Cuando hasta Suecia instaló en 2016 más solar fotovoltaica que España algo debe de ir mal, rematadamente mal, en nuestro país. En el sector de las renovables nos hemos acostumbrado a dar noticias sorprendentes desde hace muchos años que se podrían glosar en una sola idea: éramos algo y cada día que pasa somos menos. Y a pesar de la poca vergüenza de algunos políticos que tienen secuestradas las renovables pero siguen sacándolas a pasear cuando quieren presumir de eso que llaman marca España, la cruda realidad es que el año pasado sumamos 55 MW a nuestro parque fotovoltaico.
Menos que la soleada Suecia, que sumó 60. Y no digamos que el Reino Unido, donde se instalaron 2.000 MW. O Alemania, que añadió 1.500. Hasta 16 países instalaron más de 500 MW el año pasado. Y nosotros, el país de las renovables que antes nos permitían lucirnos en algún sector industrial, llegamos a 55 MW. Así que, año tras año, desde hace ya muchos, perdemos peso en el ranking global. A pesar de que políticos con poca vergüenza sigan hablando de las renovables marca España.
¿Y qué decir de los 38 MW eólicos de nueva potencia en 2016? Nada, en comparación con los casi 900 de Holanda o con los 1.500 de Francia, y muy lejos también de los 238 de Grecia o los 270 de Portugal. Solo en Europa, 14 países instalaron más potencia eólica que España. El secuestro de las renovables en nuestro país afecta a todas las tecnologías: termosolar, bioenergía… y amenaza con trasladarnos desde los puestos de cabeza a la irrelevancia en uno de los pocos sectores industriales donde éramos algo.
Porque lo nuestro es el buen tiempo y las terrazas llenas. Solo hay que ver el telediario un día tras otro. Los informativos de cualquier canal de televisión son ya auténticos boletines del sector turístico. No importa que no haya caído una gota de agua en abril, que se quemen los montes por el norte o que se vacíen los embalses de toda España. Frente a la preocupación de la gente del campo por sus cosechas, nada como una buena batería de voces autorizadas que insisten en lo bien que se está en la playa a mediados de abril. Y digo lo de la batería porque ninguna otra información en televisión contará nunca con tantas fuentes como la del buen tiempo. Parece imprescindible pasear los micrófonos por medio país para ver lo bien que se está al sol y lo bien que se come, otro de nuestros mantras sociales, ahora que todos aspiramos a convertirnos en chefs.
Es la vida en rosa, que probablemente pretende encubrir el color gris del fango de la corrupción. Abril ha sido un terremoto de muchos grados y todo parece indicar que la tierra seguirá temblando bajo nuestros pies durante meses. Curiosamente, en las redes sociales han surgido debates desde el sector empresarial que abogan por esperar a informar sobre los casos de corrupción solo cuando haya pruebas muy evidentes o sentencias firmes. Que, de lo contrario, airear tanto el fango puede hundir nuestra buena reputación. Por suerte, no son pocos los que recuerdan que la auténtica marca España que estamos paseando por el mundo es la de esos políticos y empresarios corruptos. Y que mientras no demostremos que no vamos a pasar ni una, seguiremos siendo un país de tercera fila, con cuadros que despiertan desconfianza, con una sociedad adormecida ante las injusticias y con unas oligarquías económicas demasiado acostumbradas a presionar a la clase política.
Por eso Bruselas acaba de llevar a España ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Por no trasponer la directiva que protege a los consumidores cuando suscriben una hipoteca. Parece ser que aquí (como en Croacia, Chipre y Portugal, los otros denunciados), los bancos mandan mucho y el Gobierno prefiere no soliviantarlos. Por eso la patronal de las constructoras españolas, Seopan, se permite pedir más inversión pública en nuevas radiales para Madrid, cuando todas las radiales construidas están en concurso de acreedores y tendrán que ser rescatadas con el dinero de todos. Por eso las grandes eléctricas han duplicado sus resultados en 2016, en medio de la crisis y con una fuerte subida del recibo de la luz. Y marean la perdiz sobre el futuro de la nuclear de Garoña mientras exigen al Gobierno que siga manteniendo a las renovables en el zulo.
Hasta el mes que viene.
Luis Merino
lmerino@energias-renovables.com