Me gusta el concepto de inteligencia artificial. Algunos lo ven como una amenaza al empleo, a la humanización de nuestras relaciones o, incluso, a la propia existencia y sometimiento del hombre por parte de las máquinas. Yo en cambio lo percibo como una oportunidad para que desempeñe tareas que no aporten valor, por repetitivas o sencillas, o todo lo contrario, pues la IA bien entrenada puede ofrecernos ventajas en el día a día. Desde ordenar la biblioteca, confeccionar un menú semanal fotografiando lo que tenemos en el frigorífico o diagnosticando un condrosarcoma a un paciente a través de la imagen obtenida en una resonancia magnética.
Es un desafío de crecimiento con un efecto de arrastre que ya genera empleos de calidad con formación universitaria y profesional.
El acceso a la energía eléctrica es vital y nuestro sector necesita garantizar a través de una regulación estable varias condiciones.
Un centro de procesamiento de datos (CPD) con una potencia de servicio de 100 MW requerirá aproximadamente un 50% de potencia adicional para alimentar todos los sistemas necesarios para su buen funcionamiento. Este tipo de instalaciones necesita una gran capacidad de acceso a la red eléctrica, lo cual demandará nuevas inversiones en inteligencia y modernización de la infraestructura, tanto por parte de los Operadores de Sistemas de Transporte (TSO) como de los Operadores de Sistemas de Distribución (DSO). Por lo que, para que nuestro sistema pueda albergar grandes centros de datos, será esencial garantizar una remuneración adecuada a estos operadores.
El precio de la energía, lo que en el argot llaman utility rate, es una variable importante a la hora de elegir su localización, pero la calidad de vida y el atractivo del emplazamiento son muy relevantes para atraer el talento de profesionales con alta cualificación. En Irlanda, donde se han desarrollado con éxito en los últimos años, demandan el 20% de la capacidad de generación de su sistema. Lugares de Europa donde el precio de la energía puede ser muy ventajoso se enfrentan a otros hándicaps, como el clima o las limitaciones de sus sistemas eléctricos. En España podemos ofrecer energía competitiva con una calidad de vida inigualable. Y si nuestro querido Portugal ofrece los mismos atractivos, la oportunidad es ibérica y deberíamos concebirla como tal para que ambos países resultemos beneficiados.
La seguridad de suministro es crítica para todo el sistema eléctrico, pero lo es especialmente para los CPD. Asociarlos a grandes plantas de generación supone un reto porque los centros de datos quieren estar cerca de las grandes ciudades, lo contrario que ocurre con las fuentes de energía. Por su perfil de consumo, constante durante las 24x7, el desafío está en ofrecer un perfil de carga base lo suficientemente competitivo.
Madrid sería el ejemplo de sumidero energético que consume una gran cantidad de energía que no genera, pero que resulta atractivo como localización por su vitalidad social.
Ciudades como Málaga, Valencia, Sevilla o Zaragoza pueden ser atractivas y acercase a esa cuadratura del círculo. Pueden atraer a grandes profesionales dispuestos a buscar la gran calidad de vida que ofrecen y, a la vez, situar su centro de trabajo cerca de la generación renovable que hoy aporta ya el 50% de la cobertura de la demanda de nuestro sistema.
La descarbonización energética va por buen camino, pero dentro del sector flota en el aire el temor al fracaso de muchos proyectos por la gran diferencia entre la capacidad de producción y el nulo incremento de la demanda. Tenemos una oportunidad no solo para las renovables o el sector energético, también de desarrollo de ciudades. España, por su situación geográfica, puede tender cable de fibra hacía África, América y el resto de Europa, pero se requiere un esfuerzo como el de algunas empresas cotizadas del sector inmobiliario que ya han logrado éxitos con la implantación de los CPD. La clave reside en replicar el modelo para liderar una industria que será intensiva en capital, empleo y consumo de energía verde.
Nota: este contenido es 100% creado por Jorge González Cortés, sin el uso de IA.
