josé donoso

Año 1 de la nueva Era Fotovoltaica

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3.909 MW conectados a la red en instalaciones de tierra y 459 MW de proyectos de autoconsumo son los números del sector fotovoltaico del año 2019 y la prueba de que nuestro sector ha entrado en una nueva Era.

Además, en las últimas semanas, y en pleno invierno, se han alcanzado datos récord en cuanto a la producción instantánea de la tecnología solar, sobre todo fotovoltaica, que el pasado 20 de febrero ha llegado a superar por primera vez a la producción nuclear. Está claro que datos de este tipo serán cada vez más comunes y que debemos acostumbrarnos a que estos récords se irán pulverizando según se vayan instalando nuevas plantas.

A estos datos tenemos que añadir la tasa de realización de los proyectos aprobados en las últimas subastas: 95,5% para la fotovoltaica, 42,9% para la eólica y 81% para la biomasa. Números que demuestran la fiabilidad de esta tecnología. Aspecto éste que, unido a la rapidez en su promoción y construcción, si se hacen bien las cosas, pone en evidencia que ésta, además del precio, es la auténtica ventaja competitiva de nuestro sector.  

No cabe duda de que la tecnología fotovoltaica es la más fiable para cumplir con los objetivos de descarbonización, gracias a su carácter de tecnología limpia, flexible, predecible y de bajo coste. La fotovoltaica es capaz de proveer grandes plantas con un desarrollo rápido, así como instalaciones distribuidas y de autoconsumo para un modelo descentralizado que permite el empoderamiento del consumidor.

El “hacer bien las cosas” implica también el que no nos olvidemos de aprovechar esta oportunidad de crecimiento para la consolidación y desarrollo de un sector industrial. En este aspecto es clave la estabilidad regulatoria y de potencia a introducir en la red.

El tejido industrial del sector fotovoltaico español es muy competitivo, al ser formado por empresas que cuentan con extenso conocimiento y con capacidad de producir diferentes elementos de la cadena de valor. Asimismo, una parte importante del tejido está representada por aquellos actores, empresas, centros de investigación y universidades, con experiencia en innovación e I+D.

Por cierto, extraña que en algunas ocasiones se hable de nuestro sector como si no generara empleo, cuando ya en 2018, antes de la nueva situación, ya lo daba a más de 29.000 personas entre empleo directo e indirecto.

Solamente a través de una planificación a medio y largo plazo de introducción de la nueva capacidad fotovoltaica será posible garantizar un desarrollo estable del sector y el refortalecimiento de la industria asociada, elementos que creemos deberían formar parte de una estrategia industrial a definir a nivel nacional.

Y en este cuadro es fundamental que se convoquen subastas de energías renovables cuanto antes, mecanismo que establece un marco de igualdad de condiciones para las grandes empresas y los pequeños desarrolladores y que garantiza un incremento constante de la nueva potencia instalada. Subastas que no repitan el modelo anterior, muy discutido y ahora completamente inaplicable en las nuevas circunstancias del mercado. Un modelo homologable internacionalmente y con una reserva de potencia para los pequeños productores es imprescindible. Modelo que debe de coexistir con las nuevas realidades de proyectos que quieren ir a mercado o financiarse a través de PPAs.

En el mundo del autoconsumo quedan dos asignaturas pendientes para normalizar su situación. El conducir el término fijo de la factura eléctrica a porcentajes en la media europea, pasando del actual 40% al 23% y la reducción de los tiempos de las concesiones de las licencias de obra por parte de los ayuntamientos. Esto último supondría la sustitución del mencionado trámite por una comunicación previa más declaración responsable.

La tecnología fotovoltaica ha vuelto, y con fuerza, para quedarse. Ahora toca aprovechar las oportunidades y los beneficios que este nuevo resurgir del sector conlleva.

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Jorge
Para Miguel. La tarifa eléctrica como cualquier otro vector energético es política de precios. Como dices, la tarifa debe incentivar las transformaciones necesarias para la transición energética: la eficiencia, el autoconsumo, la electrificación, etc. Con la lógica que comentas (no desincentivar el consumo), habría que poner solo un término fijo y nada del variable, pero eso no tiene sentido. Se incentivarían comportamientos ineficientes como dejar los equipos encendidos, etc. Además, hay otro punto que tiene que estar claro. El consumo de electricidad per sé no es recomendable. La eficiencia es lo primero. Es verdad que la electrificación permite ganar en eficiencia pero solo si sustituyes usos térmicos. La tarifa tiene que tener un término variable que mande esa señal de eficiencia, permita que se amorticen las instalaciones de autoconsumo en un tiempo razonable y sin dejar de hacer rentable la electrificación. Es decir, un compromiso entre las diferentes señales que hay que dar. Lo que pasa es que la tarifa actual no cumple con este compromiso. Tenemos el término fijo más alto de Europa, del orden del 40%, cuando la media de los países de nuestro entorno está en el 23%. Hay margen para reducir el fijo a favor del variable sin afectar a la rentabilidad de la electrificación. Con un término variable más alto en línea con nuestros vecinos, sigue siendo mucho más rentable tener bomba de calor que caldera de gas natural (p.ej.). Sobre la cuestión de la equidad. El autoconsumo genera un beneficio para todos los consumidores. Aunque parte de los peajes se deja de recaudar, con el desarrollo de autoconsumo esperado (en el orden de los 500 MW anuales) esto es un porcentaje ínfimo respecto al conjunto de costes del sistema (decenas de M€ frente a 17.000 M€). Además, el efecto neto es positivo porque gracias al autoconsumo se reduce el precio del mercado mayorista, que al final se traslada a todos los consumidores. Es decir, el autoconsumo beneficia a todos, tanto a los que se lo ponen como a los que no.
Miguel
Constantemente, se propone desde en sector fotovoltaico de autoconsumo el reducir el término fijo de la factura y aumentar el variable. Eso tendría un efecto primario y dos secundarios. El primario es que reduciría el tiempo de amortización de una instalación de autoconsumo, por tanto animaría a más gente a invertir en una instalación. Los secundarios, es que sobrecargar en el precio del kWh costes que no tienen que ver con la generación, aparte de que igual no sería equitativo con las personas y empresas, desincentivaría el uso (a gran escala) de la electricidad para el uso de calefacción y ACS mediante bomba de calor, y por tanto, desincentivaría reducir los combustibles como gasóleo para calefactar, que es uno de los objetivos. El segundo efecto secundario es el ya sabido y polémico, que el dinero que se ahorra el autoconsumidor en la parte fija de la factura, acaba repercutiendo en el resto de ciudadanos, que se les aumentaría el cargo, pues los costes fijos del sistema son eso, fijos. No es sólo el pago de las redes, pues la parte fija y el kWh tiene cargos adicionales para pagar las primas a las renovables y otros costes de todo tipo que el sector fotovoltaica pretende que quién tenga una instalación fotovoltaica no pague o pague lo menos posible. Algo que siempre será muy discutible.
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