Cuando escribía estas líneas, el precio de la luz se acercaba a la astronómica cifra de 140 euros el megavatio hora, y el del gas natural arrastraba una subida de más del 10% con respecto al precio de 2020, situándose por encima de los 50 €/MWh. Trasladadas a la factura de los ciudadanos, estas cifras auguran un duro invierno para millones de hogares.
Teresa Ribera compareció el 31 de agosto en el Congreso para explicar qué medidas está tomando el Gobierno para poner freno a semejante atentado contra el bolsillo. Allí, la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica subrayó, una vez más, el "firme compromiso" del Ejecutivo de Pedro Sánchez para conseguir que la factura de la luz quede lo más alejada posible de la volatilidad y del incremento de los precios del mercado mayorista. Ribera también puso freno a la propuesta de su socio de Gobierno, Unidas Podemos, de poner un precio máximo a la nuclear y la hidroeléctrica; dos tecnologías que, dicho a lo llano, se están forrando con lo que generan, porque su coste de producción es muy bajo y se trata de centrales ya amortizadas. "Este Gobierno –dijo la ministra– jamás va a impulsar la adopción de medidas que sepamos de antemano que son frontalmente contrarias al derecho comunitario, porque es lo peor que se puede hacer". "Acaban convirtiéndose en pérdida de confianza en el país, acaban convirtiéndose en multas”, subrayó.
¿Sería posible, sin embargo, achicar el volumen de los megavatios de origen nuclear e hidro que participan en el mercado mayorista sin enfadar a Bruselas? Parece que con esto sí se puede deshilvanar algo la enrevesada madeja eléctrica. Ya se hace, de hecho, en países como Francia, donde en el año 2011 se sacó la cuarta parte de la producción nuclear del mercado mayorista y es el Ejecutivo el que establece periódicamente su precio. En nuestro vecino del norte funcionan actualmente 56 reactores nucleares, parque que está en manos de Electricité de France, EDF, empresa de capital mayoritariamente público. Ahora se quiere ir más lejos y que todo lo relacionado con la energía de los átomos, la hidro y la de origen fósil, sea gestionado por una EDF 100% estatal.
En cuanto a la generación hidroeléctrica, que en España está cobrando los megavatios que vende en el pool al precio de lo que cuesta generarlos con gas natural, el abuso va aún más lejos porque "los señores del agua" no han dudado en desembalsar algunos de sus pantanos para asegurarse suculentos beneficios, dejando prácticamente secos los embalses y con un cabreo monumental a la población de las zonas afectadas. Ahora bien –ya lo dice el refrán–, la codicia rompe el saco: el gobierno está estudiando aplicarles el artículo 55 de la Ley de Aguas, que permite al organismo de cuenca limitar el uso del dominio público hidráulico, con carácter temporal, para garantizar la explotación racional del agua y así evitar que sigan turbinando a su antojo este recurso de primera necesidad. Otra medida que se podría tomar es recuperar las concesiones de centrales hidroeléctricas que caduquen, integrándolas en una empresa pública de energía que fije precios justos a la luz. Así lo piden asociaciones de consumidores, ecologistas y Unidas Podemos.
Ninguna de estas actuaciones va a lograr de inmediato que la luz nos cueste la cuarta parte mañana. Ayudarán, sin duda, pero no son varitas mágicas. Sin embargo, los ciudadanos tenemos a nuestro alcance otras posibilidades que sí permiten obrar la magia de desengancharnos (total o parcialmente) del oligopolio eléctrico. Hablamos del autoconsumo, de la energía distribuida, de las comunidades energéticas, opciones con las que dejamos de depender de las grandes compañías energéticas y pasamos a ser nosotros los dueño y gestores de la energía que consumimos. Como dice nuestro veterano columnista Javier García Breva, "abaratar la energía solo será posible con un modelo energético que desplace el poder de mercado de las grandes eléctricas a millones de autoconsumidores y comunidades energéticas".
Antonio de Lara, otros de nuestros expertos, aporta una reflexión más: "Hubiese sido deseable que con la decisión de descarbonización se hubiese adoptado un modelo inicial de mercado capaz de amortiguar turbulencias como las actuales", escribe en su última columna en ER. Un método que, según su propuesta, "calculase el precio de mercado como media ponderada de las ofertas casadas en el pool" y así diluir la actual y seguramente persistente elevación de precios. No se ha hecho y estas son las consecuencias.
Hasta el mes que viene.
Pepa Mosquera
pmosquera@energias-renovables.com