Escribimos este editorial en un contexto poco propicio para pensar en otra cosa que en la guerra de las dos rosas. El sábado 1 de octubre se debatió el futuro de un partido que ha sido clave en la historia de España pero cuyos dirigentes actuales y popes de antaño han llevado a extremos impensables de enfrentamiento. El espectáculo es tan lamentable y penoso que casi dan ganas de no haber conocido el resultado del fratricidio. Sin embargo, cuando esta revista esté en tus manos el desenlace hará días que ya se conoce, así que no hay posibilidad de abstraerse.
¿Qué tiene que ver la fractura del Partido Socialista Obrero Español con las energías renovables? En realidad, bastante. En primer lugar, porque el partido va a quedar desgarrado; y eso se traducirá, muy probablemente, en pérdida de votos si hay terceras elecciones, o en una capacidad de presión más menguada ante un nuevo gobierno conservador. Y si nos atenemos a lo hecho hasta ahora por los sucesivos ejecutivos Rajoy en el terreno del cambio climático, el apoyo a las renovables, la gestión eficiente de los recursos y la protección del medio ambiente en general, el horizonte no invita, precisamente, al optimismo.
Es cierto que el “antiguo” PSOE no se ha distinguido, precisamente, por defender las energías renovables; de hecho fue el iniciador del veto a la generación con energía solar. También es verdad que estas tecnologías siguen avanzando con o sin políticos proactivos a favor de un planeta más habitable. Pero, el avance dista mucho de producirse con la misma velocidad y brío cuando se cuenta con una legislación favorable a ellas que cuando las leyes tratan de torpedearlas.
Basta echar un vistazo al último estudio de APPA sobre el impacto macroeconómico de las renovables en España para confirmarlo: en 2015, las energías limpias disminuyeron su participación en el consumo de energía primaria en un 3,1%, hasta situarse en el 13,9% del total. Mientras tanto, en el mundo crecían un 4,8% y un 9% en el resto de Europa. [ver reportaje en página 18].
El próximo 8 de noviembre vamos a asistir al desenlace de otra contienda, de alcance mucho mayor de la que estamos viviendo aquí, pues sus resultados se dejarán sentir en el mundo entero. Hablamos, claro está, de las elecciones en EEUU. Hillary Clinton–Donald Trump. Dos mundos radicalmente contrapuestos. La candidata demócrata promete reducir en un tercio el consumo de petróleo durante su legislatura, las emisiones de gases de efecto invernadero en más del 80 por ciento antes del 2050 y energía limpia en cada hogar estadounidense en diez años. El candidato republicano ni siquiera cree en el cambio climático (dice que ha sido creado por y para los chinos). ¿Su promesa?: cancelar los Acuerdos de París e incrementar la producción de carbón en EEUU.
En nuestro actual mundo globalizado y en el que no existen fronteras para la contaminación, ¿podemos permitirnos gobiernos que aún pongan más obstáculos de los ya existentes a los tibios esfuerzos por frenar el cambio climático? Un estudio realizado por el instituto de estudios de mercado DYM para conocer el posicionamiento del planeta respecto a la carrera por la Casa Blanca, da una pista: solo el 25% de la población mundial votaría a Trump. El 59% prefiere a Clinton. Y han sido 45 los países en donde se ha realizado el estudio, España incluida. Trump solo ha ganado en uno: Rusia. Clinton en todos los demás.
Hasta el mes que viene.
Luis Merino
lmerino@energias-renovables.com
Pepa Mosquera
pmosquera@energias-renovables.com