Mas de 2.600 MW de autoconsumo solo en 2022. O lo que es lo mismo, más de 235.000 nuevas instalaciones puestas en marcha en los últimos 365 días. O, dicho de otra forma, más de 3.700 GWh de nueva producción total renovable a incorporar al sistema eléctrico español… Estas son solo algunas de las increíbles cifras macro que se barajan dentro del sector.
Los números son, sencillamente espectaculares y ponen de manifiesto el buen momento del autoconsumo, máxime cuando solo hablamos de datos de 2022. Ahora, si lo analizamos de forma agregada, nos encontramos con que, a día de hoy, se han instalado mas de 5.000 MW de autoconsumo y que, solo en lo que respecta a instalaciones domésticas, más de 300.000 hogares han reducido su dependencia eléctrica de la red.
Ojo, con este dato. Teniendo en cuenta los datos del INE respecto de las viviendas unifamiliares en España –5,9 millones–, la cifra anterior redunda en que, aproximadamente, un 4-5% de los hogares generan su propia electricidad. Y lo que es aún más espectacular, la energía aprovechada por esta potencia acumulada representa, a buen seguro, un porcentaje que debe rondar entre el 2-3% de la demanda eléctrica del año pasado. Si hace 7 años alguien hubiera dicho que estaríamos en este punto, posiblemente se le habría tomado por loco o fantasioso.
¿Por qué estamos en esta situación? Sencillo. Es nuestro momento y además ha coincidido con la tormenta perfecta. No solo se trata de una tecnología madura, probada y con una curva de aprendizaje difícilmente igualable por otras tecnologías sino que, además, el exponencial crecimiento de los precios del mercado, las ayudas vía subvenciones –o mejor, las malditas y dichosas ayudas vía subvenciones–, la favorable percepción del autoconsumo como una herramienta de ahorro y la inestabilidad geopolítica mundial, han llevado a un cambio de paradigma a muchos consumidores. Nos ha costado llegar, pero estamos aquí y no tenemos intención de irnos en muchos años.
Ahora bien, como todo en esta vida, después de las luces, vienen las sombras. Y aunque pueda parecer agorero estropear un mensaje tan positivo, creo que es importante seguir denunciando, siempre desde una perspectiva proactiva, aquellos aspectos que suponen palos en las ruedas y que limitan el normal desarrollo del sector. Así, a día de hoy y en opinión de muchos, uno de los principales problemas reside en la práctica imposibilidad de hacer vertidos en instalaciones de mas de 100 kW o alejadas de núcleos urbanos.
Si se hiciese una encuesta masiva entre empresas del sector, seguro que la gran mayoría indicaría que, ante la ausencia de capacidad en la red de distribución o la opacidad existente respecto del 10% de reserva de nudos para instalaciones de autoconsumo, un porcentaje altísimo de estas instalaciones se legalizan sin vertido. Y que, si acaso, a posteriori se intenta cambiar la tipología de autoconsumo, aunque nunca se garantiza el éxito. De esta forma, y partiendo de un escenario no excesivamente conservador del 20% de energía perdida –fines de semana, jornadas intensivas, casación generación Vs consumo, etc–, el volumen de kWh tirados al sumidero asustaría a cualquiera. Una locura, sobre todo en un país con una dependencia energética altísima, como es nuestro caso.
Pero, ¿por qué no se soluciona este problema? Nadie dice que sea sencillo, que no haya que lidiar con simultaneidades o que deba prevalecer la calidad y garantía de suministro en la red, pero la cruda realidad es la que es; se malgasta la oportunidad de aprovechar un recurso básico para cualquier economía. Y lo peor es que está ahí. Ya está generado.
Quizás sea el momento para que todos los actores (sector, distribuidores, transportista, administración, etc) se sienten a buscar una solución real y factible dejando de lado intereses partidistas o económicos.
