Es pronto para aventurar cual será el próximo gobierno o para saber si en unos meses volveremos a sufrir un “vía crucis” electoral. A día de hoy lo único que está claro es que hemos vuelto a subir a la rueda de las negociaciones, los pactos imposibles, las exigencias y las líneas rojas.
De hecho, esta misma mañana, y antes de empezar a escribir, he ojeado en la prensa que el PP ha ofrecido un pacto de Estado a PSOE y Ciudadanos. Después de leer la noticia me ha invadido un “Déjà vu”, como si esto ya lo hubiese vivido y, supiera de antemano lo que va a ocurrir en las próximas semanas. Que volveremos al juego de los enroques, a ese en el cual cada uno mantiene sus posiciones y no se pliega en favor de la mayoría. Porque, obviamente, el de allá no negociará con el de aquí mientras este siga dialogando con el de allí que, por cierto, bajo ninguna circunstancia se sentará a tratar tema alguno con el de acá porque este es afín a los postulados defendidos por el de allá.
Lo triste de este juego es que, pase lo que pase, quien seguro que pierde es la sociedad en su conjunto que, desde la distancia y con impotencia, observa como todo se vuelve a sumir en un letargo regulatorio. Y, por supuesto pierden las renovables, porque los frentes abiertos en el sector eléctrico siguen sin cerrarse con la paralización que ello supone. El primero de estos frentes debería centrarse en definir una política energética estable, sostenible y duradera en el tiempo. Algo que hasta ahora ningún gobierno ha llevado a cabo porque requiere de un pacto de Estado en el que prime el interés general de la ciudadanía sobre los de unos pocos.
Es cierto que actualmente existe alguna posibilidad de lograr ese objetivo porque todos los partidos en sus programas electorales han incluido dentro de sus políticas energéticas el fomento de las energías renovables. Sin embargo, permítanme ser escéptico en este tema, ya que cada partido tiene una idea distinta sobre como debe ser su mix energético. Valga como ejemplo el planteamiento que presentan Unidos Podemos y el PP; mientras que el primero aboga por una descarbonización acelerada de la economía y la sustitución de las energías fósiles por potencia renovable, el segundo se inclina por el mantenimiento de un mix energético en el que tengan cabida todas las tecnologías. Ni siquiera el PSOE o Ciudadanos, con unos planteamientos pro-renovables llegan a alinearse con las tesis de ninguno de los dos partidos.
Por si esta disparidad de opiniones no fuese suficiente para hacernos dudar sobre la posibilidad de un Pacto Energético de Estado, está la traslación del programa electoral a la realidad. Ese mismo PP que en su programa habla del fomento de las energías renovables es el mismo que, de forma sistemática, ha legislado en su contra durante los últimos cuatro años. O el propio PSOE que incluía dentro sus promesas electorales la realización de una auditoría de costes del sistema eléctrico, como si obviase que muchos de esos costes fueron aprobados durante sus ocho años al frente del gobierno.
Más allá de la política energética, existe la necesidad de que en el nuevo periodo gubernamental se trabaje para cerrar el melón del déficit de tarifa. Y no se trata simplemente de cerrarlo, porque para eso ya está el PP, que no tiene problema alguno en arreglarlo íntegramente a costa de las renovables, sino de entrar en la raíz del problema y eliminar las deficiencias del sistema eléctrico. Porque mientras no se ataquen y eliminen los males endémicos del sistema, el problema persistirá.
Y por último, y no menos importante, el próximo gobierno debe trabajar para arreglar el autoconsumo. Tan cierto es que, por fin existe un marco jurídico y que el autoconsumo es técnica y económicamente viable, como que tenemos una legislación que no permite aprovechar ni una cuarta parte del potencial energético de nuestro país en este asunto. Es como si ponemos a dos bueyes a tirar de un deportivo eléctrico de última generación para que no adelanten al resto de coches.
A excepción de los padres de la norma, todas las fuerzas del arco parlamentario se han comprometido a su modificación cuando no directamente a su derogación. Y aunque las urnas nos han dejado en la misma situación que en el mes de diciembre existe alguna posibilidad y esperanza de avanzar en este tema.
Ya sea porque en las negociaciones se ponga sobre la mesa, o porque haya una mayoría parlamentaria que reme en la misma dirección, lo cierto es que el futuro del autoconsumo pasa por la modificación de la normativa actual. Otra cosa es el alcance y fondo de esa reforma. O, dicho de otra manera, de la importancia y prioridad que cada partido le dé al autoconsumo dentro de su agenda política.
Como reflexión final, desde hace meses todo el mundo sabía que no se iban a obtener mayorías absolutas, la duda era cuál iba a ser el orden de llegada a la meta y la distancia entre cada contrincante. Bajo este escenario, ¿por qué no se habían alcanzado pactos de antemano que contemplasen las distintas opciones? ¿por qué tenemos que ver como la clase dirigente pierde el tiempo en dimes y diretes cuando debería trabajar para sacar el país adelante? Y ¿por qué somos los ciudadanos los que siempre pagamos el pato…?