Hay políticos que siempre se han tomado el cambio climático a broma. De hecho,
tengo la impresión de que, más allá de las personas, hay partidos políticos que siempre se han tomado el cambio climático a broma. Están en el mismo lado del tablero y me temo que ni el candidato de la última moción de censura, Ramón Tamames, les va a mover de sus casillas. Por mucho que insista en que sus votantes lo consideran un problema grave.
El pasado verano, cuando las olas de calor se sucedían una tras otra en nuestro país, se extendió como la pólvora la sensación de que el cambio climático se está poniendo serio. Los científicos llevan años avisando que lo que se nos viene encima es muy gordo y que España lo va a pasar especialmente mal. Pero somos así. Solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. Y ya está tronando.
¿Truenos? ¿Qué truenos?, pensarán algunos. Porque tras cuatro meses sin caer una gota de agua –¡ojo! tras los cuatro meses en los que suelen caer aquí las gotas de agua– y con la última semana de abril emulando el tórrido mes de julio, el Parlamento andaluz, dominado por esos partidos políticos que se toman el cambio climático a broma, defiende una propuesta para legalizar regadíos en Doñana. Contra el criterio de los científicos, del Gobierno central, de la Unión Europea, y hasta de los agricultores que están regando sus fresas con regadíos legales.
Los políticos que no quieren ver lo que es obvio, que Doñana está literalmente seca, que no hay agua, que no se pueden ampliar regadíos, ¿cómo van a ver el cambio climático?, ¿cómo van a entender que cada vez llueve menos?, ¿qué medidas van a tomar para adaptarnos a ese entorno hostil del que nos advierte la ciencia?
En un evento reciente coincidí con un joven diputado del PP que defendía la libertad de los agricultores para cultivar lo que consideren, y la necesidad de construir más infraestructuras para llevar agua donde no la hay. “Si los embalses están vacíos en casi todas las cuencas –le decía yo–. Para qué quieres construir más. El problema no es que falten embalses, lo que falta es agua para llenarlos”. Y le recordé las palabras de uno de los más reconocidos expertos en la gestión del agua, el exdiputado de Unidas Podemos
Pedro Arrojo: “construir más embalses en España es como regalarle a un pobre un monedero vacío, por si algún día tiene unas monedas que guardar”.
Doñana es uno de los espacios naturales más importantes de Europa. Alberga especies que han vuelto a renacer después de que prácticamente se hubieran extinguido en el resto del territorio, como el lince ibérico, que encontró aquí su último santuario. Aunque el parque nacional esté a 100, a 1.000 ó a 2.000 kilómetros de tu casa, su patrimonio natural también es tuyo, es de todos.
Porque Doñana es también tu barrio. Las calles, los edificios, los parques que te rodean, son tu particular ecosistema. El de todos nosotros. Tal vez no encontremos en ellos flamencos o águilas imperiales, pero son vitales para ti, para mí y para los que vengan. La ONU declaró el 28 de julio de 2022 que todas las personas del mundo tienen derecho a un medio ambiente saludable. Y la amenaza climática puede convertir ese derecho en una utopía.
No, el cambio climático no es ninguna broma. Y requiere que aceleremos la puesta en marcha de soluciones para combatirlo y paliar, en la medida de lo posible, sus consecuencias. A día de hoy esas soluciones pasan por acelerar la transición energética hacia las renovables, trabajando sin pausa en todos los frentes. Y advirtiendo a los que no quieren oír que tienen que abrir las orejas. Porque ya está tronando.
Cuando vayas a votar el 28 de mayo recuerda que Doñana es tu barrio.
Y puestos a pedir, que llueva.
Luis Merino
lmerino@energias-renovables.com
