juan castro gil

No hay dos sin tres

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Hace unos días leí una entrevista de Arturo Pérez Reverte en la que reflexionaba sobre el determinismo de la historia de nuestro país. El controvertido pero indiscutible referente literario, recordaba que, a su criterio, España había tenido dos errores históricos imperdonables: El primero, en el siglo XVI. Tras el Concilio de Trento, España se equivocaba de Dios, apostando por una interpretación de la deidad intransigente, cuyos ministros quemaban libros, herejes y librepensadores. Mientras los amigos del Dios luterano se abrían a la modernidad, a un culto renovado y a lectura obligada por los fieles de textos bíblicos, que aprovechaban su Pisuerga para ser alfabetizados. El segundo gazapo de consideración se producía al principio del siglo XIX, con la Guerra de la Independencia, donde ganando las batallas y las miserias, se perdió la oportunidad de que el país se abriese a las luces de cambio europeo.

Seguro que habrá quien disienta, pero ya adelanto que ese espíritu fatalista que desprenden los comentarios Revertianos me resultan desagradablemente familiares como para no hacerlos míos. Y lo hago para darle título a este artículo: No hay dos, sin tres.

Nunca jamás en la historia de la España moderna nuestro país había estado en el número uno de algún desarrollo industrial, jamás. La única ocasión en la que, sin imaginarlo, conseguimos ser la punta de lanza de una tecnología que no tuviese que ver con el lolailo o la spanish omelette fue con el desarrollo de las energías renovables.

En los últimos años de la década pasada, España se convirtió en un referente de la generación, instalación y desarrollo de las energías eólica y solar. Por un lado, decenas de miles de españoles invertían sus ahorros en plantas de microgeneración fotovoltaica; por otro, medio centenar de empresas empezaban a competir con el todopoderoso oligopolio eléctrico en parques eólicos a lo largo del país. Con increíble empuje nacían nuevos proyectos empresariales que empezaban a exportar tecnología española que maduraba a pasos agigantados; nuestro PIB tomaba una hermosa tonalidad verde; miles de españoles llevaban sus garbanzos a casa gracias a estos nuevos proyectos; la expectativa de que la energía consumida viniese de la finca del vecino y no de un desierto armado era patente. En fin, la energía se democratizaba y convertía a nuestro pequeño país en un referente mundial.

Pero claro, como los Inquisidores primero y Fernando VII después, alguien tenía que cagarla.

No será éste el momento en que vaya yo a identificar a los culpables de este tercer error que a muchos nos hace llagas en los ojos. Los próceres de la patria han entendido una vez más que el camino oscuro es el adecuado. El que nos conduce a crear empleos de 600 € para sectores con dudoso arraigo, el que envía a nuestros ingenieros, técnicos y profesionales al extranjero, el que prefiere que todas las potencias del mundo se enfrenten con nosotros en Tribunales que más pronto que tarde nos apretarán los bolsillos a los ciudadanos penitentes, el que prefiere comprometernos durante décadas con países en manos de integristas a los que les tenemos que comprar el gas hasta el fin de los tiempos... Ése es el camino oscuro en el que siempre acaba cayendo nuestro país.

Quizás, si el Ilustre escritor llega a leer estos comentarios podrá pensar que este error es de menor relevancia histórica que los anteriores. Quizás tenga razón. Quizás no.

El destino energético de nuestro país, como el de todos, colocará a cada territorio en una situación de prevalencia sobre los demás. España tuvo la oportunidad de empezar esa carrera por delante de los otros, pero por desgracia alguien le ha hecho tropezar.

Es posible que el lector pueda pensar que también voy a hacer mío el aparente sentido trágico del destino nacional del que (entiendo) hace gala don Arturo. Sin embargo, aquí voy a coger un poco de distancia, la suficiente para entender que mis hijos no se merecen que yo desista, que nosotros desistamos.

El camino es uno, el de la luz. Ni ministros de la Iglesia, ni reyes absolutos, ni políticos sospechosamente ignorantes van a ser capaces de evitar que luchemos por algo mejor.

Ahí estaremos.

 

 

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Inversor Razonable
los propietarios de las empresas eléctricas fósiles y contaminantes saben que por tecnología, medio ambiente y costos se abrirán paso las renovables pero tratan de impedirlo para mantener sus enormes beneficios empleando, fortunas, publicidad, ministros y parlamentos. El próximo futuro mostrará sus trampas.
internete
Son unos zombies fosilatómicos petardos y no tienen nada que hacer... ¡Nos los comemos crudos con patatas!... (O sin ellas...) internete 1234567 PD: Comparte tu enchufe para cargar VEs.
Ramón
Yo no lo podía haber dicho mejor +1000
baudilio
ahi estaremos con la razon y por la salud de nuestra descendencia y nuestro planeta finito
Jesús
y por favor no dejéis de estar
I.Maule
cien por cien contigo, y muy especialmente con el final. todosobreenergia.com
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