Como en tantas otras ocasiones, parafraseo a mi compadre Luis, al efecto de conseguir el ambicioso plan de explicar lo inexplicable: el camino energético del Gobierno español.
Contaba aquél que, en una ocasión, volviendo a Galicia de un viaje por tierras burgalesas, inmerso en la felicidad de saberse regresando a casa, absorto en el paisaje castellano mientras canturreaba alguna de esas musiquejas que le gustan a él, ya bien avanzada la ruta, en un segundo de prudencia, percibió que todo su entorno le era curiosamente desconocido. Lo que al principio no fue más que una pequeña inquietud, terminó siendo una intensa preocupación, cuando apareció ante sus narices un indicador hacia Santo Domingo de la Calzada.
Así fue como decidió detenerse en la primera gasolinera que se topó, donde con cierta chanza popular le dijo el gasolinero: “Usted pensará que va hacia su casa, pero en realidad lleva camino de Francia”.
Voy a ser generoso y voy a presumirle al señor Ministro de Industria, Energía y Turismo que su deseo sincero es el de atajar el déficit de tarifa, bajar el precio de la luz de los hogares y de las empresas españolas, alcanzar una competitividad real entre los operadores energéticos del país, que los territorios no peninsulares también tengan acceso a luz barata y segura, que todos los inversores del mundo mundial se fíen de España e inviertan sus dineros aquí, que Baleares sigan siendo hermosas y Canarias Afortunadas,…, pero estimado señor, me temo que es preciso que alguien le diga la verdad:va Usted camino de Francia.
Quizás su despiste se origine en que las musiquejas que escucha son las interpretadas por las maliciosas sirenas de las cinco empresas de los Cuarenta Principales, que como es sabido a golpe de talonario suenan y resuenan en todas las emisoras que se dicen libres, o quizás es porque el escenario de un país con hermosas centrales nucleares e imponentes chimeneas quemadoras de gas argelino le resultan a Usted extraordinariamente atractivas (no le voy a negar que cada cual disfruta de sus perversiones). A lo mejor, si se detiene en la gasolinera podrá comprobar que el pueblo llano quiere vivir en un país más seguro, jurídica, económica y medioambientalmente; que prefiere la energía producida por sus vecinos de casa y no por unos señores que viven opulentamente en un desierto o en la trigesimocuarta planta de un rascacielos; a lo mejor se percata de que el humilde gasolinero, no distingue su contador inteligente de la Nintendo de su hijo, ni tiene la posibilidad de tener dos casas para poder agradecerle a Usted la subida del término de potencia; ni acepta de muy buen grado tanto expolítico reconvertido a asesor energético internacional de compañías eléctricas.
De corazón se lo pido Sr. Ministro, apague el navegador que lleva colocado en su coche, bájese a preguntar a la gente normal, no al séquito de palmeros que le rodean y que están dispuestos a comulgar con una hostia del tamaño de los anillos de Saturno si es por sacarle una sonrisa y pregunte, pregunte, pregunte… ¿cuál es el verdadero camino a casa?