Cada vez son más las personas que tienen que elegir entre pagar el alquiler o la hipoteca, comprar alimentos o no morir de frío o calor. Un rompecabezas económico que nos afecta a millones en nuestro país, con un 20,8% de la población viviendo en situación de pobreza energética. Necesidades y derechos básicos con poca, nula o mala regulación que han sido acaparados por un despiadado mercado que enriquece a unos pocos a costa de la salud física y mental de las mayorías.
Por eso el grito social que emocionó el pasado octubre en las calles de diferentes ciudades de España no fue casual. Jóvenes y no tanto, más de 40 colectivos, ecologistas entre ellos, convocamos y nos manifestamos por el derecho a la vivienda, ciudades y pueblos habitables. La vivienda como unidad básica fundamental para el bienestar presente y futuro Viviendas que construyen barrios, ciudades o pueblos, y donde pasamos la mayor parte de nuestras vidas. Hogares y espacios que necesitamos sean asequibles, saludables, respirables, apetecibles y habitables. Sostenibles. Casas que no te maten de frío o calor porque no puedes pagar el gas en invierno, o la refrigeración en el insufrible verano. Hablar de vivienda es hablar ya de nuestro primer y más importante refugio climático. Y es también hablar del calentamiento del planeta, ya que nuestras casas ahora mismo son las responsables del calentamiento global, por su dependencia al gas y gasoil, y por el pésimo aislamiento. Adaptación y mitigación para vivir mejor.
Ante esta crisis social y ambiental, y no de manera fortuita, se presentan dos claras oportunidades.
Por un lado, a nivel europeo, un futuro Plan Europeo de Vivienda Asequible, y el inédito nombramiento de un comisario para dos materias nunca antes conjugadas, Energía y Vivienda que, aunque sin competencias en materia de vivienda, sí tendrá que cumplir con un claro mandato para diseñar estrategias para los estados miembros. Dicho comisario, a pesar de tener un mandato centrado en más construcción y acceso al crédito y con poco o nada de sostenibilidad, ha manifestado que pondrá un especial esfuerzo en los más vulnerables, la eficiencia energética de los edificios, reducir el gas, o renovables distribuidas y comunitarias. Oportunidad de oro para presionar y recuperar la senda original de una vivienda sostenible, digna y asequible para todas, en las que el ahorro, las renovables y la suficiencia sean los elementos clave para transformar nuestras sociedades y entornos.
Por otro lado, a nivel nacional, ya se prepara un 2025 con importantes oportunidades que nos convendría impulsar y vigilar como ciudadanía. Así, el Plan Social para el Clima, el Plan Nacional de Renovación de edificios, –derivado de la inminente Transposición de directivas europeas en materia de eficiencia de edificios (EPBD), eficiencia energética (EDD), y renovables (REDIII)–, o el Plan Estatal de Acceso a la Vivienda 2026-2029, nos brindan la oportunidad de integrar políticas ambientales y sociales para garantizar un acceso a viviendas dignas y sostenibles. Un acceso y rehabilitación asequible que impulse la justicia social (integrando a todas las personas) y la lucha contra el cambio climático.
Políticas que deberán ser impulsadas a nivel nacional, autonómico y municipal si queremos. ¿Tendremos en España la capacidad política de combinar Energía y Vivienda integrando la necesaria justicia social y ambiental? ¿Nos daremos la oportunidad de un debate sosegado que cuestione la necesidad de construir qué, para quién y cómo? ¿Pondremos el dinero público al servicio del bienestar común? ¿O volveremos a perpetuar el mismo sistema fallido, financiando falsas soluciones? Con un elemento tan transformacional como la vivienda, es momento de apostar por dar acceso a hogares y territorios para las personas y el planeta.