En febrero de 2014, Sergio de Otto, columnista habitual en estas páginas, utilizaba una frase parecida a esta –el obsceno recibo de la luz, en su caso– para encabezar uno de sus artículos de opinión. Transcurridos siete años, ambos titulares –el suyo y el nuestro–, siguen siendo, lamentablemente, del todo apropiados.
A lo largo de las últimas semanas hemos visto cómo algunos expertos en energía y mercado eléctrico, y aún más "amateurs", aportaban ideas y propuestas para que no vuelva a repetirse lo ocurrido en la segunda semana de 2021, cuando el precio al que se casaba la electricidad en el gran mercado mayorista alcanzaba cifras obscenas en plena ola de frío glacial. Algunas de esas ideas las comparto, otras en absoluto, pero eso es lo de menos. Quienes escribimos esta revista somos periodistas, no técnicos, así que no nos corresponde a nosotros decidir cómo hay que rediseñar el modelo eléctrico para que el derecho a disponer de electricidad de calidad a un precio decente se haga realidad. Pero sí es nuestra obligación aportar una información, fiable y verificable, que ayude a caminar en esa dirección.
Fiable y verificable es, por ejemplo, que en 2020 se instalaron 596 megavatios nuevos en autoconsumo solar en España, lo que supone un incremento del 30% con respecto a 2019 y, sin la menor duda, toda una hazaña en pleno año Covid. O que, a pesar también de la pandemia, la demanda de turbinas eólicas en Europa se disparó el año pasado hasta la cifra récord de 15.000 megavatios.
También es nuestra obligación, como periodistas, informar y denunciar lo que no se hace bien. En este proceso hacia la descarbonización de la economía ha habido negacionistas del cambio climático –reales o motivados solo por el lucro– que no han tenido el menor reparo en intoxicar el debate con todo tipo de datos falsos. Por ejemplo, sobre la capacidad de las energías renovables para aportar energía limpia o su precio. Todavía los hay, si bien parece que esta batalla ya está ganada. Sin embargo, el que las energías renovables sean limpias no significa que todo valga en relación a ellas.
Mientras escribía estas líneas, estaba terminando de tomar cuerpo una nueva alianza, integrada por organizaciones ciudadanas y ecologistas que, con el apoyo de científicos –algunos de ellos de primer nivel– denuncia la forma en que se está desplegando la potencia renovable en España. Advierten sobre el riesgo de una transición energética enfocada únicamente en la tecnología, que sature el territorio con proyectos a gran escala, con graves impactos en el suelo y la biodiversidad. Su propuesta es apostar por la generación renovable distribuida, el ahorro energético y el autoconsumo.
En Energías Renovables nos hemos hecho eco de esta denuncia, pero también de las reflexiones de quienes defienden que para lograr un mix cien por cien limpio las macro plantas son igualmente imprescindibles. Reconocen que las energías renovables, especialmente las solares, implican una ocupación notable del territorio, pero puntualizan que hay impactos muy visibles que son menos dañinos que otros poco aparentes, como las emisiones de gases de efecto invernadero o de residuos radiactivos. Luego están quienes, en un camino más intermedio, plantean que el reto no es tanto instalar 52.000 megavatios en eólica y solar fotovoltaica para 2030 sino aproximar la generación al consumo (aspecto clave en las propias directivas europeas).
Es muy probable que este debate incipiente termine jugando un papel destacado en la transición ecológica. La razón de extender las renovables es un imperativo para frenar el calentamiento global; otra cosa es cómo lo hacemos. Esperemos que, como dice Emilio Menéndez, que fue profesor de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid (está jubilado, pero siguen colaborando en másters) analizar, reflexionar y dialogar sea la luz que lo conduzca.
Hasta el mes que viene.
Pepa Mosquera
pmosquera@energias-renovables.com