Sandy entró en la costa este de Estados Unidos como un elefante en una cacharrería. En los países caribeños no nos sorprenden este tipo de destrozos, se repiten año tras año sin que hayamos sido capaces de aportar los recursos que mitiguen el impacto de huracanes y otros fenómenos parecidos. Ver cómo queda Santiago de Cuba tras el paso de una de estas supertormentas produce una inmensa tristeza, observar lo mismo en Nueva York deja atónito, con la mitad sur de Manhattan sin luz, los transportes públicos suspendidos, estaciones de metro anegadas por el agua del mar y puentes y túneles cerrados. Pero no solo deberíamos lamentarnos por lo que es capaz de hacer la Naturaleza cuando adopta sus formas más desatadas, también deberíamos preguntarnos qué está provocando que se exprese con tanta violencia en lugares tan poco habituales.
“El huracán Sandy es una perturbadora señal de las cosas que quedan por venir y una advertencia para que actuemos rápidamente sobre el cambio climático”, escribe Al Gore en su blog. No solo lo dice el exvicepresidente de Estados Unidos. Los científicos llevan tiempo advirtiendo que a medida que los océanos y la atmósfera se calientan más, las tormentas se convierten en más potentes y peligrosas. Esto es lo que ha ocurrido con Sandy: la inusual calidez de las aguas costeras hizo que el huracán fuera ganando fuerza a medida que se aproximaba a la costa norteamericana. Y la crecida del mar fue agravada por un siglo de subida del nivel del mar.
El clima es tremendamente complejo y achacar en exclusiva al calentamiento global estos fenómenos puede que sea un error, pero está claro que las tormentas que vienen produciéndose alrededor del mundo en los últimos años son mucho más graves que antes. Otra certeza es que la energía sucia genera clima sucio (como también señala Al Gore en su blog).
Afortunadamente, contamos con dos instrumentos de enorme valor para avanzar hacia la sostenibilidad: las tecnologías renovables y la eficiencia energética. Es decir, usar la energía con más inteligencia, no desperdiciarla –como aún seguimos haciendo– consumir solo la que realmente necesitamos para obtener los productos y servicios que necesitamos. Este número va dedicado a este potente recurso, en realidad, la fuente de energía más importante del futuro.
Hasta el mes que viene.
Luis Merino
lmerino@energias-renovables.com
Pepa Mosquera
pmosquera@energias-renovables.com