Países como China, India, Noruega, Holanda o EEUU y las ciudades más importantes del mundo han apostado decididamente por el vehículo eléctrico. Han comenzado a desarrollarse nuevos modelos de negocio que combinan los incentivos fiscales y la inversión en infraestructuras de recarga con normas más exigentes contra la contaminación atmosférica. Ello es posible debido a la caída de costes de las renovables y de las baterías de almacenamiento, cuyos precios se abaratan un 20% cada año.
Detrás del despegue del vehículo eléctrico están las tecnologías de la información, del almacenamiento, de la generación distribuida, el crecimiento del autoconsumo fotovoltaico y una creciente conciencia de los riesgos de no proteger el medio ambiente.
El vehículo eléctrico va a transformar el sector del transporte, el energético, la edificación, la forma de usar la energía y obligará a repensar el diseño de las ciudades.
En la última cumbre del clima, celebrada en 2016 en Marrakech, se establecieron las previsiones para cumplir el Acuerdo de París de 2015 y se fijaron los objetivos de 2030 para el vehículo eléctrico en 100 millones de vehículos de 4 ruedas y 400 millones de 2 y 3 ruedas. La Organización Europea de Consumidores estimó que el coste del vehículo eléctrico se equiparará al del vehículo convencional en 2024 y reduciría un 60% las emisiones del transporte en 2050.
Bloomberg New Energy Finance, en enero de 2017, informaba sobre cómo el vehículo eléctrico puede afectar al sector petrolero. La previsión es que en 2040 el 35% de los nuevos coches serán eléctricos y desplazarán 13 millones de barriles de crudo al día, lo que representa el 14% del mercado de crudo. La Agencia Internacional de la Energía, en su WEO 2016, estima una cuota del 50% de vehículos eléctricos en 2040 y un 58% de generación renovable en el mix eléctrico mundial.
El Instituto Grantham y Carbon Tracker Initiative han pronosticado que la solar fotovoltaica y el vehículo eléctrico se harán con el 10% del mercado de los combustibles fósiles en diez años. Alertan del error de subestimar la eficacia y abaratamiento del coste de la fotovoltaica y del vehículo eléctrico porque tendrán un impacto significativo en la reducción de la demanda energética y en el incremento de la electrificación en todos los usos de la energía.
Tecnología V2G
La Comisión Europea propuso en 2013 un objetivo de 10 millones de vehículos eléctricos y cerca de 800.000 puntos de recarga en la UE para 2020. Los gobiernos no aceptaron esos números entonces. Tres años después, en la feria Intersolar Europe, celebrada en Múnich, el planteamiento era otro: el vehículo eléctrico no solo como consumidor sino como acumulador e integrado en las redes y contadores inteligentes, como parte de la gestión energética de los edificios y del sistema eléctrico, ajustando de forma flexible la oferta y la demanda en tiempo real. Es el nuevo modelo energético basado en la gestión de la demanda.
La integración del vehículo eléctrico en la red eléctrica, no solo para tomar energía sino para intercambiarla, es la tecnología V2G (vehicle to grid) que, en palabras de Jeremy Rifkin, hará que “los coches, como hoy los conocemos, no estarán aquí dentro de 20 años”.
La tecnología V2G está impulsando nuevas alianzas empresariales entre los sectores del almacenamiento, eléctricas, autoconsumo fotovoltaico y fabricantes de automóviles en todo el mundo. Un estudio de Mckinsey Global Institute ha valorado los ahorros de este modelo para la economía mundial en 1,5 billones de euros por la mayor eficiencia energética y los cambios en el transporte.
España, fuera de juego
Todas estas previsiones mundiales quedan obscurecidas en España. El reciente informe Monitor Deloitte calculaba que, para cumplir sus compromisos climáticos, España deberá contar con 300.000 vehículos eléctricos en 2020, 2 millones en 2025 y hasta 6 millones en 2030 y 4.000 puntos de recarga en 2020, 45.000 en 2025 y 80.000 en 2030. La Estrategia de Impulso del vehículo con energías alternativas, presentada en 2015 por el Ministerio de Industria, estableció para 2020 un objetivo de 150.000 vehículos eléctricos y 1.150 puntos de recarga en el ámbito urbano. Después de 2020 nada.
España carece de objetivos a largo plazo para el vehículo eléctrico, de la misma manera que para la reducción de emisiones o el autoconsumo con renovables o el almacenamiento descentralizado. El vehículo eléctrico no es solo un producto industrial sino también energético y necesita con urgencia una estrategia industrial y energética de largo plazo.
Este artículo ha sido publicado originalmente en www.tendenciasenenergia.es