La bandera del autoconsumo es la bandera de la independencia. La energética. La de verdad. Esa bandera sí que Marca España, esa enseña sí que marca horizonte y futuro. "La dependencia energética es, sin duda, el gran castigo que tenemos", me dijo en cierta ocasión José Miguel Villarig, presidente de la Asociación de Empresas de Energías Renovables. "El-gran-castigo-que-tenemos". Me pareció una expresión muy rotunda, que me sorprendió aún más en boca de un hombre tan mesurado como siempre ha sido (y es) Villarig. Años antes le había escuchado algo parecido a su antecesor en el cargo, José María González Vélez, otra voz imprescindible en la escena energética nacional, historia viva y presente del sector, presidente hoy de la comercializadora de kilovatios verdes Gesternova, la decana.
Fue él quien me enseñó (quien me hizo ver por primera vez) que en efecto el gran problema energético de España era (y es) su dependencia de los recursos –el gas, el petróleo- que nos venden otras naciones (que ese es el problema… y que la gran solución son las energías renovables, me vino a decir). Hace ya muchos años de aquel día. Yo andaba por aquel entonces hipnotizado por los heliostatos, las nuevas tecnologías, y qué bonitas son las energías renovables, y qué verdes también, que no emiten ceodós ni nada. Andaba yo así y de repente aquel hombre viejo y fuerte, que me escrutaba con la mirada -inteligente-, me estaba hablando de independencia energética y de balanza comercial y de importaciones de crudo.
Sí, la bandera del autoconsumo -la de las energías renovables, en general- es la bandera de la independencia, de la verdadera independencia.
Esa sí que Marca España, esa sí que marca horizonte, esa sí que hace país. Algo así me dijo Javier Díaz, el presidente de la Asociación Española de Valorización Energética de la Biomasa (Avebiom), hace ya también muchos años, en el verano del 11. “La biomasa es una gran generadora de empleo y también una gran generadora de autoestima como país”. ¿De autoestima como país?, le pregunté. “Sí, porque nos hace más independientes". Cuatro años después de aquella frase, volví a entrevistar a Javier. Fue en vísperas de las generales del 20D (2015). ¿Qué le pediría al Gobierno entrante?, le espeté. "Le diría que apueste por la soberanía energética de España. Sí, eso le diría", me contestó.
Han pasado ya catorce años desde que España votara ZP por primera vez, allá por el mes de marzo del año 2004 (qué remoto suena, ¿verdad?). Siete años fueron de gobiernos socialistas (2004-2011). Y otros siete (casi siete) han sido de mandatos Marianos (2011-2018). Durante el primer septenio, fueron instalados en este país más de 18.500 megavatios de potencia renovable. Durante el segundo, un 82% menos, o sea, apenas 3.500.
Han pasado 14 años y ya estamos en 2019. ¿Y qué ha sucedido? Pues que el año pasado España importó más crudo que nunca antes en un solo año: 67,5 millones de toneladas (el dato es de la Corporación de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos, Gobierno de España). Según el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, la nación ha gastado en importaciones de productos energéticos entre enero y noviembre de 2018 (último dato disponible), 43.853,6 millones de euros, un 18,4% más que en el mismo periodo del año anterior (la factura anual final rondará los 50.000 millones).
Cada hora gastamos un millón de euros en gas. Un millón de euros que la economía española envía (un millón por hora) a naciones como Argelia, Nigeria o Catar. Más del 50% del crudo que hemos importado en los últimos once meses nos ha llegado desde “consolidadas” democracias como Arabia Saudí, Irán, Irak, Libia y Nigeria, países a los que hemos enviado 20.000 millones de euros en 2018.
Conocemos el problema –un agujero de 50.000 millones de euros, socavado en apenas doce meses (agujero que este año volverá a ser, y el siguiente, y el siguiente)- y conocemos la solución: cuanta más energía bebamos del viento y del Sol, menos divisas habremos de enviar a pozos oscuros de allende las fronteras.
Sí, las fuentes de energía renovable, autóctonas por naturaleza, son la vía. La vía de la independencia. La de verdad. La energética. La que construye autoestima, la que hace país. Y el autoconsumo, en cada casa, en cada empresa, en cada tejado, es su bandera.