La solar es la energía más democrática que existe (diría que la única). La afirmación es de Antonio Luque, para quien no le ubique catedrático de Electrónica Física y ex Director del Instituto de Energía Solar. Un sabio de aspecto afable que me planteó esa reflexión hace años en el transcurso de una entrevista. Fue una afirmación realizada con sencillez a la que añadió otro concepto: revolución energética. Se refería al hecho previsible-probado de que en breve, veinte o treinta años, la energía solar sería la primera fuente de producción de electricidad del mundo al ser la única a la que cualquier ciudadano podría acceder convirtiéndose en productor y consumidor de su propia electricidad.
Alguien escuchó aquella conversación o un retazo de ella: energía solar, revolución energética y democracia. Y probablemente se puso manos a la obra. Las manos del legislador legitimado por el voto, ese de cada cuatro años al que nominan democracia. Y legisló, pero olvidando la energía más democrática, esa que llamamos solar y a la que los tecnólogos e industrias se empeñaron en hacerla cada vez más eficiente y barata. Democracia ¡qué miedo! Tres palabras que Rosendo, sí el rockero de Carabanchel, explica con certeza en la siguiente estrofa:
“Hágase en nosotros vuestra voluntad
Lo hemos decidido por unanimidad
Válgame santa democracia”.
(La canción se titula “duele pensar”)
El SESO (que así abrevia el Vatio Impotente el eje Sebastián-Soria) se encargó y encarga de la santa democracia, energética presumo. Primero Sebastián dilatando los tiempos para no tomar decisiones sobre la prometida legislación que regulase el autoconsumo con balance neto y después Soria dando una patada en el culo a la razón, por supuesto a golpe de real decreto. El autoconsumo, la democracia solar ¡qué miedo! Ciudadanos que deciden qué y cómo producen y consumen.
Frenazo en seco y reventón de las ruedas. Tranquilidad, restaurada la santa democracia. Solo ha hecho falta legislar. El engendro, la insensatez, se llama “peaje de respaldo”, que no es otra cosa que un nuevo impuesto disuasorio rechazado entre otros por la Comisión Nacional de la Energía y la Comisión Nacional de la Competencia. En síntesis, desista o le arruino. Hace unos días me explicaban el peaje con un tomate. Supongamos que cultivo un tomate en mi huerto, lo recojo y me lo como en mi cocina. Y cuando lo estoy degustando llega la “Unesa de los tomates” y me dice que le tengo que pagar un peaje porque en algún momento mi tomate podría utilizar sus canales de distribución (en los que tanto invirtió) para llegar a la estantería del supermercado.
El peaje de respaldo es la herramienta de disuasión creada por Industria, o quien corresponda, para pinchar las ruedas del autoconsumo fotovoltaico, pero han olvidado un aspecto esencial. Si preguntamos cuáles son los cinco inventos más importantes de la historia probablemente entre ellos aparezca la rueda. Error. De nada sirve la rueda si no existe el eje sobre el que gira. Industria ha pinchado las ruedas del autoconsumo fotovoltaico, pero antes o después se achicharrará con el eje: el sol.
No importa la fuerza o el descaro del lobby energético. Fuerza reconocida, incluso, por aquellos susceptibles de sentirla. El 69% de los políticos lo identifica como el grupo con mayor poder, por encima de los bancos (es una de las conclusiones del informe “El lobby en el nuevo marco regulatorio”, elaborado por Merkastar para las consultoras Cariotipo MH5 y Burson-Marsteller). Y descaro para que 10 empresas (entre ellas Iberdrola y Gas Natural Fenosa) se hayan reunido en Bruselas reclamando a la Unión Europea que cambie su política energética. Lo han hecho con diatribas tan sólidas, por lo pétreas de mollera, como responsabilizar de la subida de la luz a las energías renovables. Y han advertido, que también tienen desparpajo para ello, que “el riesgo de apagón nunca ha sido tan alto” (palabras del francés Gérard Mestrallet).
¿Se sienten tan poderosos como para amenazar-alertar-intimidar-advertir a los elegidos por más de 500 millones de ciudadanos y decirles que la luz se podría cortar, sin más?
A modo de intuición, en España cinco compañías controlan el 99,7% de la distribución, más del 95% de la generación en régimen ordinario (carbón, fuel, gas, nuclear, gran hidráulica) y el 79,5% de la comercialización, según los datos de la Asociación de Productores de Energías Renovables.
Y a modo de reflexión. El Ministro de Industria, José Manuel Soria, advirtió en septiembre que el déficit de tarifa de 2013 no se colocaría en el mercado (lo hizo durante la presentación del informe PwC Claves de la competitividad de la industria española) y que tendría que ser asumido por las eléctricas. Sin embargo, en octubre anunció tras un Consejo de Ministros que liberaba a las eléctricas. El gobierno decidió que el desfase entre los gastos e ingresos que se produjesen este año se financiará a través del Fondo de Amortización del Déficit Eléctrico (FADE). Sin tapujos, ni siglas farragosas: los balances de las empresas se libran de asumir un déficit estimado de entre 2.500 y 3.000 millones de euros. Lo hará el Estado, es decir los ciudadanos.
Los consumidores, estrangulados por deudas y rescates impropios, buscan ahorro. Reducen su consumo de electricidad y les aumentan los impuestos, ¡que no decaiga! 477.481 ciudadanos se han unido en torno a la campaña de la OCU “Quiero pagar menos luz”. Han enseñado los dientes para protagonizar la primera compra colectiva doméstica de electricidad y forzar la rebaja en sus recibos de luz y gas. La iniciativa es positiva, pero que nadie se engañe los márgenes de mejora son escasos y casi el 80% de la comercialización está en manos de las cinco empresas integradas en UNESA, la patronal a la que no le gusta la democracia fotovoltaica. El destino sería generoso si la mejor oferta llegase de las comercializadoras que venden energía de origen renovable. Alguna, incluso, en régimen de cooperativa sin ánimo de lucro. Otra vez democracia ¡qué miedo!
En un ejercicio de democracia energética (lo que se permite hacer) el Vatio Impotente está haciendo “fracking” en las macetas de su casa. Por el momento una sola incidencia: un geranio ha muerto, pero ya estaba bastante chuchurrido. La tierra no ha temblado. Si tiene que paralizar la actividad, pregunta, ¿será el Estado quien le reintegre la inversión? Santa democracia. Aún, más de dos años para meter la papeleta.
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