénea de todos los actores y tecnologías eficientes. El problema es que vivimos en un país de extremos. Los huevos, todos en una cesta o en otra, pero nunca buscando el óptimo, que es el punto de equilibrio.