No hay EPIs suficientes, ni respiradores, ni mascarillas. No hay UCIs disponibles. Ni los médicos intensivistas necesarios. Ni hospitales. Ni test rápidos. Dependemos de un envío que está paralizado en Ankara. “El Gobierno turco retiene un avión cargado con respiradores adquiridos por España”, me cuenta la prensa.
Sí, dependemos de un mercado global en el que todo el mundo está pidiendo exactamente lo mismo… al mismo tiempo. Y no hay para todo el mundo. Y ya sabemos todos que es cuestión de vida o muerte. Pero es que no hay equipos de protección individual suficientes, ni las unidades de cuidados intensivos que necesitamos. Y por eso -por esas ausencias- ha habido días y hospitales donde han tenido que elegir a quién le colocaban un respirador… y a quién no.
Es cuestión de vida o muerte. Y es cuestión de independencia. Económica y política. Alimentaria. Sanitaria. Energética.
¿Queremos depender de los respiradores de Ankara, de las mascarillas de no sé qué mercado global, queremos depender del Gobierno de Holanda?
Ya he hablado en más de una ocasión, en esta misma columna, de ese gran valor que entrañan las energías renovables -su aptitud para hacernos independientes-, valor que no siempre parece tan evidente como los demás. Cada kilovatio hora que genera España con sus vientos -la galerna, la tramontana, el levante, el cierzo- es un kilovatio hora que no hay que traer de Catar, Argelia o Nigeria, naciones todas desde las que importamos cada año el gas que alimenta los ciclos combinados.
España es muy dependiente energéticamente. Nuestra dependencia está más de 20 puntos por encima de la media europea. El año pasado pagamos a naciones extranjeras 44.396 millones de euros para traernos desde ellas productos energéticos. Miles y miles y miles y miles de millones de euros en pago por el gas y el petróleo que nos bebimos… el año pasado.
Porque los combustibles fósiles no se renuevan, como sí lo hace el Sol cada día de tu vida; no, no se renuevan, como el cierzo o la galerna (que vuelven, y vuelven, y vuelven a soplar). No, los combustibles fósiles se queman. Y por eso este año volveremos a pagar un dineral para volverlos a quemar. 44.396 millones de euros nos gastamos en 2019 -cinco millones de euros cada hora- en productos energéticos (el dato es de la Secretaría de Estado de Comercio).
Dicen que la principal “industria” de este país es el turismo. El año pasado, los turistas se dejaron aquí (el dato también es del Gobierno) 71.205 millones de euros. Entraron por una puerta 71 mil y se fueron por la otra 44 mil, el 62,3% del total.
¿Qué va a pasar este año? ¿Cuántos “millones” de turistas van a venir a esta España de coronavirus, Sol y playa? ¿Cómo vamos a pagar nuestra factura energética si nuestra principal “industria” no nos trae lo que siempre trajo?
No hay UCIs suficientes, ni respiradores, ni los test rápidos que necesitamos. ¿Cuántos podría haber habido si nuestra factura energética no hubiese sido aquella? Al petróleo un día le quisieron poner un impuesto: el céntimo sanitario le llamaron. Y se lo pusieron. Y luego llegó un Tribunal (Europeo) y se lo quitaron.
La doctora María Neira, directora del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS, no se cansa estos días de tuitear sobre informes que asocian contaminación atmosférica y Covid-19.
Uno de sus últimos tuits alude a un estudio de la Universidad de Harvard que establece que cuanto mayor es la polución en el aire (y han estudiado 3.000 condados de Estados Unidos) mayor mortalidad produce el coronavirus.
Dicen que toda crisis (climática, sanitaria) es una oportunidad (para aprender, o para ganar independencia energética, alimentaria, sanitaria). Y quiero creer que el coronavirus simplemente nos está cerrando una puerta, y que las energías renovables son la ventana. Quiero.
Hasta el mes que viene.
Antonio Barrero F.
abarrero@energias-renovables.com