¡Vivan los mineros! (ER93)

En unas semanas –esperemos que pocas– todos los ojos del mundo mirarán a Chile, a la boca de esa mina de cobre donde 33 mineros viven atrapados bajo tierra, a 700 metros de profundidad, desde el 5 de agosto. Y los veremos salir con lágrimas en los ojos, en nuestros ojos, con la emoción de quien vive la libertad de un compañero. Porque los periodistas nos han hablado de esa gente, de sus familias y del nudo en la garganta que tiene Chile entero desde hace más de dos meses. Desde Japón a la costa oeste de América será un día grande.

En España varias decenas de mineros también han pasado el mes de septiembre encerrados en la mina, en dos minas de carbón, una en León y otra en Palencia. No han estado allí por obligación. Lo han hecho de forma voluntaria para protestar por la situación que vive el sector que les da de comer y para exigir garantías de futuro en la minería. Y cuentan, seguro, con la comprensión y la solidaridad de todos.

Pero la crisis que desde hace años está viviendo en España la minería del carbón exige un análisis frío. Porque es evidente que hay que buscar soluciones a largo plazo para esas comarcas que son lo que son gracias a la mina. Hay, por tanto, un problema social que exige una respuesta por parte de las administraciones. Una respuesta que, a nuestro juicio, no pasa por insistir en el mantenimiento artificial de un sector con fecha de caducidad por su inviabilidad económica y por su fuerte impacto ambiental.

Ese nuevo modelo energético del que hablamos constantemente exige apostar por fuentes de energía limpias, autóctonas y accesibles a todos. Que vayan sustituyendo progresivamente a las fuentes convencionales, sucias y caras. Porque el carbón, el petróleo, el gas natural y la energía nuclear son tecnologías muy sucias. Y serían muy caras a poco que las exigieran pagar por lo que contaminan.

En los debates surgidos a cuenta de las protestas de los mineros suelen salir a relucir las ayudas que reciben también las renovables. Pero la comparación no se sostiene. Porque el carbón vive su propio ocaso, una pérdida constante de protagonismo, y seguir apoyándolo es como meter dinero en una hucha rota. Apostar en cambio por las renovables es apostar por la innovación y el futuro, para lograr que las energías limpias sean cada vez más competitivas y las empresas españolas puedan mantenerse en la cabeza de este tren tecnológico.

Hay otro detalle no menos importante. Actualmente no llegan a 9.000 los mineros del carbón en España y se espera que en 2012 queden menos de 6.000. En apenas nueve meses, desde mediados de 2008 a marzo de 2009 se destruyeron en España más de 20.000 empleos ligados a la energía fotovoltaica. Queremos mineros, claro que los queremos, pero mineros que recolecten viento, sol y agua. Y lo que con sol y agua produce la tierra. Por ahí deberían apuntar algunas de las salidas a la agonía del carbón.

Hasta el mes de octubre.

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