Álvaro Nadal debe de estar pasando unos días difíciles. Aunque a juzgar por sus palabras y gestos cuando se le pregunta por la subida de la luz, el ministro se merece tanto como Rajoy esos elogios que de vez en cuando le dedica la canciller Angela Merkel: “tienes la piel de elefante”. El precio de la electricidad en el mercado mayorista ha superado en enero la barrera de los 100 euros/MWh y ante la exigencia de explicaciones por parte de partidos políticos, ciudadanos y empresas, se ha limitado a decir que el recibo de la luz se encarecerá unos 100 euros al año. Y que poco se puede hacer para evitarlo.
Bueno, para ser justos, Nadal ha dicho más cosas. Que las causas de la subida de los precios de la energía responden “a un contexto de encarecimiento de las materias primas a nivel internacional, a la ola de frío, a la ausencia de lluvia y viento, al parón nuclear en Francia, a determinados problemas en los orígenes de suministros de gas y al tipo de cambio euro/dólar”. Causas sobre las que, efectivamente, nada puede hacer porque, o son factores externos o manda la naturaleza.
La única manera de que el ministro de Energía no se ponga de lado cada vez que la luz alcance precios récord es disminuyendo nuestra dependencia energética y generando más electricidad con fuentes renovables y autóctonas. Y menos con carbón, petróleo, gas y uranio, que tenemos que importar de fuera. Eso sí puede hacerlo. Pero no quiere. Porque el ministro de la luz más cara es el ministro anti-renovables. De hecho, le ha faltado tiempo para calificarlas de caras y obsoletas.
Que es, curiosamente, el mismo argumento que esgrimen los tertulianos de profesión que se pasean por radios y teles para neutralizar cualquier motín social en contra de las eléctricas. El 19 de enero, ante la escalada de los precios de la luz, Joan Baldoví, portavoz de Compromís, dijo en el Congreso que “da la impresión de que las eléctricas son matones de barrio” y que “chulean a los ciudadanos”. En ese momento empezaron a dejarse notar las ingentes cantidades de dinero que Endesa, Iberdrola o Gas Natural Fenosa inyectan en los medios de comunicación en forma de publicidad. “La voltaica es una ruina porque cuesta muchísimo y lo que se puso es muy obsoleto”. Así, tal cual: la “voltaica”. Lo soltó sin pestañear Antonio Pérez Henares en Los Desayunos de TVE el 23 de enero. La idea fuerza de este tipo de “expertos”, entre los que cabe citar a Francisco Marhuenda o Eduardo Inda, es siempre la misma: las renovables de la era Zapatero son las que han provocado el déficit de tarifa, son carísimas, no producen nada y viven de las subvenciones.
Por fortuna, algunos medios recaban voces más autorizadas en la materia. Rubén Sánchez, portavoz de Facua, defendió en la Sexta Noche el 21 de enero el papel de las renovables y recordó que el déficit de tarifa se generó siendo Rodrigo Rato ministro de Economía: “en tiempos de Aznar la luz bajó varias veces pero hizo trampa”. A Eduardo Inda le faltó tiempo para acusarle de mentir.
Presentar un argumentario contra tertulianos anti-renovables exigiría mucho espacio. Pero se pueden dar algunas pautas:
– Las renovables no producen poco, producen mucho: en 2016 han generado el 40,8% de toda la electricidad en España.
– En enero no ha llovido y el viento ha soplado poco. Pero ha hecho sol. Si en vez de tener 4.425 MW fotovoltaicos, tuviésemos 40.000 como Alemania, habríamos necesitado importar menos gas y carbón. Y nuestra electricidad sería más barata. (El autoconsumo no pide primas).
– El Gobierno de Rajoy ha subido la parte regulada de la tarifa, que afecta al 60% del recibo de la luz. Y la ha subido mucho, más del 100% en algunos tramos, entre 2013 y 2014.
– El gas y el carbón reciben ingentes subvenciones, sobre todo a través de los llamados mecanismos de capacidad, costes de interrumpibilidad y las ayudas al carbón. En total, unos 1.000 millones de euros anuales. La Comisión Europea ha dicho que España es “el país con el mayor número de mecanismos de capacidad”.
– La vida útil de un aerogenerador o una fotovoltaica es de, al menos, 20 años. Y la mayor parte se instalaron hace mucho menos tiempo. ¿No estará más obsoleta la central nuclear de Garoña que ya tiene 46 años? ¿No es peligroso mantenerla abierta?
– Las eléctricas españolas casi doblan el margen de beneficio de las eléctricas europeas. ¿Será porque nuestros gobiernos dejan que los matones de los que habla Joan Baldoví campen a sus anchas?
Hasta el mes que viene.
Luis Merino
lmerino@energias-renovables.com