Momento Energía, como diría el ínclito Boris Izaguirre. Lo que se está viviendo en los últimos tiempos en torno a la energía demuestra hasta qué punto estamos ante uno de los grandes debates del siglo XXI. Un debate en el que, además, hablamos todos: las empresas energéticas de toda la vida, las que hasta ayer ponían ladrillos y ahora producen kilovatios, los gobiernos que, dicen, piensan en el bien común, los científicos que ven subir el termómetro, o los ciudadanos que se sumaron al apagón global del 1 de febrero.
Y si toda la energía vive su momento, qué decir de las renovables. En unos años han pasado de ser las eternas olvidadas (eternas porque, desde que el hombre es hombre, sabe de su potencial) a convertirse en la parte de la cesta que más crece. Aquí y en San Petersburgo.
Al Gore estuvo en Madrid el mes pasado explicando con su oscarizado documental, Una verdad incómoda,s algunas de las razones de ese creciente protagonismo. Y lo hizo a los pocos días de que el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) diera a conocer en París la situación límite a la que se enfrenta el clima del planeta. Tales han sido las conclusiones que hasta el más recalcitrante descreído, George Bush, empieza a tomárselo en serio.
Zapatero, y el resto del Gobierno español, son mucho más conscientes de la situación que vivimos. Al menos es lo que se desprende de sus discursos, con referencias constantes a la necesidad de disminuir nuestra dependencia energética, a la necesidad de ahorrar y ser más eficientes, y a la necesidad de apostar por las renovables. Porque son energías limpias, los recursos son autóctonos y la tecnología es made in Spain.
Los discursos tienen ahora la oportunidad de pasar a los hechos en la fase final de la reforma del Real Decreto sobre renovables. Y no pinta nada bien para la energía eólica, la única renovable que ha alcanzado velocidad de crucero tras unos años de apuesta decidida por parte de la Administración. Todos los que tienen algo que decir en este país sobre política energética han calificado las pretensiones del Gobierno de error. Bueno, no todos. Endesa, la eléctrica española que más contribuye al cambio climático, ha dicho que le parece razonable.
Hay un párrafo en el artículo de este mes de Javier García Breva que tuvo responsabilidades en la gestión de la energía, como director del IDAE que nos parece muy ilustrativo: Incrementar masivamente el mercado y la demanda de renovables es la solución más desarrollada y accesible para España, el país más vulnerable de Europa al cambio climático. Por eso no se entiende que la retribución a las renovables esté encallada desde hace tres años por los mismos que van a aplaudir a Al Gore o apagaron la luz el 1 de febrero. Y en esas estamos, sin saber si tendremos que aplaudir o no a los que aplauden porque se sienten identificados con el discurso del que fuera vicepresidente de Estados Unidos.
Hasta el mes que viene.
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