El Gobierno regional ha aprobado de facto esta moratoria y se habla de establecer criterios arbitrarios de separación de las instalaciones: 1.000 metros a los núcleos urbanos y 500 m a las casas, sin ningún estudio técnico que lo justifique. Estas distancias, aplicadas al mapa asturiano, supondrían prácticamente la prohibición completa de instalaciones de almacenamiento en la región.
Esta decisión no solo carece de base científica, sino que va en contra de la tendencia global y de la urgente necesidad de avanzar en la transición energética. En un momento en que la energía fotovoltaica lidera el mix eléctrico español, proporcionando precios más reducidos y combatiendo la emergencia climática, el almacenamiento se presenta como la solución lógica para extender las ventajas de la energía solar más allá de las horas de luz.
Durante los últimos tres meses, la energía fotovoltaica ha sido la tecnología líder en el mix eléctrico español, permitiendo precios más bajos y contribuyendo a la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, la naturaleza intermitente de la energía solar plantea desafíos que el almacenamiento puede resolver eficazmente.
El almacenamiento de electricidad permite acumular el exceso de producción renovable y reenviarla a la red cuando se necesita, evitando el recurso a combustibles fósiles caros y contaminantes. Con más de 32 GW de paneles fotovoltaicos instalados en España, entre plantas en suelo y autoconsumo, el desarrollo del almacenamiento se vuelve imprescindible para evitar el desperdicio de energía solar.
Es en este contexto que los promotores han comenzado a solicitar puntos de conexión para instalaciones de almacenamiento. No es casualidad que en Asturias, una de las comunidades donde menos se han desarrollado las tecnologías renovables, se hayan concedido 1.220 MW de conexión para estas instalaciones.
Regular en función de bulos
Los bulos que han llevado a esta situación hablan de riesgos de contaminación electromagnética, incendios e impacto paisajístico. Sin embargo, la realidad es bien distinta:
1. Las instalaciones de almacenamiento no producen electromagnetismo, funcionan con corriente continua.
2. Se toman medidas de seguridad extremas para prevenir incendios, protegiendo tanto a los ciudadanos como la inversión.
3. Con una altura inferior a tres metros, es fácil integrarlas en el paisaje con barreras vegetales.
4. Si se instalaran todos los proyectos con punto de conexión, ocuparían solo tres hectáreas de las 1.060.357 que tiene Asturias, un impacto insignificante en el uso del suelo.
Además, hemos realizado un rastreo internacional que revela que esta preocupación es exclusiva de Asturias. Las recomendaciones en el resto del mundo son mucho menos restrictivas: por poner ejemplos, el Consejo Nacional de Jefes de Bomberos del Reino Unido recomienda 25 metros entre baterías y edificios, en Suecia son 8 metros, en Nueva York 5 metros, y en California 3 metros. Nada que ver con los 500 metros de la propuesta asturiana.
Es alarmante ver cómo la clase política abandona su responsabilidad social, pedagógica y de liderazgo por el temor a perder unos pocos votos. Algunos teóricos han llamado a los últimos años la era de la Postverdad, por no decir de la mentira. Lo que pedimos a la clase política asturiana es que antes de tomar una decisión se informe científica y técnicamente, para no entrar en una nueva vuelta de tuerca de la postverdad: la regulación en función de bulos.
Estamos ante una oportunidad histórica: gracias a nuestras horas de sol, España puede tener una factura de energía eléctrica la mitad de barata que los países del norte de Europa, con lo que ello implica para nuestra reindustrialización y para el combate contra el cambio climático.
Si desperdiciamos esta oportunidad por decisiones basadas en la desinformación y el miedo, las generaciones futuras no lo comprenderán. No se trata de un puñado de votos, sino de aprovechar el "cisne verde" que se le ha aparecido a nuestro país: la posibilidad de contar con una fuente de energía que, por las características solares de España, nos coloca en una posición ventajosa frente a nuestros vecinos europeos.
Es hora de que nuestros políticos se informen adecuadamente y lideren con responsabilidad. De lo contrario, no solo estarán haciendo el ridículo, como advertía Tarradellas, sino que estarán comprometiendo seriamente el futuro energético y económico de nuestra región y nuestro país. La oportunidad de reindustrialización, combinada con la lucha contra la emergencia climática, es demasiado valiosa para desperdiciarla por miedos infundados y falta de visión.