A pedales. Y no es broma. El que crea que, cuando llega la cuesta, puede dejar de pedalear porque la bicicleta entrará en modo eléctrico y le llevará ella solita… pues que deje de creerlo. O que se compre una moto eléctrica. El motor eléctrico de una bicicleta no funciona si el ciclista no pedalea. La ley lo prohíbe. Las bicicletas eléctricas llevan incorporado un “sistema de pedaleo asistido”, o sea, que utilizan un motor eléctrico para “asistir” al pedaleo, pero no para “sustituir” al pedaleo. Hay varios sistemas, pero, grosso modo, un sensor en los pedales detecta la fuerza que hace el ciclista y ayuda proporcionalmente. Eso sí, el motor para automáticamente cuando el ciclista alcanza los 25 kilómetros por hora. Por cierto, la potencia del motor no puede superar los 250 W. El peso de estos vehículos suele oscilar entre los 16 y los 25 kilos (una batería tipo de litio pesa 3,5 kilos; un motor, entre 2,5 y 3,5).
Según el distribuidor Kvolt, una bicicleta eléctrica consume aproximadamente un kilovatio cada cien kilómetros (o sea, unos céntimos de euro) y requiere el mismo mantenimiento que cualquier otra bicicleta: ruedas, frenos y cadena. El fabricante Ecobike asegura que la vida útil de sus motores es de unos diez años. Por lo demás, las bicicletas eléctricas no solo son para el verano. Vamos, que pueden ser usadas bajo la lluvia. Eso sí, después de la tormenta, hay que secar, siempre, los componentes del sistema eléctrico: controlador, batería y cableado. ¿Que en qué se diferencia de la moto eléctrica? Pues en que el seguro no es obligatorio, tampoco lo es el casco y sí pueden transitar por carriles bici y demás vías ciclistas. [Imagen: Bicicleta eléctrica de montaña Jag en acción].
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