En tiempos siniestros para la Democracia, donde los mecanismos de reparto de riqueza tienden a desaparecer, donde poderes fácticos toman decisiones en la sombra mientras dirigentes de medio pelo se las dan de “técnicos” ejecutores del supuesto bien común, donde políticos sin memoria comulgan sin ambages con ruedas de molino, donde medios de comunicación sustituyen la libertad de criterio por un bocata de mortadela, … hoy quiero dedicar estas líneas a los que habrán de ser la válvula de cierre de este mecanismo siniestro en el que se ha convertido el sector de la energía en España: el Tribunal Supremo.
Hace tan solo unas semanas, compartía ponencia con un extraordinario compañero, que manifestaba con contundencia: “qué sería de la fotovoltaica si sus pleitos se resolviesen en los tribunales de lo Contencioso de cada provincia”. Es una buena reflexión.
Desde luego reconozco la labor de magníficos magistrados en el ejercicio de la jurisdicción del Supremo, pero echo en falta una mayor presión desde sus estrados sobre la evidente tendencia a la que se están dirigiendo algunos compañeros de puñetas. No se engañen al leer esto, no pretendo evitarles a Sus Señorías su capacidad de decidir libremente sobre las cuitas que les pongan delante. En absoluto. Pretendo que todos aquellos que tengan el sentido común como leiv motiv de sus vidas, señalen con sus miradas, con sus silencios, y por qué no, con sus escritos, a aquellos personajes que hacen del ejercicio de la Justicia una actividad de difícil comprensión para el resto de los mortales.
Una vez escuché a un cliente decirle en Sala a un juez sobre ciertos individuos que le habían vaciado las cosas de su casa: “Mire juez, para Usted serán presuntos, pero para mí son unos chorizos”. Pues algo parecido pasa aquí. Algunos podrán intentar convencernos de que cambiar una norma una docena de veces en cuatro años no va en contra de la seguridad jurídica, pero la gente sabe que es mentira; podrán asegurar que algunos productores de renovables no tenían derechos, sino expectativas, pero la gente sabe que es mentira; podrán creerse argumentos del Gobierno que nadie se molesta en acreditar, pero la gente sabe que es mentira; podrán reconocerles miles de millones de euros a unos como costes de inversión y decirles a otros que gestionan ineficientemente sus empresas, pero la gente sabe que es mentira; podrán permitir cambiar el sentido de la retroactividad, de la nulidad, de la confianza legítima…, pero la gente sabe que es mentira.
En vísperas de que una nueva andanada de procedimientos entren en masa en las salas de tan Alta Instancia, en legítima defensa de una serie de atropellos que a todo el planeta está dejando atónito, sin temor ni duda, a aquél que a la hora de decidir sobre el inefable futuro de los pequeños productores de energía fotovoltaica quiera interpretar que el interés general es unidireccional, le digo que “tú no nos haces falta”, pues ya que la Naturaleza no nos ha dado la virtud de políticos intachables, exigimos jueces a los que podamos admirar, que devuelvan el equilibrio a esta sociedad que va a la deriva inevitable, por estibar toda la carga en el mismo lado del barco.
Su tío el obispo le decía a Fabricio de Dongo en la Cartuja de Parma algo así como “si se te ocurre una razón brillante, una réplica victoriosa que cambie el curso de la conversación, no caigas en la tentación de brillar, guarda silencio; la gente lista verá tu talento en el resplandor de tus ojos”. Desde esta misma perspectiva, no me parece necesario dar nombres a la hora de identificar destinatarios de estas letras, como aprendió Fabricio, muchos serán capaces de poner nombre y apellidos, y los que no quieran hacerlo seguirán navegando en la deriva de su ignorancia.