Para los que llevamos ya unos años haciendo información ambiental, las manifestaciones por el clima del pasado 27 de septiembre fueron como de otro planeta (aunque como se gritaba ese día, ni hay plan B, ni hay planeta B). En 1992, en los días previos a la Cumbre de la Tierra que se celebró en Río de Janeiro, los más concienciados salieron a manifestarse en algunas ciudades españolas. En la que se celebró en Madrid nos conocíamos casi todos. Puede resultar un poco exagerado pero es cierto.
El cambio climático, su repercusión social y su denuncia colectiva han adquirido en los últimos años otra dimensión. Muy probablemente porque la gente más joven ha decidido dar un paso al frente y decir a voces que ellos tienen que seguir viviendo en esta casa, la única, la de todos. Así que no podemos vivir como si no hubiera mañana. Porque tiene que haberlo. Y esta es la clave. El periodista estadounidense David Wallace-Wells, autor de un libro titulado ‘El planeta inhóspito. La vida después del calentamiento’, lo decía en una reciente entrevista en El País: “el problema no es la negación del cambio climático, el problema es la indiferencia”. Así ha sido hasta ahora. Pero es probable que deje de serlo.
Sobre todo porque las consecuencias del cambio climático formarán parte habitual de nuestro día a día. Y fenómenos como sequías, inundaciones, aumento del nivel del mar, etc, que antes sucedían cada cien años, ahora pueden repetirse año tras año. No son palabras huecas. Deberíamos traducirlas enseguida y convertirlas en algo que todos entendemos mucho mejor: son vidas humanas y son millones de euros en pérdidas económicas. Tratemos de responder algunas preguntas: ¿hasta cuándo vamos a tener que destinar ayudas para recuperar miles de hectáreas agrícolas que se echan a perder en inundaciones como las de septiembre? ¿Hasta cuándo habrá que seguir arreglando los paseos marítimos que, año tras año, son destrozados por la embestida del mar? ¿Cuándo empezará a sonar la alarma porque las lluvias, cada vez más escasas, no dan ya ni para cubrir las necesidades más básicas?
No son previsiones catastrofistas. Son las conclusiones que presentó hace dos semanas el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU, el grupo más cualificado y numeroso de científicos que estudian la evolución del clima. Y a pesar de todo, qué difícil resulta que los que toman decisiones políticas se den por enterados. En un reciente encuentro con la ministra para la Transición Ecológica organizado por la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA), Teresa Ribera dedicó gran parte de su intervención a hablar sobre la polvareda que levantó una de sus afirmaciones en el verano de 2018: “el diésel tiene los días contados”. Pues a pesar del rechazo de parte de la industria automovilística, debería tenerlos si queremos tomarnos en serio los problemas climáticos y de contaminación.
El debate ha tenido, sin duda, un efecto positivo. Y es probable que algunos se hayan empezado a plantear ahora que los coches que queman combustibles fósiles (gasolina, gasoil o gas) contaminan. Y contaminan mucho. Que nadie haga la prueba metiendo el coche en el salón de su casa, cerrando las ventanas y poniéndolo en marcha. Entre los que siguen sin enterarse está el alcalde de Madrid, Martínez–Almeida, que para “mejorar” Madrid Central ha decidido dejar entrar en el centro de la ciudad a más coches que, además, están, por su edad, entre los que más contaminan.
La buena noticia es que estos problemas tienen solución. Probablemente no sirvan para cambiar las cosas de un día para otro, pero sí para cambiar las tendencias. Por eso hay que empezar cuanto antes. Y esa solución pasa por la implantación masiva de renovables, tanto en grandes plantas como en instalaciones de autoconsumo. Y exige también una apuesta decidida por la movilidad sostenible, basada en el transporte colectivo, el uso de la bicicleta y el vehículo eléctrico.
Mientras tanto, mientras una mayoría social no asuma que tenemos que tomar medidas, habrá que seguir gritando que no tenemos planeta B, que queremos respirar aire limpio y que no podemos dejar que el oso polar se extinga. Y para ello, nada como recordar a los recalcitrantes que todos vamos en el mismo barco. Y que el oso polar eres tú.
Hasta el mes que viene.
Luis Merino
lmerino@energias-renovables.com